Resumen del libro:
La alfombrilla de los goces y los rezos es una novela erótica escrita por Li Liweng, también conocido como Li Yu, en el siglo XVII. La obra narra las aventuras sexuales de un joven monje budista que decide explorar el mundo de los placeres carnales antes de renunciar a ellos. A lo largo de la historia, el protagonista se involucra con diversas mujeres, desde cortesanas hasta damas de la nobleza, y experimenta todo tipo de situaciones cómicas, trágicas y escandalosas. La novela es una crítica irónica y humorística a la moralidad y la hipocresía de la sociedad china de la época, así como una reflexión sobre la relación entre el erotismo y la espiritualidad. La alfombrilla de los goces y los rezos es considerada una obra maestra del género erótico y una de las novelas chinas más famosas e influyentes.
Introducción
Lo primero que me atrajo de Li Yu fue su amor por la creación cómica. «En un sentido general», escribió una vez a un amigo, «todo lo que he escrito tenía la intención de hacer reír a la gente». No se contentaba, como otros escritores, con hacer variaciones menores sobre los temas literarios al uso. Él sometía esos temas a una revisión drástica y creaba una nueva comedia propia, reivindicando todo el tiempo que su versión de la realidad era la auténtica y que todos los demás eran víctimas de un engaño. Así, pertenece a esa raza de escritor cómico (rara en cualquier cultura) que descubre o inventa los términos de su propia realidad. (Se creía que Li Yu había nacido en 1911, pero según la genealogía del clan, el año es 1610. Murió a principios de 1680).
Presentaré dos ejemplos obvios, ambos más descubrimiento que invención. En su perfil más general el argumento de una comedia romántica china consistía en un joven apuesto con brillantes dotes literarias que se enamora de una joven hermosa y talentosa con la que, después de superar una serie de vicisitudes, se casa. Hacia el siglo XVII se habían escrito, siguiendo esta forma, innumerables relatos y piezas teatrales, en algunos casos obras maestras. Pero Li Yu no quiso tener nada que ver con todo eso. En su primera pieza (u ópera, se le pueden aplicar ambos términos), Lianxiang ban, un título que podríamos traducir libremente como Mujeres enamoradas, adaptó la fórmula y la aplicó —por primera y quizás única vez en la historia de la literatura china— a una relación amorosa entre dos mujeres. Finalmente las amantes se unían como esposas del mismo hombre, en la única solución que tenían a su alcance. De manera similar, en la colección Wusheng xi, [Operas silenciosas] hay un relato sobre un amor entre dos hombres que extrae su mérito cómico de la forma en que establece su paralelo con un perfecto matrimonio heterosexual desde el noviazgo hasta la viudez. También en su novela Rou putuan [La alfombrilla de los goces y los rezos] abundan ejemplos de creación y descubrimiento cómicos.
Li Yu acentuó, más que cualquier otro escritor anterior, el descubrimiento y la creación, junto con la virtud implícita de la originalidad. «La cualidad de innovar es un término de aprobación para todas las cosas en el mundo, pero sobre todo para la literatura», escribió. Copiar es tabú, por supuesto, incluso de los antiguos, pero también lo es hacerse eco de otros escritores, y no meramente de otros escritores sino también de uno mismo; no nos está permitido siquiera hacernos eco de nosotros mismos… Un ideal posible que ni el mismísimo Li Yu llegó a cumplir.
Trasladó su pasión por la creación literaria a la vida. Fue diseñador e inventor práctico además de escritor, y sus ensayos resuenan con el estribillo ligeramente burlón de: «¿No es curioso que el mundo tuviera que esperar a Li Yu para que se inventara esto?». Una versión del mismo se presenta también en el Capítulo décimo de la presente novela, después de que Véspero haya demostrado su savoir–faire con las almohadas: «Todos conocen el principio general, pero […] esa fórmula particular nunca se ha entendido con anterioridad». Tan vehemente era la pasión de Li Yu por la novedad que también gustaba de impresionar a sus lectores con efectos sensacionales.
Otra cualidad singular es su voz o persona. En rigor, Li Yu no tenía una voz, sino un abanico de voces, sobre todo humorísticas, que empleó tanto en la ficción como en el ensayo. En la novela tradicional china el narrador siempre había sido una fuerte presencia vocal, en vaga simulación de un cuentista oral, y Li Yu explota esa convención… manipulando abiertamente la narrativa, comentando la acción, dirigiéndose a los lectores como si conformaran el público, e incluso respondiendo a preguntas planteadas por un miembro ficticio de esa audiencia. Un pasaje del Capítulo primero de su novela ejemplifica esta última convención: «Narrador, dado que deseas que la gente reprima sus deseos lujuriosos, ¿por qué no escribir un tratado que promueva la moral?», «Amables lectores (o público), hay algo que evidentemente desconocéis…».
La diferencia consiste en que Li Yu sustituye con una voz propia la del narrador tradicional. Todo novelista chino tenía que hacer alguna adaptación con la figura del narrador tradicional —podría escribirse una historia del género en términos de sus adaptaciones—, pero la solución de Li Yu fue la más personal y quizá la más satisfactoria. Fue célebre por su ingenio y erudición en la vida, y me permito sugerir que logró crear en la voz de su narrador ficticio un perfecto correlativo literario de su erudición e ingenio orales.
Muy poca gente comprende que en China existía una tradición vivida de la ficción erótica, especialmente en los siglos XVI y XVII En mi opinión, se trataba de una tradición superior a sus contrapartidas algo posteriores de Inglaterra y Francia. Huelga decir que Fanny Hill es un pequeño milagro, pero parece un milagro precisamente por ser un caso aislado; las novelas de Sade, como ficción, en el mejor de los casos son de segunda categoría: cargadas de filosofía además de crueldades y blasfemias absurdas. Por contraste, en China se escribieron varias novelas de innegable mérito. Jin Ping Mei [El loto dorado] sólo es un miembro parcial del género, siendo también mucho más. Si existe un ejemplo clásico de la novela erótica china, es sin la menor duda La alfombrilla de los goces y los rezos de Li Yu.
Está en la naturaleza de la ficción erótica la exploración de territorio prohibido. En China eso significaba adulterio y no desfloración, como en el género europeo correspondiente. (En Europa el adulterio quedaba para la novela burguesa). El motivo es claro: el adulterio violaba la ética marido–esposa, una de las obligaciones sociales fundamentales del confucianismo. En una moral centrada en la familia, era la elección natural como pecado capital, pero, justamente por la misma razón, también planteaba una intolerable amenaza a la sociedad. Las aventuras adúlteras libertinas pueden encandilar al lector con su vislumbre del placer prohibido, pero en última instancia tienen que fracasar. A diferencia de los apóstoles occidentales del erotismo —desde Sade hasta Lawrence—, para el escritor chino la sexualidad era un impulso destinado a sucumbir cuando chocaba con los valores sociales. Por eso los libertinos chinos suelen ser objeto de sátira… como sin duda lo son en La alfombrilla de los goces y los rezos. Y esto también explica por qué las novelas chinas suelen terminar con el castigo y arrepentimiento del libertino.
Sin embargo, aunque la aventura del libertino pueda encaminarse al desastre, es evidente que las novelas eróticas no pueden tomarse por su valor nominal como las crueles advertencias que pretenden ser. Pese a su obsesividad, la aventura libertina se nos presenta con tanto entusiasmo que sin duda estamos condenados a disfrutarla. Sugiero que existe una inevitable —y artísticamente justificable— tensión en gran parte del arte visual y literario en el tema erótico. En la ficción china al menos, el lector interpreta el papel de voyeur además del de juez mientras ve desplegarse la historia, observando, tanto con placer como a modo de presagio, su exploración del territorio prohibido y su ineludible desenlace.
El vehículo del castigo varía de una novela a otra. Uno muy corriente es la retribución según la doctrina del karma, es decir el castigo en la próxima vida por pecados cometidos en esta. En el Capítulo segundo de La alfombrilla de los goces y los rezos, Li Yu da el extraordinario paso de introducir al sacerdote budista Pico Solitario para explicarnos esta noción. El sacerdote la llama retribución «del otro mundo», y la compara con la retribución «de este mundo» mediante la cual los pecados se pagan en esta vida. El segundo tipo de retribución es una antigua noción popular no relacionada con el budismo propiamente dicho. (Las perspectivas de la novela son eclécticas: abarcan el Cielo, el Principio del Cielo, al Creador y los antiguos sabios, además del propio Buda). El sacerdote prosigue citando el adagio: «Si no seduzco a las esposas de otros hombres, mi esposa no será seducida por otros», y luego lo erige en un principio general según el cual las esposas e hijas de un adúltero están condenadas a «redimir» los pecados de este con los propios, característica en la que Li Yu revierte a una antigua idea.
La retribución fascinaba al novelista chino, y nos resulta fácil comprender el motivo: le permitía elaborar la experiencia humana en formas más novedosas y significativas. No necesitaba creer en la posibilidad real de la retribución metafísica, pues tanto él como sus lectores la aceptaban como parte de la maquinaria de causalidad en la ficción. Pero, aunque el propio Li Yu adopta bastante agradecido la trama de la retribución en La alfombrilla de los goces y los rezos, no puede reprimir su escepticismo al respecto, como atestigua el debate entre el protagonista y el sacerdote en el Capítulo segundo. Cuando se lee a Li Yu siempre debe tenerse en cuenta la posibilidad de automofa.
Casi todas las cualidades típicas de la novela erótica se encontrarán en La alfombrilla de los goces y los rezos a menudo en forma exagerada: la empedernida cuantificación del sexo, característica quizás extraída de los manuales sexuales; la fascinación por la sexualidad de las mujeres; el énfasis en el tamaño del pene, en el que la idea de Li Yu sobre el implante animal súpera a cualquier otro novelista; los juegos frívolos, los pequeños celos, y las venganzas que preocupan a los personajes; e incluso la orgía, donde la fiesta de vino y naipes de Li Yu vuelve a dejar deslucidos a los demás escritores.
Al mismo tiempo, La alfombrilla de los goces y los rezos da un lugar mucho más destacado a las advertencias contra el libertinaje; el Capítulo segundo empieza con el debate entre el libertino y el sacerdote, y el Capítulo vigésimo con el arrepentimiento y redención del primero. Li Yu recurre al budismo como la alternativa ascética del libertinaje, y también como un medio fácil de expiación. Asimismo, en comparación con las otras novelas su lenguaje no es lúbrico; se inclina más por lo obsceno que por la sensualidad. Tampoco las técnicas sexuales que describe son especialmente sorprendentes en comparación con las pautas de otras novelas.
Sus valores fundamentales —la novedad y el ingenio estructural— son evidentes desde el principio hasta el fin, y no es necesario detallarlos aquí. De todos modos han sido adecuadamente descritos en las críticas. (Las «críticas» son breves pasajes que siguen a cada capítulo y señalan sus implicaciones morales y la técnica literaria). Pero una cualidad que debe destacarse es su capacidad digresiva, que en la crítica del Capitulo quinto merece una mención especial. Aunque otros novelistas apelan al discurso en sus prólogos, lo abandonan una vez que comienza la narrativa, para no confundir al lector. No obstante, Li Yu alterna el discurso y la narrativa a lo largo de toda la novela para encanto del lector. La crítica apunta correctamente a la digresión como uno de los rasgos más impresionantes de la novela. Li Yu no sólo cede todo el Capítulo primero a una discusión sobre sexo en la sociedad, junto con un panorama de los objetivos y métodos de su libro, sino que constantemente interviene como narrador para explicar un principio o dar una razón, con frecuencia presentando un diálogo simulado con sus lectores. A veces, las intervenciones intentan tomarle el pelo al lector, sobre todo cuando ocurren inmediatamente antes o durante el encuentro sexual. Pero con mayor frecuencia surgen de la irreprimible obscenidad inventiva de Li Yu. Las opiniones son suyas, no de algún narrador generalizado; de hecho algunas de ellas nos recuerdan las ideas que encontramos en sus tan personales ensayos, agudos e ingeniosos.
El Capítulo primero es una innovación extraordinaria, pues allí Li Yu nos ofrece un enfoque personal del sexo. Es el ensayista Li Yu quien habla, mientras nos ofrece un enfoque razonable, aunque reductor, que nos prepara para las dos actitudes contrastantes presentadas en el capítulo siguiente: el libertinaje de Véspero y el ascetismo del sacerdote. Así, las visiones razonables de Li Yu dominan la novela, aunque su narración concluye con una nota ascética. Pero ¿pretende haber resuelto la tensión entre el deseo erótico y los valores sociales y morales? Nada de eso. El epílogo de su último capítulo evidencia que considera tal tensión como una parte permanente de la condición humana.
Sin embargo, la mayor diferencia entre La alfombrilla de los goces y los rezos y otras novelas eróticas reside en su incondicional espíritu cómico. Las obras suelen dejar lugar a la obscenidad, incluso en los momentos más intensos, y al menos una de ellas se narra en tono retorcido y semihumorístico, pero ninguna es tan obviamente cómica como La alfombrilla de los goces y los rezos, motivo por el cual la he etiquetado de comedia sexual. Cierto es que parte del humor resulta «salado»; Li Yu siempre fue reacio a dejar pasar una idea cómica, y algunas de sus ideas funcionaban mejor que otras. Como señala la última crítica, «¡Este es un libro que se burla de todo!». Pero la novela en su conjunto —según el momento humorístico, ingeniosa, desenfrenada, vulgar, chocante— sigue siendo la comedia esencial sobre ese tema prohibido: el deseo sexual no reprimido y sin límites en la sociedad.
La alfombrilla de los goces y los rezos fue escrita a principios de 1657 y, como la mayoría de las novelas chinas, se publicó con pseudónimo. (Para este libro, tal vez en virtud de su naturaleza polémica, Li Yu escogió uno nuevo). En ese momento se encontraba en Hangzhou, ganándose la vida como escritor. Sus piezas teatrales u óperas, con el audaz sello de comedia sexual, habían provocado gran agitación y sus relatos —había aparecido el segundo volumen de Operas silenciosas— también eran muy populares, tanto que, en realidad, muy pronto fueron publicados en ediciones piratas.
Durante los tres siglos siguientes, La alfombrilla de los goces y los rezos fue prohibida muchas veces, aunque generalmente en vano. Sobrevive únicamente una docena de ediciones de los siglos XVIII y XIX, algunas en un solo ejemplar; por tanto, parece probable que en algún momento existieran más ediciones. La novela ha circulado libremente en Japón desde que en 1705 se publicara en este país una versión abreviada (aunque no expurgada), adaptada para los lectores japoneses. La alfombrilla de los goces y los rezos circula ahora en varios países de lengua china, pero no en China propiamente dicha, donde se la considera inadecuada, no sólo para el lector común, sino incluso para el erudito. La anterior generación de eruditos chinos, quienes >sí leyeron la novela, reconocieron sus méritos literarios aunque deploraron el tema.
La primera edición se ha perdido, pero sabemos mucho de ella gracias a una copia manuscrita y a las demás ediciones. Al igual que las ediciones de relatos de Li Yu, debió de ser una edición en fina xilografía con ilustraciones de un importante ilustrador de la época. La portada atribuía la autoría de la novela a un tal «Maestro Secretos de Pasión». El prefacio, con una fecha correspondiente a 1657, fue escrito por un amigo que vivía en Hangzhou, quien empleó el seudónimo budista de «Lego Eterno Absoluto». Curiosamente, la tabla de contenidos y la primera página del texto, lugares donde normalmente se repetía el nombre del autor, presentan un pseudónimo diferente: «Compuesto por el Hombre del Camino (budista) que, Después de Volverse Loco de Pasión, Retornó al Auténtico Camino Comentado por un Amigo de la Sociedad que, Después de Morir de Pasión, fue Restituido a la Vida».
Amigo de la Sociedad significa miembro de la misma sociedad literaria. Es posible que el comentarista fuese Sun Zhi, un escritor y amigo íntimo de Hangzhou, que escribió prefacios a algunas piezas teatrales de Li Yu, en una de las cuales firmó como Hermano de la Sociedad.
Al igual que otras novelas chinas publicadas en la época, La alfombrilla de los goces y los rezos contenía sus propios comentarios, de dos tipos: las críticas que hemos mencionado, además de notas en el margen superior que comentan expresiones o pasajes específicos con frecuencia en un estilo impertinente o humorístico. Estas notas no aparecen en las ediciones, sino únicamente en el manuscrito.
Aunque el Amigo de la Sociedad era nominalmente responsable de todas las críticas y notas, es muy probable, a juzgar por la naturaleza y el tono, que algunas hayan sido escritas por el propio Li Yu.
La novela comparte las características de la novela china tradicional. Cada capítulo comienza por un par de encabezamientos hermanados que apuntan a su contenido. A continuación aparece un poema o poema lírico (un género poético distinto con versos de métrica irregular) que refleja el tema del capítulo. Dentro del capítulo hay aquí y allá poemas, poemas líricos y fragmentos señalados (pasajes sin rima de estricto paralelismo) que comentan la acción o describen una escena. El capítulo concluye con algunas observaciones anticipatorias. Típicamente, los capítulos de Li Yu terminan con un epílogo que refleja de manera humorística el progreso de la novela.
No existe un buen texto de la novela; todas las publicaciones razonablemente bien editadas resultaron ser formas abreviadas. El texto más completo es un manuscrito conservado en el Instituto de Cultura Oriental de la Universidad de Tokio. Es el único que contiene la fecha de 1657 y las notas en el margen superior, motivo entre otros por el que considero que su copista utilizó una copia manuscrita de la edición original de Li Yu. Al hacer la presente edición me he basado en este manuscrito y también en la edición impresa más completa, que se identifica mejor por su formato de página (diez columnas de veinticinco caracteres cada una). La Biblioteca Harvard–Yenching de Harvard University posee dos de las varias copias que todavía existen.
Patrick Hanan
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