Resumen del libro:
Esta novela fue concluida por Mishima la misma mañana del día de su suicidio. Se inicia con la adopción del joven Toru por parte de Honda, viejo y acaudalado jurista. Toru, prototipo de belleza masculina, frío e imperturbable, evoluciona desde un talante ejemplar hasta alcanzar una sublimación del individualismo de modo cada vez más inhumano y autodestructivo. Una gran novela en donde Mishima expresa su desprecio por el Japón moderno y por el progreso económico, causa de la pérdida de los valores espirituales.
Capítulo 1
Mar afuera, la neblina tornaba negros los barcos lejanos. Aun así el día era más claro que el precedente. Podía distinguir las crestas de la península de Izu. El mar de mayo se hallaba tranquilo. El sol era fuerte, apenas había mechones de nubes y el mar estaba azul.
Contra la orilla rompían diminutas ondas. Pero antes de quebrarse había algo de repelente en los colores de ave nocturna de las panzas de las ondas, como si contuvieran todas las variedades desagradables de algas marinas.
El batir del mar, jornada tras jornada, diaria repetición del batir del mar de leche en la leyenda india. Tal vez el mundo no le permitía reposo. Tal vez algo en el mar conjuraba toda la maldad que había en su naturaleza.
La turgencia del mar de mayo, agitando incansable e inquieto sus reflejos, una miríada de diminutos clavos.
Tres aves parecieron trocarse en una en lo alto del cielo. Luego se separaron en desorden. Había algo maravilloso en aquella unión y en aquella separación. Tenía que significar algo aquel llegar, tan juntas que podían sentir el viento agitado por otras alas; y luego, de nuevo, la distancia azul entre ellas. Tres ideas se fundirán alguna vez en nuestros corazones.
El negro casco de un pequeño mercante, cuya chimenea lucía como emblema una montaña sobre tres líneas horizontales, brindó con su relieve una sensación de grandeza y repentina pujanza.
A las dos de la tarde el sol se envolvió en un tenue capullo de nubes, un gusano blanquecino y brillante.
El horizonte era un acerado arco de azul oscuro que encajaba perfectamente en el mar.
Por un instante, en un solo punto de la orilla, una blanca ola se alzó como un ala blanca y tornó a caer. ¿Qué significaría aquello? Tenía que ser alguna gran señal o quizás una grandiosa fantasía.
Ascendía poco a poco la marea, crecían las olas, la tierra yacía ante el más fuerte de los acosos. El sol se ocultaba tras nubes y el verde del mar cobró tonos sombríos y un tanto coléricos. Una larga línea blanca se extendía por encima, de este a oeste, como una especie de gigantesco triángulo invertido. Parecía liberarse de la llana superficie y, cerca, hacia el vértice, unas líneas en abanico se perdían sombríamente en el mar verde oscuro.
El sol salió de nuevo. Otra vez dio el mar terso cobijo a la blanca luz y a las órdenes de un viento del sudoeste, sombras innumerables, como lomos de leones marinos, se desplazaron hacia el nordeste y el noroeste, manadas inmensas de olas que se alejaban de la costa. La luna lejana mantenía un férreo dominio de la marea.
Nubes aborregadas cubrieron la mitad del cielo y su línea superior cercenó quedamente el sol.
…