La casa grande

Resumen del libro: "La casa grande" de

Álvaro Cepeda Samudio, reconocido escritor y cineasta colombiano nacido en 1926, entrega en su obra maestra “La Casa Grande” un profundo testimonio de la violencia inherente a la historia de Colombia. Ambientada en el contexto de la huelga bananera de 1928, el autor teje una narrativa poética y novelística que captura la brutalidad y la tragedia de aquellos acontecimientos que marcaron a generaciones enteras.

La historia, inspirada en las vivencias del propio Cepeda y en los relatos de los ancianos de su entorno, se adentra en los recuerdos fragmentarios de los protagonistas, recreando un collage de memorias que reflejan la complejidad de la experiencia humana. A través de esta estructura fragmentaria, el autor nos sumerge en un mundo donde los sueños se entrelazan con la desesperanza, y la muerte acecha en cada esquina.

Cepeda construye su relato con una prosa exquisita, cargada de imágenes vívidas y metáforas evocadoras que transportan al lector a los paisajes y los momentos históricos que describe. Con maestría, retrata la lucha de los trabajadores de la United Fruit, quienes, acusados injustamente de ser “cuadrilla de malhechores, incendiarios y asesinos”, fueron masacrados por las tropas oficiales en una tragedia cuyas cifras aún hoy resultan difíciles de determinar.

“La Casa Grande” no solo es un relato histórico, sino también un profundo examen de la condición humana frente a la adversidad y la violencia desatada por intereses económicos y políticos. A través de sus páginas, Cepeda nos invita a reflexionar sobre las consecuencias de la opresión y la injusticia, así como sobre la resistencia y la dignidad del pueblo colombiano frente a la adversidad. Una obra imprescindible para comprender la complejidad de la historia y la sociedad de Colombia, y un testimonio conmovedor de la fuerza del espíritu humano en tiempos oscuros.

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Para Alejandro Obregón

LOS SOLDADOS

—Estás despierto?

—Sí.

—Yo tampoco he podido dormir: la lluvia me empapó la manta. Por qué llueve tanto si no es época. Por qué crees tú que llueva tanto?

—No sé. No es época.

—Quieres un tabaco?

—Bueno.

—Qué vaina: se me mojaron todos.

—No importa.

—Cómo vamos a fumarlos así?

—No importa.

—A ti nunca te importa nada. Apuesto a que tampoco te importa que la lluvia no nos haya dejado dormir.

—La lluvia no me molesta.

—Entonces por qué no has dormido?

—He estado pensando.

—En qué?

—En mañana.

—Tienes miedo? El teniente dijo que tienen armas, pero yo no creo.

—He estado pensando por qué nos mandaron.

—No oíste lo que dijo el teniente: no quieren trabajar, se fueron de las fincas y están saqueando los pueblos.

—Es una huelga.

—Sí, pero no tienen derecho. También quieren que les aumenten los jornales.

—Están en huelga.

—Claro: y por eso nos mandaron: para acabar con la huelga.

—Eso es lo que no me gusta. Nosotros no estamos para eso.

—No estamos para qué?

—Para acabar con las huelgas.

—Nosotros estamos para todo. A mí me gusta haber venido. Yo no conozco La Zona. Y estar en comisión es mejor que estar en el cuartel: no te pasan revista, no te llaman a relación, no te pueden meter al calabozo.

—Sí pueden.

—Cómo pueden si estamos en comisión?

—No sé, pero sí pueden.

—De todas maneras es mejor que estar en el cuartel.

—Sí, pero no está bien.

—Qué importa que esté bien o no, la cosa es que estamos en comisión y no en el cuartel.

—Sí importa.

—Ahora sí importa: lo que pasa es que tienes miedo.

—Qué voy a tener miedo.

—Entonces por qué te preocupas?

—Porque si es una huelga tenemos que respetarla y no meternos.

—Ellos son los que tienen que respetar.

—A quién?

—A las autoridades, a nosotros.

—Nosotros no somos autoridades: nosotros somos soldados: autoridades son los policías.

—Está bien, pero los policías no sirven. Por eso nos mandan a nosotros.

—Lo que pasa es que los policías no han podido con ellos.

—Tú tienes miedo.

—Qué vaina! Que no tengo miedo, lo que pasa es que no me gusta esto de ir a acabar con una huelga. Quién sabe si los huelguistas son los que tienen razón.

—No tienen derecho.

—Derecho a qué?

—A la huelga.

—Tú qué sabes.

—El teniente dijo:

—El teniente no sabe nada.

—Eso sí es verdad.

—Él repite lo que le dice el comandante.

—Esta mañana, cuando estábamos amarrando los morrales, dijo: las bayetas y las esteras nada más. Y ya cuando veníamos para el barco nos hizo desbaratar los morrales, sacar las bayetas y las esteras y nos mandó al almacén por las mantas gruesas. Ya no van en cubierta sino en los planchones, dijo. No sabe nada.

—Quién dijo que estaban armados.

—El teniente, cuando nos formaron para instrucción. No oíste?

—No.

—De dónde crees tú que han sacado las armas?

—No tienen armas: nada más los machetes.

—Cómo lo sabes?

—Son jornaleros.

—Y por eso no van a tener armas.

—Sí, por eso.

—Ayúdame a exprimir la manta porque cuando entremos a los caños viene el mosquito. Coge tú la otra punta. Y tu manta? No te tapaste con la manta?

—No.

—Te empapaste íntegro.

—No importa.

—Qué hiciste con la manta?

—Envolví el fusil para que no se me mojara.

“La casa grande” de Álvaro Cepeda Samudio

Álvaro Cepeda Samudio emerge en la literatura colombiana como un espíritu rebelde y visionario. Nacido en Barranquilla el 30 de marzo de 1926, este escritor y periodista marcó el pulso cultural de su país con una pluma audaz y un compromiso inquebrantable con la realidad social. Desde muy joven, a los dieciocho años, se adentró en el periodismo con una columna en El Heraldo, en la que abordaba temas políticos y sociales con una aguda mirada crítica y una voz que resonaba en el alma de su nación.

A lo largo de su carrera, Cepeda Samudio se distinguió por su versatilidad y pasión por la cultura. Con colaboraciones en El Nacional, The Sporting News y la innovadora revista Crónica, compartió su visión junto a figuras icónicas como Gabriel García Márquez, Germán Vargas y Alfonso Fuenmayor. Su labor en el Diario del Caribe, donde fungió como editor de 1961 a 1972, evidenció un compromiso profundo con el periodismo y la transformación cultural, convirtiéndolo en un referente clave de la escena mediática colombiana.

Como escritor, su obra se caracteriza por un estilo original, urbano y profundamente Caribe, que rompió con el tradicional costumbrismo para abrir paso a una narrativa renovada y vibrante. Obras como Todos estábamos a la espera y La casa grande se han erigido como pilares de la literatura del siglo XX, posicionándolo entre los padres del boom latinoamericano. Su pertenencia al Grupo de Barranquilla consolidó su papel como un transformador de la narrativa colombiana, dejando un legado imborrable que sigue inspirando a nuevas generaciones.