La espada y la rosa

Resumen del libro: "La espada y la rosa" de

Antonio Martínez Menchén, autor de una prolífica obra que transita entre la narrativa adulta y juvenil, demuestra en “La espada y la rosa” su capacidad para mezclar el rigor histórico con el encanto de la aventura clásica. Su literatura, caracterizada por una prosa cuidada y una mirada crítica al pasado, encuentra en esta novela un equilibrio perfecto entre acción y reflexión.

La historia comienza en una noche helada, cuando un misterioso peregrino llega, enfermo y agotado, al monasterio. Su presencia será la primera pieza de un engranaje que cambiará el destino de Moisés, el hijo del barón de Forner, quien ha sido despojado de su título y su herencia tras la muerte de su padre. Solo y vulnerable, su camino se cruza con el hermano Martín y el barón de Monsalve, un viejo cruzado que le brindará la oportunidad de conocer el mundo y forjar su propio destino.

A lo largo de la narración, Moisés enfrenta pruebas que desafían su coraje y determinación. En un viaje marcado por la traición y la revelación de un secreto que cambiará su vida, el protagonista madura y descubre que la identidad y el honor no dependen de la sangre ni de los títulos, sino de los actos y las decisiones personales. La novela se sumerge en un contexto medieval ricamente detallado, donde la ambición y la lucha por la justicia se entrelazan en una trama absorbente.

“La espada y la rosa” es una obra que, sin renunciar a su carácter juvenil, ofrece una lectura profunda y apasionante. Menchén construye personajes complejos, con motivaciones bien definidas, y una atmósfera envolvente que atrapa al lector desde la primera página. Con un ritmo equilibrado entre acción y desarrollo emocional, la novela se erige como una lectura imprescindible para quienes buscan historias donde la aventura y la reflexión caminan de la mano.

Libro Impreso

A mi sobrina Anabel,
amante de todo lo medieval.

Nota preliminar

Este relato no pretende ser una novela histórica. De hecho tan sólo he seguido los hechos históricos en el episodio referente a la primera cruzada. El resto tanto en los nombres como en los lugares y acontecimientos, es completamente imaginario. Incluso la cronología puede resultar algo fantástica, pues en el transcurrir novelesco los años pueden equipararse a decenios, tal como ocurre a quienes vivieron en la maravillosa isla de Avalan.

Lo que he pretendido en este relato es dar a conocer a los muchachos algo de lo que por diversas razones se encuentran alejados: la literatura medieval. Así que dentro de una estructura argumental original pero que responde a la de múltiples obras medievales y a la de los cuentos de hadas, he ido insertando como trama una serie de temas tomados de diversas obras de la Edad Media -poemas caballerescos y religiosos, lais, fábulas- que el conocedor podrá fácilmente identificar. Unas veces -como en la leyenda del Caballero del Cisne según La gran conquista de Ultramar- la transposición, aunque resumida, es muy fiel; otras veces he transformado o modificado el tema original; otras en fin, me he limitado casi a una breve cita.

Aunque la mayoría de las fuentes utilizadas lo han sido de la literatura medieval occidental, y muy particularmente de la francesa, también he manejado, sobre todo en la aventura fantástica de Gilberto, fuentes orientales. La diferencia entre una y otra es escasa, ya que ambas se encuentran en ese terreno común, fuente de toda la gran literatura, que es el relato mítico. Con todo ello he pretendido construir una obra eminentemente lúdica, en la que, mediante una serie de temas literarios medievales, se dé al joven lector, una panorámica de todo un período histórico –la Baja Edad Media– con su belleza y su miseria, su brutalidad y su piedad, su ignorancia y su sabiduría, su crueldad y su religiosidad profunda.

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El monasterio abandonado

Cuando empieza a tañer la campana es que va a soplar el viento del norte.

Una vez pregunté al hermano Martín por qué toca esa campana sin que nadie la agite, pero el hermano no supo responder.

La campana es pequeña. Cuelga en una espadaña situada sobre la puerta de entrada del monasterio. Esa puerta, como todo el monasterio salvo la antigua cocina del patio donde vivimos Martín y yo, se encuentra en ruinas. Nadie puede hacer sonar la campana. Sólo el viento del norte.

Pero la campana tañe antes de que el viento del norte comience a soplar. Tañe al atardecer, en días oscuros como éste con el cielo cubierto de nubarrones plomizos que penden inmóviles del aire. Pasa gritando una bandada de cuervos y apenas se han perdido sus gritos allá hacia el sur, comienza a tañer la campana. Es entonces cuando dice el hermano Martín: «Moisés, añade un buen tronco al fuego. El viento del norte va a soplar.»

Pronto comienzan sus aullidos. Porque el viento del norte nos trae los aullidos del lobo y los demonios, aunque yo no sé si se limita a traer sus aullidos o son esos mismos aullidos los que forman, los que constituyen la propia sangre y carne del viento del norte.

Vuelan en remolinos las últimas hojas del otoño. Tiemblan cimbreándose hasta rozar el suelo con su copa los álamos y los cipreses. A veces uno se desgaja con un gemido casi humano, pero más fuerte, más intenso; tal un gigante que gimiera. Entran ráfagas heladas por la puerta, por la chimenea, esparciendo las llamas. Es atroz este silbido que llega hasta los huesos. Cuando ya todo está oscuro, las llamas agitadas pintan las paredes con figuras siniestras. Temblando de frío y miedo me acurruco junto al hermano Martín. Es entonces cuando el hermano me narra antiguas historias, historias de monjes que vendieron su alma al maligno, de leprosos que ponen sordina a su campanilla para sorprender al viajero, de partidas de soldados que incendian y asolan la campiña, de campesinos hambrientos que acechan a los niños a quienes asesinan y luego devoran para combatir su hambruna, de siervos fugitivos que viven entre las bestias salvajes en lo profundo del bosque. Silba el viento, se agitan bajo su soplo las llamas del hogar que llenan en su danzar de inquietantes figuras las paredes y yo, tembloroso y asustado, me acurruco junto al hermano que narra antiguas historias. De pronto el monje cesa en su parla.

–Escucha –dice–, escucha el silencio. El viento ha dejado de soplar. Ahora está nevando.

Sí. Ha comenzado a nevar. Me esfuerzo en ver, a través de la tabla rota en la parte superior de la puerta de roble que el hermano atranca con un grueso leño, los copos blancos que caen mansamente sobre el huerto, pero mis ojos no pueden taladrar la oscuridad.

El hermano y yo permanecemos junto al fuego que ahora arde tranquilo. Me gana el sueño y quedo dormido junto al lar. No sé el tiempo que llevaré durmiendo, cuando el salvaje silbar de una ráfaga de viento en la chimenea me despierta sobresaltado.

El viento del norte sopla otra vez. Ahora ya no caerán lentos y mansos los copos de nieve, sino que la ventisca los agitará en cegadores torbellinos. Que Nuestro Señor y su Santa Madre tengan piedad de quien yerre su camino en noche como ésta.

Antonio Martínez Menchén. Nacido en Linares en 1930 y fallecido en Madrid en 2022, es uno de esos nombres que, aunque esquivos para el gran público, resuenan con fuerza en los círculos de la literatura exigente. Su obra, a caballo entre la narrativa para adultos y la literatura juvenil, se inscribe en la tradición de los escritores que no temen abordar el conflicto, la memoria y la identidad con una prosa precisa y una estructura narrativa renovadora.

Su infancia transcurrió en Segovia, un escenario que marcaría a fuego su imaginario literario. La Guerra Civil le sorprendió en esa ciudad, y la posguerra dejó en él una huella imborrable que más tarde trasladaría a sus ficciones. Estudioso del Derecho y la Psicología industrial, su vida profesional discurrió en la administración pública, pero su vocación literaria no se doblegó ante la rutina burocrática. Casado con la pintora Jesusa Aguirre, hija del artista Lorenzo Aguirre, formó parte de una familia de creadores en la que también se inscribe su hermano, el escritor Andrés Sorel, y su hijo, el poeta Carlos Martínez Aguirre.

Su irrupción en la escena literaria se produjo en los años sesenta de la mano del legendario editor Carlos Barral. Con "Cinco Variaciones" (1963) y "Las Tapias" (1968), Menchén apostó por una narrativa innovadora que bebía del monólogo interior y el flujo de conciencia, siguiendo la estela de autores anglosajones como James Joyce. Pero su experimentación formal no era un simple juego estético: en su obra latía una crítica feroz al contexto social y cultural de la posguerra española, un compromiso que mantuvo hasta el final de su carrera.

Si en la narrativa para adultos su mirada se posó sobre los fantasmas del pasado reciente, en su producción juvenil Menchén recurrió a la aventura como vía para canalizar sus obsesiones. "Fosco" (1985), primer volumen de una trilogía ambientada en la Segovia de posguerra, es un claro ejemplo de cómo trasladó sus temáticas habituales a un público más joven sin perder un ápice de su fuerza narrativa. En obras como "Con el viento en las velas" (1996) o "La espada y la rosa" (1993), la huella de la novela de aventuras clásica se mezcla con una profunda reflexión sobre el destino, la valentía y el aprendizaje.

Más allá de su faceta de narrador, Martínez Menchén destacó como ensayista, con incursiones en el análisis de la narrativa infantil y el folclore. "Narrativa infantil y cambio social" (1971) y "Cuentos populares españoles" (1981) son testimonios de su interés por la literatura como reflejo y motor de transformación social. Colaborador habitual de publicaciones de prestigio como "Cuadernos para el Diálogo", "Cuadernos Hispanoamericanos" o "República de las Letras", su pensamiento crítico se proyectó en ensayos y artículos que exploraban las tensiones entre literatura y sociedad.

En 2010, su ciudad natal le rindió homenaje nombrándolo Consejero de Honor del Centro de Estudios Linarenses, un reconocimiento a la altura de su legado. Su muerte en 2022 cerró el capítulo de una vida dedicada a la palabra, pero su obra sigue ahí, esperando ser redescubierta por lectores que busquen en la literatura algo más que simple entretenimiento: un espejo de la historia, una exploración del alma humana, un viaje sin concesiones por la memoria y la verdad.