La isla de las voces
Resumen del libro: "La isla de las voces" de Robert Louis Stevenson
En “La isla de las voces”, Robert Louis Stevenson nos transporta a un mundo lleno de misterio y magia en las exóticas y evocadoras Islas del Pacífico Sur. La historia sigue a Keola, un joven nativo que, junto a su ambicioso suegro Kalamake, descubre los secretos oscuros de la hechicería. Kalamake, un mago local, lleva a Keola a una isla mágica donde los espíritus y las voces de los muertos convergen, creando un ambiente de terror y maravilla.
El relato se desarrolla con una tensión creciente cuando Keola, inicialmente fascinado por las habilidades sobrenaturales de Kalamake, comienza a percibir los peligros y la avaricia que acompañan a estos poderes. La magia que inicialmente parecía ser una bendición, rápidamente se revela como una maldición, poniendo a prueba la moralidad y la humanidad de los personajes. La prosa de Stevenson, rica y detallada, sumerge al lector en un paisaje de ensueño que es tanto bello como inquietante.
Stevenson utiliza este escenario fantástico para explorar temas universales como la ambición, la ética, y el choque entre lo tradicional y lo sobrenatural. La descripción vívida de las islas y la interacción dinámica entre los personajes proporcionan una crítica sutil pero profunda de la naturaleza humana y sus deseos más oscuros.
Robert Louis Stevenson fue un maestro del estilo literario. Creía firmemente que la prosa requería un esfuerzo mayor que el verso, ya que demandaba una constante variación y fluidez. Stevenson se dedicó a estudiar el impacto de los sonidos y la transición entre ellos para crear una prosa musical y cautivadora. Su habilidad para tejer historias que capturan la imaginación y exploran las profundidades del alma humana lo ha convertido en una figura destacada de la literatura mundial.
Nacido en Escocia, Stevenson encontró en los mares del sur una fuente inagotable de inspiración. Obras como “La isla del tesoro” y “El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde” han cimentado su reputación como uno de los grandes narradores de aventuras y misterio. Jorge Luis Borges, otro gigante literario, reconoció en Stevenson una forma de la felicidad desde su niñez, lo que resalta la capacidad de Stevenson para tocar el corazón de los lectores de todas las edades.
En resumen, “La isla de las voces” no solo es una fascinante historia de magia y aventura, sino también una reflexión profunda sobre la naturaleza humana y los peligros de la ambición desmedida. La maestría narrativa de Stevenson y su habilidad para crear atmósferas y personajes inolvidables hacen de este cuento una joya literaria digna de ser leída y releída.
Prólogo
Me es tan difícil escribir sobre Stevenson como escribir sobre un amigo íntimo. El hecho es que se trata de un amigo íntimo, aunque él murió en una isla perdida del Pacífico en 1894 y yo naciera en Buenos Aires, una ciudad perdida del sur, cinco años después. Hay escritores cuya imagen es harto más vivida que su obra; Byron y Goethe son ilustres ejemplos. Lo contrario ocurre con otros; a Shakespeare casi no lo vemos entre la multitud de sus personajes y Sherlock Holmes y el doctor Watson han conseguido que Sir Arthur Conan Doyle sea un hombre invisible. En el caso de Stevenson, el escritor y su obra, el soñador y el sueño, perduran con pareja intensidad.
Robert Louis Stevenson nació en Edimburgo en 1850 y, en sus muchas andanzas por la tierra, no dejó nunca de sentir el amor de Escocia. Sus mayores fueron constructores de faros y en uno de sus poemas celebra the towers wefounded and the lamps we lit (las torres que fundamos y las lámparas que encendimos). Estudió ingeniería y derecho, pero desde temprano su vocación fue la literatura. La tuberculosis lo empujó hacia el sur; viajó por Bélgica, por Francia y por Suiza siempre pintando y escribiendo. Esta sensibilidad visual de los primeros años de aprendizaje ilumina toda su obra, como ocurrirá con Chesterton. En uno de sus viajes llegaron con su hermano a una posada. Era de noche; por la ventana vieron alrededor del fuego a un grupo de personas desconocidas. Entre ellas había dos mujeres; Stevenson señaló la mayor y le dijo a su hermano: «¿Ves esa mujer? Voy a casarme con ella». Cuando se conocieron se enteró que era norteamericana, casada, que su nombre era Lloyd Osbourne y que vivía en San Francisco de California. Años después supo que había enviudado. No le escribió, como emigrante atravesó el Atlántico y luego, en un vagón de tercera clase, el continente. Se casaron y él la llevó a Escocia, tenía entonces treinta años. Impulsado por la urgencia de su mal Stevenson siempre quiso adelantarse a su destino. En un otoño lluvioso, escribió la Isla del tesoro para su hijastro, en tantas noches como capítulos. Había empezado dibujando en el suelo, con tiza de colores, una isla fantástica, llena de bahías, de bosques y de montañas; ese mapa le revelaría después las acechanzas y caminos de sus piratas. La vida de este hombre valeroso fue en buena parte una fuga, un éxodo en busca de la salud. En 1890, su necesidad de un clima benigno lo llevó a las islas del Pacífico, de las que no volvió. Los nativos le habían dado el apodo de Tusitala, el Narrador de Cuentos. Ahí escribió, en colaboración con su hijastro, la menos famosa y acaso la mejor de sus novelas, The Wrecker, El comprador de naufragios. Dejó una vasta obra en la que conviven la historia, el drama, el ensayo crítico o autobiográfico, el cuento, la novela y el verso. Su poesía es tan perfecta que suele parecemos inevitable y aun fácil.
A veces, la nostalgia lo llevó a usar el dialecto de su patria. Murió súbitamente en Vailima el 4 de diciembre de 1894.
Según se sabe, existe en Escocia el mito celta del fetch, el doble que los hombres ven antes de morir. Este tema, el de un doble, le inspiró trabajos de muy diversa índole; el más famoso es El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde, publicado en 1886. El título sugiere una pluralidad que luego resulta ilusoria. Quienes han intentado la versión cinematográfica han utilizado siempre un solo actor; más eficaz hubiera sido recurrir a dos, para que su identidad final fuera más asombrosa. Oscar Wilde recordaría a Jekyll y Hyde cuando imaginó El retrato de Dorian Gray. Uno de los relatos de este volumen —no diremos cuál— vuelve a esa obsesión.
Stevenson fue un artífice del estilo. Creía que el ejercicio de la prosa es más difícil que el del verso, ya que, una vez compuesto un verso, éste nos da el modelo para los otros, en tanto que la prosa exige variaciones continuas, gratas y encadenadas. Estudió el predominio de un sonido sobre otro y el juego eficaz de sus transiciones. El hecho de que en todas las literaturas el verso es anterior a la prosa parece justificar su tesis.
El fantástico Londres que nos encanta en las ficciones de Chesterton ya había sido descubierto por Stevenson en sus Nuevas mil y una noches (1878), que incluye la asombrosa aventura del Club de los suicidas. La crítica ha consagrado como sus obras maestras a The Master of Ballantrae, El Señor de Ballantrae (1889), cuyo tema es el odio entre hermanos, y Weir of Hermiston, que narra la insalvable discordia de un padre y su hijo y que dejó inconclusa la muerte. No quiero olvidarme de The Ebb Tide (1894), también escrita en colaboración con Lloyd Osbourne; Bernard Shaw juzgó que esta colaboración fue benéfica, pues obligaba a Stevenson a atenerse al argumento e impedía que se dejara llevar por su demasiado generosa imaginación. En la enumeración de sus libros he olvidado su epistolario que tiene la mágica virtud de que ese hombre muerto siga ganando nuevos e íntimos amigos.
Dos de los cuentos de este volumen tienen por escenario los mares del sur. Markheim ocurre en una ciudad indeterminada; Thrawn Janet en Escocia. Los he elegido porque son los que siguen perdurando en mi vieja memoria.
Desde la niñez, Robert Louis Stevenson ha sido para mí una de las formas de la felicidad.
Jorge Luis Borges
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Robert Louis Stevenson.Conocido como uno de los más destacados novelistas británicos del siglo XIX, nació el 13 de noviembre de 1850 en Edimburgo, Escocia, y falleció el 3 de diciembre de 1894 en Samoa. Este prolífico autor, cuya influencia en la literatura perdura hasta el día de hoy, dejó una marca indeleble en el mundo literario con su versatilidad y su pasión por la narración.
Stevenson es ampliamente reconocido por su contribución a géneros literarios diversos, desde novelas de aventuras e históricas hasta cuentos y poesía. Su obra más icónica, "La isla del tesoro", es un ejemplo magistral de narrativa de aventuras que ha cautivado a lectores de todas las edades a lo largo de generaciones. Además, su novela de horror psicológico, "El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde", explora temas profundos sobre la dualidad de la naturaleza humana y ha dejado una huella duradera en la literatura de terror.
Stevenson también demostró un interés apasionado por los viajes, lo que se refleja en sus crónicas de viaje y sus aventuras personales por el Pacífico Sur. Estas experiencias se tradujeron en obras como "Cuentos de los Mares del Sur", que ofrecen una visión fascinante de las culturas y paisajes de las islas del Pacífico.
Además de su destreza como novelista, Stevenson era un ensayista perspicaz, y su obra ensayística abordó temas diversos, desde la moralidad hasta la política. Su compromiso con cuestiones sociales y su valiente defensa del Padre Damián, un misionero católico en Hawai, en su carta abierta, demuestran su disposición a utilizar su voz para abordar temas importantes de su tiempo.
A lo largo de su vida, Stevenson luchó contra problemas de salud, incluida la tuberculosis, pero su determinación por vivir y crear fue insuperable. Su capacidad para combinar aventura, misterio y profundidad emocional en sus escritos le ha ganado un lugar perdurable en la literatura universal. La figura de Stevenson sigue siendo un faro de inspiración para escritores y amantes de la literatura en todo el mundo, y su legado literario perdura como un tesoro invaluable en la historia de la literatura británica.