La casa de Bernarda Alba
Resumen del libro: "La casa de Bernarda Alba" de Federico García Lorca
A la muerte de su marido, Bernarda impone a sus hijas un luto riguroso de 8 años. Tan riguroso que ni siquiera podrán salir de casa, frustrando así las necesidades de sus cuatro hijas, ”en edad de merecer”. Después de haber negado a Martirio como prometida a un Humanes ”por ser gañán”, compromete a Angustias con Pepe ”El Romano”. La aparición de este personaje desencadena una serie de acontecimientos que degenera en una confrontación entre la madre y las hijas y sobre todo entre éstas últimas. Poncia, una de las criadas de confianza de la casa, trata de advertir a la señora sobre las consecuencias de una disciplina tan rígida. Pero Bernarda rechaza todas las críticas; primero para no perder su aparente seguridad y, segundo, porque no puede aceptar consejos de una persona que está a su servicio.
ACTO PRIMERO
(Habitación blanquísima del interior de la casa de Bernarda. Muros gruesos. Puertas en arco con cortinas de yute rematadas con madroños y volantes. Sillas de anea. Cuadros con paisajes inverosímiles de ninfas o reyes de leyenda. Es verano. Un gran silencio umbroso se extiende por la escena. Al levantarse el telón está la escena sola. Se oyen doblar las campanas.)
(Sale la Criada)
CRIADA.— Ya tengo el doble de esas campanas metido entre las sienes.
LA PONCIA.— (Sale comiendo chorizo y pan) Llevan ya más de dos horas de gori-gori. Han venido curas de todos los pueblos. La iglesia está hermosa. En el primer responso se desmayó la Magdalena.
CRIADA.— Es la que se queda más sola.
LA PONCIA.— Era la única que quería al padre. ¡Ay! ¡Gracias a Dios que estamos solas un poquito! Yo he venido a comer.
CRIADA.— ¡Si te viera Bernarda…!
LA PONCIA.— ¡Quisiera que ahora, que no come ella, que todas nos muriéramos de hambre! ¡Mandona! ¡Dominanta! ¡Pero se fastidia! Le he abierto la orza de chorizos.
CRIADA.— (Con tristeza, ansiosa) ¿Por qué no me das para mi niña, Poncia?
LA PONCIA.— Entra y llévate también un puñado de garbanzos. ¡Hoy no se dará cuenta!
VOZ.— (Dentro): ¡Bernarda!
LA PONCIA.— La vieja. ¿Está bien cerrada?
CRIADA.— Con dos vueltas de llave.
LA PONCIA.— Pero debes poner también la tranca. Tiene unos dedos como cinco ganzúas.
VOZ.— ¡Bernarda!
LA PONCIA.— (A voces) ¡Ya viene! (A la Criada) Limpia bien todo. Si Bernarda no ve relucientes las cosas me arrancará los pocos pelos que me quedan.
CRIADA.— ¡Qué mujer!
LA PONCIA.— Tirana de todos los que la rodean. Es capaz de sentarse encima de tu corazón y ver cómo te mueres durante un año sin que se le cierre esa sonrisa fría que lleva en su maldita cara. ¡Limpia, limpia ese vidriado!
CRIADA.— Sangre en las manos tengo de fregarlo todo.
LA PONCIA.— Ella, la más aseada; ella, la más decente; ella, la más alta. Buen descanso ganó su pobre marido.
(Cesan las campanas.)
CRIADA.— ¿Han venido todos sus parientes?
LA PONCIA.— Los de ella. La gente de él la odia. Vinieron a verlo muerto, y le hicieron la cruz.
CRIADA.— ¿Hay bastantes sillas?
LA PONCIA.— Sobran. Que se sienten en el suelo. Desde que murió el padre de Bernarda no han vuelto a entrar las gentes bajo estos techos. Ella no quiere que la vean en su dominio. ¡Maldita sea!
CRIADA.— Contigo se portó bien.
LA PONCIA.— Treinta años lavando sus sábanas; treinta años comiendo sus sobras; noches en vela cuando tose; días enteros mirando por la rendija para espiar a los vecinos y llevarle el cuento; vida sin secretos una con otra, y sin embargo, ¡maldita sea! ¡Mal dolor de clavo le pinche en los ojos!
CRIADA.— ¡Mujer!
LA PONCIA.— Pero yo soy buena perra; ladro cuando me lo dice y muerdo los talones de los que piden limosna cuando ella me azuza; mis hijos trabajan en sus tierras y ya están los dos casados, pero un día me hartaré.
CRIADA.— Y ese día…
LA PONCIA.— Ese día me encerraré con ella en un cuarto y le estaré escupiendo un año entero. “Bernarda, por esto, por aquello, por lo otro”, hasta ponerla como un lagarto machacado por los niños, que es lo que es ella y toda su parentela. Claro es que no le envidio la vida. La quedan cinco mujeres, cinco hijas feas, que quitando a Angustias, la mayor, que es la hija del primer marido y tiene dineros, las demás mucha puntilla bordada, muchas camisas de hilo, pero pan y uvas por toda herencia.
…
Federico García Lorca. Federico del Sagrado Corazón de Jesús García Lorca, nacido el 5 de junio de 1898 en Fuente Vaqueros, España, fue uno de los poetas y dramaturgos más influyentes del siglo XX. Su vida breve, pero intensa, estuvo marcada por una inquebrantable dedicación a las artes y una profunda conexión con las complejidades del alma humana.
Lorca inició su viaje artístico en la Universidad de Granada, donde estudió Filosofía y Letras, explorando también su pasión por la música y la pintura. Su primer libro de poemas, "Impresiones y Paisajes," publicado en 1918, marcó el comienzo de una carrera literaria que fusionaba la tradición lírica española con una sensibilidad vanguardista.
La consolidación de su estilo distintivo llegó con "Canciones" (1927) y "Romancero Gitano" (1928), este último catapultándolo a la fama internacional. Lorca, profundamente arraigado en la cultura andaluza, abordó temas como el amor, la muerte y la injusticia social con una poesía lírica vibrante y evocadora.
Además de su maestría poética, Lorca destacó como dramaturgo, siendo "Bodas de Sangre," "Yerma" y "La Casa de Bernarda Alba" algunas de sus obras más destacadas. Su teatro, influenciado por el folclore español, exploraba la tragedia y la pasión con una profundidad psicológica única.
Sin embargo, la carrera ascendente de Lorca fue truncada por la Guerra Civil Española. Su afiliación republicana y su apoyo a causas progresistas llevaron a su trágica muerte a manos de las fuerzas franquistas en agosto de 1936. Su legado perdura en su vasta obra y en el impacto duradero que tuvo en la poesía y el teatro, convirtiéndolo en un ícono indiscutible de la literatura española del siglo XX.