Resumen del libro:
La peregrinación de Childe Harold es una obra poética de Lord Byron, publicada en cuatro cantos entre 1812 y 1818. El poema narra el viaje de un joven aristócrata inglés, Harold, por diferentes países de Europa y Oriente Medio, en busca de nuevas experiencias y sensaciones que le hagan olvidar su pasado disoluto y su desencanto con la sociedad de su época.
El poema es una mezcla de descripciones de paisajes, reflexiones filosóficas, críticas sociales y políticas, alusiones históricas y mitológicas, y retratos de personajes famosos o anónimos que el autor va encontrando en su camino. El tono es melancólico y pesimista, pero también irónico y satírico. El poema se inspira en las propias vivencias de Byron, que realizó varios viajes por Europa y Oriente entre 1809 y 1817.
La peregrinación de Childe Harold es una obra fundamental del Romanticismo inglés y europeo, que influyó en muchos otros escritores y artistas. El poema consagró a Byron como uno de los poetas más populares y controvertidos de su tiempo, y creó el arquetipo del héroe byroniano: un individuo rebelde, solitario, orgulloso, apasionado y condenado al sufrimiento.
Dos palabras del traductor
El poema cuya traducción damos hoy a luz, pasa comúnmente por uno de los mejores de lord Byron. Hay quien lo prefiere con mucho a todas sus otras producciones, estimándolo como el más bello florón de su corona poética. Lo cierto es que la publicación de los dos primeros cantos de Childe Harold, en 1812, bastó por sí sola para granjearle altísima reputación dentro y fuera de su país. «Me levanté una mañana —dice sobre esto en una de sus cartas— y me encontré hecho un hombre célebre».
¿Quién es Childe Harold?
Childe Harold es un ente imaginario, puramente imaginario, según el poeta nos asegura con empeño, contra la opinión general, y al parecer bien fundada, de que, bajo tal nombre, está oculta la persona del propio lord Byron: un joven de ilustre prosapia que, entregado por largo tiempo a una vida licenciosa, habiendo recorrido ya todo el vasto laberinto «del pecado», acaba por sentir profundo, invencible hastío hacia cuanto le rodea, sin quedarle para consuelo ni un afecto, ni una creencia, ni una esperanza. Solitario en medio de la sociedad, melancólico, intratable, casi feroz, pero con un corazón sensible, impetuoso y ardiente en sumo grado; no encontrando en sí mismo fuerza bastante para sobreponerse al mal que le aqueja, resuelve por último salir de su patria y darse a viajar por extrañas tierras, en busca de objetos nuevos, ávido de nuevas emociones. Aquí termina la exposición del poema, y comienza la peregrinación de Childe Harold.
No hay que buscar en esta composición las condiciones distintivas de una novela —Romaunt, como el autor la titula— siendo más bien un poema en la acepción genérica del vocablo, siquiera por su forma y entonación especiales. Escrita sin sujeción a ningún plan determinado, solo con arreglo a la inspiración del momento, carece en realidad de acción, de fábula propiamente dicha. Ni una aventura, ni un incidente que pueda justificar poco o mucho el título de tal novela; y toda ella consiste en variedad de reflexiones, ora sueltas y fugitivas, ora intercaladas con descripciones de índole varia también, hasta formar una especie de caprichoso mosaico, según van acudiendo a la mente arrebatada de Childe Harold en el curso de su viaje. O pinta, o declama —apenas refiere; y esto a la ligera, en desorden, como de improviso, y en un estilo desigual por extremo, alternativamente remontado, vulgar, patético, jocoso, melifluo y empapado en hiel. Es un panorama de lo que el poeta piensa, siente y ve al mismo tiempo que está escribiendo —todo mezclado, confundido, al natural, sin combinación de sombras ni de colores, contra todas las reglas del arte.
Pero, en cambio, tantas y tales bellezas lo avaloran, de tal magia ha sabido revestirlo lord Byron con su rica y esplendorosa fantasía, que desde la primera hasta la última página tiene vinculada inevitablemente nuestra atención, sin permitirnos suspender ni un momento su sabrosa lectura. Por eso, aun cuando Childe Harold es una figura casi siempre hosca y tétrica por demás, no puede uno menos de simpatizar con él, de identificarse en cierto modo hasta con sus propios extravíos, como al influjo de un poder sobrenatural
Verdad es también que, a vueltas de ese tedio mortal que constituye el rasgo más característico de lord Byron, o de Childe Harold (porque ambos se confunden efectivamente en un solo individuo); en medio de la desesperación que le abruma tan a menudo, que le hace ver todos los objetos por su lado peor, todavía se muestra capaz de vivas impresiones, de tiernos y generosos impulsos, de entusiasmo, de verdadero entusiasmo por las grandes acciones y por las grandes obras de la Naturaleza y del Arte; y si bien todo ello suele pasar como una ráfaga, para dejarle caer luego en su habitual estado, el mismo contraste que así resulta nos ofrece cabalmente un atractivo más. Enfermo como está de la vida —que es una enfermedad cruel y sin remedio en este mundo— no por eso deja Childe Harold de ostentar a veces la poderosa vitalidad, el exquisito temple de su corazón, cuando algún agente externo viene a herir de cierta manera sus fibras delicadas.
…