Resumen del libro:
Carl Sagan, astrónomo, astrofísico y divulgador científico, se destaca como uno de los comunicadores de ciencia más influyentes de nuestro tiempo. Su talento para simplificar conceptos complejos y despertar el asombro por el cosmos lo convierte en una figura accesible y respetada tanto en la comunidad científica como en el ámbito popular. Con un estilo claro y una amplitud de conocimientos asombrosa, Sagan explora los grandes misterios del universo en un esfuerzo por acercarnos a la ciencia y su poder transformador.
En “La diversidad de la ciencia”, Sagan ofrece una reflexión profunda y personal sobre la relación entre ciencia y religión, un tema que siempre ha generado intensos debates. Su participación en las Conferencias Gifford de Teología Natural en 1985, con motivo de su centenario, fue el punto de partida para esta obra. Las conferencias, celebradas en Escocia, tenían el propósito de investigar la naturaleza de lo sagrado y la espiritualidad desde una perspectiva científica, y Sagan aprovechó esta plataforma para indagar en cuestiones fundamentales sobre la vida, el cosmos y la trascendencia. Con una voz directa y realista, el autor invita a explorar no solo el universo físico, sino también el sentido profundo de la existencia humana.
A lo largo del libro, Sagan toca temas como la posibilidad de vida inteligente en otros planetas, el creacionismo y el impacto de una potencial aniquilación nuclear. Su enfoque es equilibrado y abierto, evitando posturas dogmáticas y, en cambio, promoviendo el valor de la duda como motor del conocimiento. Con ejemplos de la cosmología, la física, la filosofía y la mitología, el autor traza un mapa intelectual donde las fronteras entre lo sagrado y lo científico se diluyen, permitiendo que ambas perspectivas coexistan en su análisis.
Sagan se aleja de la confrontación y abraza la curiosidad como eje central de su pensamiento. Para él, la ciencia es una forma de aproximarse a lo sagrado sin necesidad de recurrir a lo sobrenatural; en su lugar, sugiere que la comprensión del cosmos y sus maravillas puede brindar una experiencia de trascendencia. El autor cuestiona los límites de la mente humana y plantea que, en última instancia, la búsqueda de conocimiento es una expresión de lo más elevado en nuestra naturaleza.
La obra es un tributo al espíritu inquisitivo, y su impacto se extiende más allá de la ciencia para resonar en quienes buscan comprender la vida desde una perspectiva racional y espiritual. “La diversidad de la ciencia” no solo es un libro sobre el universo físico, sino también una meditación sobre nuestra existencia en él, y un recordatorio de la responsabilidad que tenemos en la preservación de la vida en la Tierra.
Introducción del autor
En estas conferencias, siguiendo el tema propuesto por la Fundación Gifford, me gustaría transmitirles mis opiniones sobre lo que solía llamarse teología natural, que, tal como yo lo entiendo, engloba todo lo que existe que no nos ha sido transmitido mediante revelación. Se trata de un concepto muy amplio, por lo que me veré obligado a seleccionar y elegir los temas. Quiero destacar que el contenido serán mis propias opiniones personales en ese terreno fronterizo entre ciencia y religión. Se ha escrito muchísimo sobre este asunto, sin duda más de diez millones de páginas o, aproximadamente, 1011 bits de información, como mínimo. Y, sin embargo, nadie puede afirmar haber leído ni una diminuta fracción de este corpus de literatura, ni siquiera una fracción representativa. Así pues, sólo con la esperanza de que no haga falta leer la mayor parte de lo que se ha escrito puede uno abordar esta cuestión. Soy consciente de las muchas limitaciones de que adolece mi comprensión de ambos conceptos, por lo que pido de antemano su indulgencia. Afortunadamente, después de cada una de las charlas, había un turno de preguntas durante el cual podían señalárseme los errores más atroces, y debo decir que me deleitó sinceramente el vigoroso toma y daca de estas sesiones.
Aun en el caso de que fuera posible establecer conceptos definitivos sobre este tema, ésa no sería en absoluto mi pretensión. Mi objetivo es mucho más modesto. Sólo espero esbozar mi propio pensamiento y mi manera de entender este concepto con la confianza de que estimule a otros a ir más allá y, quizá gracias a mis errores —que espero que no sean muchos, aunque es inevitable que los haya—, surjan nuevas ideas.
Carl Sagan
Glasgow, Escocia, 14 de octubre de 1985.
CAPÍTULO 1
NATURALEZA Y MARAVILLA: UN RECONOCIMIENTO DEL CIELO
Debe de ser difícil para el hombre verdaderamente piadoso transitar por la senda que media entre la sima de la impiedad y el pantano de la superstición.
Plutarco
Sin duda hay que evitar ambos extremos, pero ¿qué son? ¿Qué es la impiedad? ¿La preocupación por evitar la «sima de la impiedad» no es precisamente el tema del que vamos a hablar? ¿Y qué es en concreto la superstición? ¿Es sólo, como han dicho algunos, la religión de los otros? ¿O hay algún baremo a partir del cual podamos definir lo que constituye superstición?
Yo diría que la superstición no se caracteriza por su pretensión de ser un corpus de conocimiento sino por su método de búsqueda de la verdad. Y la superstición consiste en algo muy simple: se trata de creer sin pruebas. Intentaré abordar la cuestión de qué constituye una prueba en esta interesante materia, y volveré más adelante a la cuestión de la naturaleza de la prueba y de la necesidad del pensamiento escéptico en las investigaciones teológicas.
La palabra «religión» proviene del latín religatio, reunir, juntar lo que ha sido separado. Es un concepto muy interesante y, en lo que respecta a buscar el vínculo más profundo entre cosas que superficialmente parecen estar separadas, creo que los objetivos de la religión y la ciencia son idénticos o casi. Pero la cuestión tiene que ver con la fiabilidad de las verdades proclamadas por ambos campos y los respectivos métodos de aproximación a las mismas.
Una de las mejores formas que conozco de experimentar el sentimiento religioso, la sensación de sobrecogimiento, es, con mucho, mirar hacia arriba en una noche clara. Creo que es muy difícil saber quiénes somos hasta que entendemos dónde estamos y cuándo. Creo que todo el mundo, en cualquier cultura, ha sentido sobrecogimiento y estupor al mirar al cielo, y eso se refleja tanto en la ciencia como en la religión. Thomas Carlyle dijo que maravillarse es la base de la adoración. Y Albert Einstein aseveró: «Creo que el sentimiento religioso cósmico es el estímulo más fuerte y más noble para la investigación científica». Así pues, si Carlyle y Einstein pudieron estar de acuerdo en algo, hay una modesta posibilidad de que pueda ser cierto.
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