La loma del ángel
Resumen del libro: "La loma del ángel" de Reinaldo Arenas
La loma del ángel es una versión desenfadada, herética y remota de la obra de Cirilo Villaverde, Cecilia Valdés. Tomando libremente personajes y anécdotas de la obra de Villaverde, Arenas ha creado una obra irreverente, sarcástica, dura y al mismo tiempo dulce y amorosa. Con el poderío imaginativo que caracteriza su obra, Reinaldo Arenas despliega ante nosotros la visión terrible de un mundo dominado por la maldad, el caos y el absurdo. La loma del ángel es un cuadro violento, lleno de un humor doloroso, del siglo XIX cubano. Y es también un intento de rehacer el universo mediante la magia y el misterio de la imaginación creadora.
Sobre la obra
Cecilia Valdés o La Loma del Angel, del escritor cubano Cirilo Villaverde, es una de las grandes novelas del siglo XIX. El autor comenzó a escribirla en La Habana hacia 1839, luego marchó al exilio y la terminó en Nueva York donde se publica íntegramente en 1882.
Esta novela ha sido considerada como un cuadro de costumbres de su época y también como un alegato antiesclavista, pero en realidad es mucho más que eso. La obra no es solamente el espejo moral de una sociedad envilecida (y enriquecida) por la esclavitud, así como el reflejo de las vicisitudes de los esclavos cubanos en el pasado siglo, sino que también es lo que podría llamarse una suma de irreverencias en contra de todos los convencionalismos y preceptos de aquella época (y, en general, de la actual) a través de una suerte de incestos sucesivos.
Porque la trama de Cecilia Valdés no se limita a las relaciones amorosas entre los medios hermanos Cecilia y Leonardo, sino que toda la novela está permeada por incesantes ramificaciones incestuosas hábilmente insinuadas. Tal vez el enigma y la inmortalidad de esta obra radiquen en que Villaverde al presentarnos una serie de relaciones incestuosas, consumadas o insinuadas, nos muestra la eterna tragedia del hombre; esto es, su soledad, su incomunicación, su intransferible desasosiego, y, por lo tanto, la búsqueda de un amante ideal que por ello sólo puede ser espejo —o reflejo— de nosotros mismos.
La recreación de esa obra que aquí ofrezco dista mucho de ser una condensación o versión del texto primitivo. De aquel texto he tomado ciertas ideas generales, ciertas anécdotas, ciertas metáforas, dando luego rienda suelta a la imaginación. Así pues no presento al lector la novela que escribió Cirilo Villaverde (lo cual obviamente es innecesario), sino aquélla que yo hubiese escrito en su lugar. Traición, naturalmente. Pero precisamente es ésa una de las primeras condiciones de la creación artística. Ninguna obra de ficción puede ser copia o simple reflejo de un modelo dado, ni siquiera de una realidad, pues de hecho dejaría de ser obra de ficción.
En cuanto a la literatura como reescritura o parodia, es una actividad tan antigua que se remonta casi al nacimiento de la propia literatura (o por lo menos al nacimiento de su esplendor). Baste decir que eso fue lo que hicieron Esquilo, Sófocles y Eurípides en la antigüedad y luego Shakespeare y Racine, para sólo mencionar a los autores más ilustres de todos los tiempos. La ostentación de tramas originales —ya lo dijo brillantemente Jorge Luis Borges— es una falacia reciente. Así lo comprendieron Alfonso Reyes con su Ifigenia cruel, Virgilio Piñera con su Electra Garrigó y hasta Mario Vargas Llosa en La guerra del fin del mundo.
De manera que con antecedentes tan ilustres ni aun una torpeza tan desmesurada como la mía necesita mayor justificación… De todos modos, creo que cuando tomamos como materia prima un argumento conocido se puede ser, desde el punto de vista de la invención creadora, mucho más original, pues en vez de preocuparnos por una trama específica nos adentramos libremente en la pura esencia de la imaginación y por lo tanto de la verdadera creación.
Las conclusiones con que termina este libro tampoco son precisamente aquéllas a las que llegó Villaverde en el suyo. Sin embargo, en ambos creo ver lo que es patrimonio del género humano y que nosotros, modestos voceros (o escritores), reflejamos: la búsqueda incesante de una redención, búsqueda que a pesar de la renovada infamia —o tal vez por ella— siempre se acrecienta.
R. A.
Primera parte
La familia
Capítulo 1
La madre
Desde su cuarto, que es el de toda la familia, Rosario, junto a su hija recién nacida, oye el ruido de una calesa que se acerca. Doña Josefa abre la puerta y ya Rosario puede escuchar la conversación que sostiene su madre con quien fuera su amante, don Cándido Gamboa.
—Vengo a buscar a la niña.
—¿A dónde la lleva?
—A la Casa Cuna. Yo me ocuparé de que no le falte nada. Pero nadie puede saber que soy su padre.
—¿Y Rosario?
—Ella tiene que comprender que es la única solución. No se habrá imaginado que yo iba a reconocer a la niña como hija propia, a no ser que esté loca.
Don Cándido y Josefa entran ahora en el cuarto. Toman a la niña que llora casi con desgano y en seguida se calla.
—Rosario —dice Josefa ya en la puerta con su nieta en los brazos—, es lo mejor que se puede hacer…
Rosario no habla, cierra los ojos y parece dormir. Pero así, con los ojos cerrados, contempla aún mejor el panorama de toda su vida: nieta de abuela esclava y de hombre blanco y desconocido; hija de mulata oscura y de un hombre blanco y desconocido; mulata, amante de un hombre blanco que ya la abandona y madre de una niña que tampoco conocerá a su padre. Ahora comprende que sólo fue un objeto de placer para aquel hombre que se lleva a su hija, y que la miseria, el desprecio y el desamparo es todo lo que posee. Y comprende más, comprende que en ese mundo donde vive (o habita) no hay sitio para ella ni siquiera en el olvido.
Pues tendrá que salir a la calle, trabajar, ver y servir precisamente a los que la desprecian y humillan. Hipócrita, sumisamente, tendrá que besar la mano que desearía ver cortada, o cortar ella misma.
Rosario abre ahora los ojos y mira para el altar donde está la virgen traspasada por una espada de fuego y con el niño en brazos.
—Qué consuelo —pregunta, o se pregunta— podrá ayudarme a seguir viviendo.
(Porque lo peor de todo no era sólo que le quitaran a su hija, sino que el padre, el hombre que amó y ama, era quien se la quitaba. Y al hacerlo ni siquiera miró para ella, la madre).
—La locura, la locura —le pareció que alguien decía en voz lejana y suave que casi arrullaba y adormecía, como hubiese ella arrullado y adormecido a su amante, o al menos al fruto de ese amor.
—La locura, la locura… —volvió alguien a repetir aún más suave, más dulcemente.
Y Rosario Alarcón enloqueció.
…
Reinaldo Arenas. Nacido el 16 de julio de 1943 en Aguas Claras, Cuba, y fallecido el 7 de diciembre de 1990 en Nueva York, Estados Unidos, fue un novelista, dramaturgo y poeta cubano célebre por sus obras de realismo mágico y su oposición al régimen de Fidel Castro. Arenas, un escritor de notable sensibilidad y talento, dejó una marca indeleble en la literatura latinoamericana con su estilo lírico y su valiente voz crítica.
La vida de Arenas estuvo marcada por la agitación política y personal desde una edad temprana. Nacido en el campo y trasladado luego a Holguín, su adolescencia se definió por su oposición a la dictadura de Batista. Inicialmente, apoyó la Revolución Cubana, pero pronto se desilusionó y se convirtió en disidente debido a la exclusión y persecución que sufrió, agravada por su homosexualidad. Su única novela publicada en Cuba, "Celestino antes del alba", agotó su primera edición en una semana y no se reeditó, iniciando una serie de cinco novelas que reflejan su desencanto progresivo con la Revolución.
Durante su vida, Arenas sufrió una implacable persecución por parte del gobierno cubano, que limitó sus oportunidades como escritor e intelectual. Amigo de José Lezama Lima y Virgilio Piñera, Arenas fue encarcelado bajo duras condiciones y obligado a renegar de sí mismo, lo que dejó profundas cicatrices en su personalidad. En prisión, escribió su autobiografía "Antes que anochezca", una obra que más tarde se adaptó al cine y consolidó su legado.
En la década de 1970, Arenas intentó escapar de Cuba en varias ocasiones sin éxito. Finalmente, en 1980, logró emigrar durante el Éxodo del Mariel. Establecido en Nueva York, Arenas vivió en un exilio marcado por el rechazo de la comunidad cubana exiliada y la homofobia. En 1987, le diagnosticaron VIH/sida, una enfermedad que lo llevaría a tomar la decisión de acabar con su vida en 1990. En su carta de despedida, Arenas expresó su profundo desencanto y su deseo de libertad.
El legado de Reinaldo Arenas es vasto y continúa influyendo en generaciones de escritores. Su obra autobiográfica, "Antes que anochezca", fue llevada al cine en 2000, con Javier Bardem interpretando a Arenas. Además, su vida y obra han sido objeto de documentales y óperas, como la obra de Jorge Martín estrenada en el Lincoln Center. Su influencia se siente en la literatura cubana contemporánea y su voz sigue resonando como un símbolo de resistencia y creatividad en medio de la opresión.