Resumen del libro:
“La pasión de Mademoiselle S.” es una novela cautivadora y provocativa que transporta a los lectores a un mundo de deseo, erotismo y liberación personal. Escrito de manera anónima, el libro nos adentra en la vida íntima de una mujer fascinante y misteriosa conocida como Mademoiselle S.
La historia está ambientada en la Francia del siglo XIX, una época en la que las convenciones sociales y los roles de género estaban estrictamente definidos. Sin embargo, Mademoiselle S. se rebela contra estas normas y busca su propia identidad y placer en medio de una sociedad represiva.
A través de una narrativa sensual y detallada, el autor nos sumerge en los encuentros y las experiencias de Mademoiselle S., explorando su despertar sexual y su búsqueda de la pasión. Desde sus primeras aventuras hasta sus encuentros más intensos y apasionados, el libro captura la esencia del deseo humano y las emociones que lo acompañan.
El estilo de escritura es exquisito y evocador, con descripciones vívidas que permiten al lector visualizar cada escena y experimentar la intensidad de los momentos compartidos por Mademoiselle S. y sus amantes. El autor logra transmitir una sensación de intimidad y conexión emocional, haciendo que el lector se sienta parte de este mundo secreto y prohibido.
Sin embargo, más allá de su contenido erótico, “La pasión de Mademoiselle S.” también es una reflexión sobre la libertad sexual, el poder y la autonomía femenina. A través de la historia de Mademoiselle S., el autor cuestiona las normas impuestas por la sociedad y desafía las expectativas de género, presentando a una mujer valiente y decidida que se atreve a vivir su vida según sus propios términos.
En resumen, “La pasión de Mademoiselle S.” es una obra literaria provocativa y fascinante que explora el erotismo, el deseo y la emancipación personal en un contexto histórico opresivo. Su narrativa cautivadora y su temática audaz hacen de esta novela una lectura enriquecedora para aquellos que buscan una historia apasionada y reflexiva sobre la sexualidad y la identidad.
PRÓLOGO
Estaba ayudando a una amiga a vaciar una casa cuyo sótano había quedado olvidado cuando encontré, detrás de un montón de madera, después de desplazar unos viejos marcos rotos y unas sillas cojas, una caja en la que habían apilado tarros de conserva vacíos entre dos capas de papel de periódico. Pensé entonces que nadie se molesta en proteger recipientes vacíos y sin tapa. ¿Y si los habían colocado ahí para ocultar un fabuloso tesoro?
Tuve la extraña sensación de que ahí, al alcance de la mano, tenía una aventura extraordinaria, de que estaba ocurriendo algo importante; ya saben, como cuando a uno se le presenta una buena oportunidad o cree ser testigo de un milagro, y se le pone la piel de gallina. Podía ser un mapa del tesoro, uno de esos calcetines de lana lleno de monedas de plata, títulos de compañías desaparecidas hace tiempo, el diario íntimo de una señorita ya difunta o una partitura desconocida de Mozart. Así es que me apresuré a apartar las capas de periódicos viejos y de tarros que protegían el fondo de la caja, hasta llegar a una bonita y pesada cartera de cuero con iniciales grabadas en plata. Dentro no había más que cartas, amontonadas de cualquier manera y escritas todas con la misma caligrafía. Leí primero una, y luego otra y otra, hasta descubrir por fin toda una correspondencia, de amor aparentemente, con un lenguaje más que atrevido, un lenguaje de una increíble audacia erótica. Dicha correspondencia se había reunido deliberadamente en esa cartera, destinada sin duda alguna a permanecer oculta. Encontré una fecha en una de esas cartas: 1929. Y todas las firma una mujer, Simone.
Devorado por la curiosidad, le compré a mi amiga la correspondencia entera. Aquí están, pues, las cartas de Simone a su amante Charles, sin fecha en su mayoría, y cuya cronología he tardado casi un año en reconstituir, aprovechando mi cargo de embajador en un país bastante tranquilo para dedicar a la tarea los fines de semana y muchas veladas. Aunque eran muy numerosas, me he limitado a escoger una parte para ofrecérsela a los lectores (algo más de un tercio), y por discreción he cambiado los nombres de los protagonistas y de los lugares mencionados.
Se pueden hacer muchas lecturas de esta novela epistolar…
Puede verse aquí la relación lasciva de una mujer con su amante, expresada en los términos más crudos, y leer estos textos con la ávida curiosidad con la que devoraríamos una novela pornográfica anacrónica. Simone emplea en efecto un vocabulario cuya audacia se va haciendo más acusada mes a mes, que sorprende en una joven culta y «de buena familia», como todo parece indicar que era. ¿Cómo explicar tamaña extravagancia y semejante lenguaje, tan «moderno»? Y ¿qué mujer podía escribir así en esa época?
Uno de mis mejores amigos, a quien enseñé estas cartas antes de que salieran a la luz, me dijo: «¡Vamos, reconócelo, las has escrito tú mismo! ¡Esto no puede haberlo escrito una mujer en 1928!», y tuve que enseñarle las misivas originales, con su papel de cartas ajado, para que me creyera por fin.
¿De dónde sacaría Simone este vocabulario obsceno, deslizado sin pudor entre los giros elegantes con los que se expresa?
Resulta obvio que la audacia de las palabras debió de imponerse al mismo tiempo que la de los gestos, la transgresión de aquéllas precediendo y alimentándose de éstos, y sin duda no habríamos encontrado parangón en la biblioteca de Simone, que imagino muy «clásica»; es más bien en su psique, así como en el inconsciente colectivo de una época, donde conviene buscarlo. En efecto, en vano recorreríamos la literatura más atrevida de ese periodo: nada podía hallarse en sus anaqueles que pudiera ser el origen de tales inspiraciones. Genet, que empezaba por aquel entonces su carrera de ladrón pero no la de escritor, todavía no había publicado nada en los años en que se escribieron estas cartas (1928-1930). Pierre Louÿs no llegaba a tales extremos, Gide había publicado Corydon en 1924 y Si le grain ne meurt en 1926, pero apenas se aventuraba a expresar sus obsesiones homosexuales, y Les Chansons de Bilitis no era aún el libro de cabecera de la alta burguesía. Ninguno de estos libros, de todos modos, recurría a un lenguaje que la época no habría dudado en calificar de grosero.
Pero Simone vivía en ese nuevo mundo en ciernes, era contemporánea de las primeras películas pornográficas mudas, de «La revista negra» de Josephine Baker, de tantas experimentaciones artísticas que venían a revolucionar las costumbres, así como de una sociedad que asistía, de buen o mal grado, a la emergencia de un nuevo orden amoral parisino. Nuestros dos jóvenes amantes son, pues, una de las expresiones de este nuevo orden, cuando apenas habían transcurrido veinte años desde la separación entre la Iglesia y el Estado.
Uno de los muchos méritos de este increíble documento es que nos sumerge en la vida de las mujeres por fin liberadas, en concreto de una chica independiente que asume su condición, diez años después del cataclismo de la Gran Guerra, desvelándonos sin pudor el viento de libertad de los locos años veinte.
Pero lo que a mí más me cautiva de esta correspondencia, lo que considero más importante y lo que propongo al lector es ante todo una magnífica y trágica historia de amor, unida a una neurosis obsesiva, que me ha conmovido profundamente. Pienso que Simone, que tanto sufrió, merecía que sus sentimientos y su sacrificio, más allá de su enajenación, revivan hoy y salgan a la luz, y que la dimensión trágica de esa vida oscura y dolorosa sea reconocida póstumamente.
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