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La llegada de los tres

La llegada de los tres (La torre oscura II), novela de Stephen King

Resumen del libro:

Stephen King, reconocido maestro del terror y la narrativa fantástica, nos transporta una vez más a un mundo fascinante en “La llegada de los tres”, segunda entrega de la épica saga de “La Torre Oscura”. Después de los eventos de “El pistolero”, encontramos a Roland Deschain, el último pistolero, en un estado febril y desorientado, luchando por su supervivencia en una playa desolada. Pronto se ve enfrentado a criaturas monstruosas que emergen del mar, obligándolo a buscar una salida para escapar de la inminente muerte.

En un giro fascinante, Roland descubre tres puertas misteriosas en la playa, cada una llevándolo a Nueva York en diferentes períodos de tiempo. Para continuar su búsqueda de la Torre Oscura, Roland debe traer consigo a tres personas específicas, cada una vital para su destino. En 1987, se encuentra con Eddie Dean, un adicto desesperado cuya vida dará un vuelco inesperado. En 1964, se cruza con Odetta Holmes, conocida como la Dama de las Sombras, una mujer afroamericana marcada por una tragedia que cambiará su rumbo. Finalmente, en 1977, Roland se enfrenta a Jack Mort, una figura ominosa ligada a la muerte misma.

El encuentro de Roland con estos tres individuos no solo es crucial para su propia travesía, sino que también plantea preguntas sobre el destino y el propósito de cada uno en la búsqueda de la Torre Oscura. ¿Serán Eddie, Odetta y Jack los compañeros destinados a formar su ka-tet y enfrentar los desafíos que les esperan en este viaje épico?

Con su característica prosa envolvente y su habilidad para tejer narrativas complejas, Stephen King nos sumerge en un universo lleno de peligros, misterios y personajes inolvidables en “La llegada de los tres”. Esta obra no solo deleita a los fanáticos de la fantasía oscura, sino que también ofrece una reflexión profunda sobre la naturaleza del destino y el poder de la redención en medio del caos y la adversidad. Una continuación magistral que deja a los lectores ansiosos por descubrir qué depara el siguiente capítulo en la saga de la Torre Oscura.

I. LA PUERTA

1

Tres. Ése es el número de tu destino.

¿Tres?

Si, el tres es místico. Hay tres en el corazón del mantra.

¿Qué tres?

El primero es de pelo oscuro. Reside al límite del robo y del asesinato. Lo ha invadido un demonio. Ese demonio se llama HEROÍNA.

¿Qué demonio es ése? No lo conozco, ni siquiera de las historias de infancia.

Intentaba hablar, pero había perdido la voz, la voz del oráculo, Sta-lut, la Puta de los Vientos, ambas habían desaparecido. Vio una carta que descendía flotando de ninguna parte a ninguna parte. En la carta, un mandril sonreía desde la espalda de un hombre joven de pelo oscuro. Sus dedos, sorprendentemente humanos, estaban enterrados con tal fuerza en el cuello del hombre que las primeras falanges habían desaparecido entre la carne. Al mirar más de cerca, el pistolero vio que el mandril llevaba una fusta en una de aquellas manos predadoras que estrangulaban. El rostro del hombre parecía retorcerse en un horror silencioso.

El Prisionero. El hombre de negro (que antaño fuera un hombre de confianza para el pistolero, un hombre llamado Walter) suspiró burlón:

—Un poco molesto, ¿eh? Un poco molesto… un poco molesto… un poco molesto… un poco…

2

El pistolero se despertó de golpe gesticulando con la mano mutilada, convencido de que en cualquier momento alguna de aquellas monstruosidades con caparazón del mar del Oeste se le echaría encima, preguntando desesperadamente en su idioma extraño al tiempo que le desgajaba el rostro de la cabeza.

Pero fue una gaviota, atraída por el reflejo de la luz del alba en los botones de su camisa, lo que se alejó de él con un graznido asustado.

Rolando se incorporó.

La mano latía sin fin, destrozada. Otro tanto ocurría con el pie. Los dedos arrancados insistían en que seguían allí. Había perdido la mitad inferior de la camisa; el resto parecía una túnica desgarrada. Había utilizado un trozo para vendarse la mano y otro para envolver la bota.

«Largaos —dijo a las partes ausentes de su cuerpo—. Largaos. Ahora sois fantasmas. Largaos.»

Sirvió de algo. No mucho, pero algo sí. Eran fantasmas, sí, pero fantasmas vivos.

Se comió una rodaja de carne de caballo curada al sol. Su boca la despreciaba, al igual que el estómago, pero insistió. Una vez que la tuvo dentro, se sintió más fuerte. En cualquier caso, le quedaba poca. Y estaba casi sentado encima.

Había cosas que hacer.

Se levantó con escaso equilibrio y miró alrededor. Los pájaros volaban y se lanzaban al agua, como si el mundo les perteneciera. Los monstruos habían desaparecido. Tal vez fueran nocturnos, o acaso llegaran con la marea. En aquel momento, daba lo mismo.

“La llegada de los tres” de Stephen King

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