La carretera
Resumen del libro: "La carretera" de Cormac McCarthy
La carretera, novela galardonada con el premio Pulitzer 2007 y best seller literario del año en Estados Unidos, transcurre en la inmensidad del territorio norteamericano, un paisaje literalmente quemado por lo que parece haber sido un reciente holocausto nuclear. Un padre trata de salvar a su hijo emprendiendo un viaje con él. Rodeados de un paisaje baldío, amenazados por bandas de caníbales, empujando un carrito de la compra donde guardan sus escasas pertenencias, recorren los lugares donde el padre pasó una infancia recordada a veces en forma de breves bocetos del paraíso perdido, y avanzan hacia el sur, hacia el mar, huyendo de un frío capaz de romper las rocas.
Al despertar en el bosque en medio del frío y la oscuridad nocturnos había alargado la mano para tocar al niño que dormía a su lado. Noches más tenebrosas que las tinieblas y cada uno de los días más gris que el día anterior. Como el primer síntoma de un glaucoma frío empañando el mundo. Su mano subía y bajaba al compás de la preciada respiración. Retiró la lona de plástico y se puso de pie envuelto en aquellas prendas y mantas pestilentes y buscó algún atisbo de luz en el este pero no lo había. En el sueño del que acababa de despertar vagaba por una gruta y el niño lo llevaba de la mano. La luz de los dos bailaba en las húmedas paredes de roca caliza. Como peregrinos de fábula engullidos y extraviados en las entrañas de una bestia granítica. Humeros de piedra donde el agua goteaba y cantaba. Tañendo sin tregua en el silencio los minutos de la tierra y sus horas y días y años. Hasta que se hallaban en una enorme estancia de piedra donde había un lago antiguo y negro. Y en la orilla opuesta un ser que levantaba su chorreante boca del gour y miraba hacia la luz con unos ojos tan blancos y ciegos como los huevos de araña. Balanceaba su cabeza a ras de agua como para captar el olor de aquello que no podía ver. Agazapado allí, pálido y desnudo y translúcido, sus huesos de alabastro grabados en sombra en las rocas que tenía detrás. Sus intestinos, su palpitante corazón. El cerebro que latía dentro de una empañada campana de cristal. La criatura movía la cabeza de lado a lado y luego soltaba un gemido grave y daba media vuelta y dando tumbos se alejaba silenciosamente hacia la noche.
Se levantó con la primera luz gris y dejó al chico durmiendo y caminó hasta la carretera y en cuclillas estudió la región que se extendía al sur. Árida, silenciosa, infame. Debía de ser el mes de octubre pero no estaba seguro. Hacía años que no usaba calendario. Irían hacia el sur. Aquí era imposible sobrevivir un invierno más.
Cuando hubo clareado lo suficiente observó el valle con los prismáticos. Todo palideciendo hasta sumirse en tinieblas. La suave ceniza barriendo el asfalto en remolinos dispersos. Examinó lo que podía ver. Segmentos de carretera entre los árboles muertos allá abajo. Buscando algo que tuviera color. Algún movimiento. Algún indicio de humo estático. Bajó los prismáticos y se quitó la mascarilla de algodón que cubría su cara y se frotó la nariz con el dorso de la muñeca y luego miró otra vez. Se quedó allí sentado con los gemelos en la mano, viendo cómo la cenicienta luz del día cuajaba sobre el terreno. Solo sabía que el niño era su garantía. Y dijo: Si él no es la palabra de Dios Dios no ha hablado nunca.
Cuando volvió el chico seguía durmiendo. Retiró la lona de plástico azul que lo cubría y la dobló y la llevó al carrito de supermercado y la metió dentro y regresó con los platos y unos copos de avena en su bolsa de plástico y una botella de plástico de sirope. Extendió en el suelo la pequeña lona que les servía de mesa y colocó las cosas y se sacó la pistola del cinturón y la dejó sobre el mantel y luego se quedó mirando cómo dormía el chico. Se había quitado la mascarilla por la noche y estaba sepultada bajo las mantas. Observó al chico y miró entre los árboles hacia la carretera. Ese lugar no era seguro. Ahora que era de día podían verlos desde la carretera. El chico se movió. Luego abrió los ojos. Hola, papá, dijo.
Aquí estoy.
Ya lo sé.
…
Cormac McCarthy. Es uno de los escritores estadounidenses más reconocidos y premiados de su generación. Su obra abarca diversos géneros y estilos, desde el gótico sureño hasta el western y el post-apocalíptico, y se caracteriza por una prosa precisa, caustica y poética, que explora temas como la violencia, la moralidad, la naturaleza humana y el destino.
McCarthy nació en Providence, Rhode Island, en 1933, pero se crió en Knoxville, Tennessee, donde su padre trabajaba como abogado para una compañía de energía eléctrica. Desde joven mostró interés por la literatura y publicó sus primeros relatos en la revista de la Universidad de Tennessee, donde estudió humanidades sin llegar a graduarse. También sirvió en la Fuerza Aérea de los Estados Unidos durante cuatro años, dos de ellos en Alaska.
Su primera novela, El guardián del vergel (1965), fue publicada por la prestigiosa editorial Random House gracias a la recomendación del escritor William Faulkner, con quien se le ha comparado frecuentemente. La novela narra la historia de un joven que abandona su hogar para vivir una vida errante y violenta en el sur de Estados Unidos. La novela recibió buenas críticas pero no tuvo éxito comercial.
McCarthy siguió escribiendo novelas ambientadas en el sur de Estados Unidos, como La oscuridad exterior (1968), El niño (1973) y Suttree (1979), que reflejan su experiencia personal y su visión crítica de la sociedad americana. Estas novelas se consideran parte de la tradición del gótico sureño, que combina elementos de realismo, horror y humor negro.
En 1979, McCarthy se trasladó a El Paso, Texas, donde comenzó a escribir novelas ambientadas en el oeste americano y en la frontera con México. Estas novelas son conocidas como la Trilogía de la frontera e incluyen Todos los hermosos caballos (1992), En la frontera (1994) y Ciudades de la llanura (1998). Estas novelas narran las aventuras de dos amigos vaqueros que viajan por el oeste americano y se enfrentan a los cambios sociales y culturales del siglo XX. Estas novelas le valieron a McCarthy el reconocimiento internacional y varios premios literarios, como el National Book Award y el National Book Critics Circle Award.
Otra novela destacada de McCarthy es Meridiano de sangre (1985), considerada por muchos su obra maestra. Esta novela narra la historia de un joven que se une a una banda de cazadores de indios que recorren el oeste americano sembrando el terror y la muerte. La novela es una crítica feroz a la historia violenta de Estados Unidos y una reflexión sobre el mal absoluto encarnado en el personaje del juez Holden, un ser gigantesco e intelectual que persigue al protagonista.
En 2006, McCarthy publicó La carretera (2006), una novela post-apocalíptica que narra el viaje de un padre y su hijo por un mundo devastado por una catástrofe nuclear. La novela es una historia de supervivencia y amor paternal que conmueve al lector por su crudeza y su belleza. La novela ganó el Premio Pulitzer de ficción y fue adaptada al cine en 2009.
McCarthy también ha escrito obras de teatro, como The Stonemason (1994) y The Sunset Limited (2006), y guiones cinematográficos, como No es país para viejos (2007), adaptación de su novela homónima de 2005, que ganó cuatro premios Óscar, incluyendo el de mejor película.
McCarthy es un escritor reservado y esquivo, que rara vez concede entrevistas o participa en actos públicos. Desde hace años vive en Santa Fe, Nuevo México, donde colabora con el Santa Fe Institute, un centro dedicado a la investigación interdisciplinaria en ciencias naturales y sociales. Allí ha escrito sus últimas obras, como El pasajero (2022) y Stella Maris (2022), dos novelas conectadas entre sí que exploran temas como el suicidio, el incesto, la enfermedad mental y las teorías científicas y filosóficas más avanzadas.
Cormac McCarthy es sin duda uno de los grandes novelistas norteamericanos de su tiempo, admirado por críticos y lectores por su originalidad, su profundidad y su maestría literaria.