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La historia de tu vida

La historia de tu vida - Ted Chiang

La historia de tu vida - Ted Chiang

Resumen del libro:

La obra completa del último gran maestro de la ciencia-ficción.
Una torre que se alza sobre la llanura mesopotámica hasta tocar la bóveda del cielo. Dos hombres que alcanzan un grado de inteligencia tan alto que se asemejan a dioses. La prueba de que las matemáticas carecen de sentido. Un lenguaje alienígena que permite a quienes lo leen expandir su consciencia a lo largo del tiempo. La cábala y la teoría de la preformación se combinan en una Inglaterra victoriana salida de nuestros sueños, o de nuestras pesadillas. Ante la llegada de los metahumanos, la ciencia humana se ve reducida a una nota a pie de página. En un universo donde Dios existe sin que quepa ninguna duda, ¿es posible no amarle? Y si pudieras programarte para ignorar las apariencias, ¿te arriesgarías a perder toda percepción de la belleza humana?

La torre de Babilonia

Si la torre estuviera tumbada sobre la llanura de Shinar, se tardaría dos días en caminar desde un extremo al otro. Pero como la torre se alza en vertical, se tarda un mes y medio en subir de su base a su cima, si quien sube no lleva carga alguna. Pero pocos hombres suben a la torre con las manos vacías; el paso de la mayoría se reduce por la carreta de ladrillos de la que tiran. Transcurren cuatro meses entre el día en que se carga un ladrillo en una carreta y el día en que se toma de ella para que forme parte de la torre.

Hillalum había pasado toda la vida en Elam, y sabía de Babilonia sólo porque era compradora de cobre elamita. Los lingotes de cobre se transportaban en barcos que viajaban Karun abajo hasta el Mar Inferior, rumbo al Éufrates. Hillalum y los demás mineros viajaron por tierra, siguiendo una caravana de mercaderes compuesta por onagros de carga. Anduvieron por un sendero polvoriento que descendía de la meseta y atravesaba las llanuras para llegar a los verdes campos cruzados por canales y diques.

Ninguno de ellos había visto la torre antes. Se hizo visible cuando aún estaban a muchas leguas de distancia: una línea fina como una hebra de lino, oscilando en el aire caliente, elevándose de la costra de barro que era la propia Babilonia. Cuando se acercaron, la costra se convirtió en las poderosas murallas de la ciudad, pero ellos sólo tenían ojos para la torre. Cuando por fin bajaron la vista al nivel de la llanura fluvial, vieron las marcas que la torre había hecho en el exterior de la ciudad: el propio Éufrates corría ahora por el fondo de un lecho ancho y hundido, excavado para obtener arcilla con la que moldear ladrillos. Al sur de la ciudad podía verse una hilera tras otra de hornos ya apagados.

Al aproximarse a las puertas de la ciudad, la torre parecía más enorme que nada que Hillalum hubiera imaginado jamás: una simple columna que debía ser tan ancha como un templo entero, y que sin embargo se alzaba tan alta que se reducía hasta hacerse invisible. Todos caminaban con la cabeza echada hacia atrás, entornando los ojos contra el sol.

Nanni, el amigo de Hillalum, le dio un codazo, pasmado.

—¿Tenemos que subir esa cosa? ¿Hasta arriba?

—Subir para cavar. Parece… antinatural.

Los mineros llegaron a la puerta central de la muralla occidental, por donde salía otra caravana. Mientras se agrupaban en la estrecha franja de sombra que proporcionaba la muralla, Beli, su capataz, se dirigió a gritos a los guardianes de las torres de la puerta.

—Somos los mineros convocados desde la tierra de Elam.

Los guardianes estuvieron encantados. Uno respondió:

—¿Sois aquéllos que van a cavar para atravesar la bóveda del cielo?

—Lo somos.

La ciudad entera estaba de fiesta. El festival había comenzado hacía ocho días, cuando los últimos ladrillos fueron enviados a la torre, y durarían dos más. Cada día y cada noche, la ciudad se regocijaba, bailaba, festejaba.

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