Joyita

Resumen del libro: "Joyita" de

En «Joyita», Patrick Modiano nos sumerge en una historia de búsqueda y redescubrimiento personal. Una joven, que ha vivido gran parte de su vida sin la figura materna, cree reconocer a su madre en una mujer desaliñada y de aspecto ausente en un vagón de metro. La mujer, con un abrigo amarillo desteñido, parece un espectro del pasado que revive recuerdos olvidados y dolorosos de la protagonista. Este encuentro inesperado desencadena una serie de eventos que llevan a la joven a seguir a esta figura misteriosa hasta un barrio remoto, revelando las cicatrices de una infancia rota y complicada.

A través de los ojos de la protagonista, Modiano explora la complejidad de la identidad y el peso del pasado. La madre, una actriz y aventurera fallida, había abandonado a su hija en busca de una vida propia en Marruecos. Este abandono dejó a la niña, conocida artísticamente como «Joyita», a merced de conocidas de su madre, mujeres de vidas marginales y sombrías. La joven, al reencontrarse con la posible figura materna, navega por un torrente de memorias y sentimientos encontrados, confrontando la desolación y el anhelo de una infancia marcada por la ausencia y la incertidumbre.

Patrick Modiano, ganador del Premio Nobel de Literatura en 2014, es conocido por su estilo evocador y melancólico, que captura la esencia de las pérdidas y las ausencias. Sus narrativas, a menudo ambientadas en París, se caracterizan por un profundo sentido de la historia y la memoria, donde los personajes buscan desesperadamente conexiones con un pasado que parece difuminarse. «Joyita» no es la excepción, y se presenta como una obra que refleja la maestría de Modiano en pintar con palabras paisajes emocionales complejos y cargados de nostalgia.

Con «Joyita», Modiano nos ofrece una mirada introspectiva y desgarradora sobre las relaciones familiares y los fantasmas del pasado. La trama, impregnada de una atmósfera de misterio y melancolía, mantiene al lector en un estado de expectativa y reflexión. La obra es un testimonio del talento de Modiano para tejer historias que resuenan en lo más profundo del ser humano, explorando los rincones oscuros y luminosos de la memoria y la identidad.

Libro Impreso EPUB

Para Zina
Para Marie

Todos los personajes de este libro son imaginarios y en ningún caso se pueden identificar con personas que hayan existido.

Habían pasado alrededor de doce años desde que ya no me llamaban «Joyita» y estaba, en hora punta, en la estación de metro de Chátelet. Me hallaba entre el gentío que discurría por el pasillo sin fin en la cinta mecánica. Una mujer llevaba un abrigo amarillo. El color del abrigo me había llamado la atención y la veía de espaldas en la cinta mecánica. Luego seguía por el pasillo donde ponía «Dirección Cháteau-de-Vincennes». Ahora estábamos quietos, apretados, amontonados, en las escaleras, a la espera de que se abriera la puerta de acceso al andén. Entonces le vi la cara. El parecido de esa cara con la de mi madre era tan llamativo que creí que era ella.

Me había vuelto a la memoria una foto, una de las pocas fotos que conservo de mi madre. Tiene la cara iluminada como si un foco la hubiera sacado de la oscuridad. Siempre me he sentido molesta al mirar esa foto. En mis sueños era siempre una foto antropométrica que alguien me alargaba —un comisario de policía, un empleado del depósito de cadáveres— para que pudiera identificar a esa persona. Pero yo me quedaba callada. No sabía nada de ella.

La mujer se sentó en uno de los bancos de la estación, apartada de los demás, que se agolpaban al filo del andén esperando el metro. No había ningún sitio libre en el banco, a su lado, y yo estaba de pie, algo más atrás, apoyada en una máquina expendedora. No cabía duda de que el corte del abrigo había sido elegante tiempo atrás y de que el color vivo le aportaba un toque de fantasía. Pero el amarillo se había ido apagando y se había vuelto casi gris. La mujer parecía hacer caso omiso de todo cuanto la rodeaba y me pregunté si se iba a quedar ahí, en ese banco, hasta la hora del último metro. El mismo perfil que mi madre, la nariz tan peculiar, algo respingona. Los mismos ojos claros. La misma frente despejada. Llevaba el pelo más corto. No, no había cambiado mucho. Ya no tenía el pelo tan rubio, pero, bien pensado, no sabía si mi madre había sido rubia de verdad. Un pliegue amargo le contraía los labios. Estaba segura de que era ella.

Dejó pasar un metro. Por unos segundos el andén se quedó vacío. Me senté en el banco a su lado. Luego una muchedumbre compacta volvió a invadir el andén. Habría podido entablar conversación. No daba con las palabras y teníamos demasiada gente alrededor.

Se iba a quedar dormida en el banco, pero, cuando el ruido del metro no era aún más que un temblor lejano, se puso de pie. Me metí en el vagón detrás de ella.

Nos separaba un grupo de hombres que hablaban muy alto entre sí. Se cerraron las puertas y entonces fue cuando pensé que yo tendría que haber cogido el metro, como solía, en dirección contraria. En la estación siguiente, la oleada de los que salían me empujó hasta el andén, luego volví a subir al vagón y me acerqué a ella.

En esa luz cruda parecía mucho más vieja que en el andén. Una cicatriz le cruzaba la sien izquierda y parte de la mejilla. ¿Qué edad podría tener? ¿Alrededor de los cincuenta? ¿Y qué edad en las fotos? ¿Veinticinco años? La mirada era igual que a los veinticinco años, clara, expresando asombro o un temor inconcreto, y se volvía dura de pronto. La posó en mí por casualidad, pero no me veía. Se sacó del bolsillo del abrigo una polvera y la abrió, se arrimó el espejo a la cara y se pasaba el meñique de la mano izquierda por la comisura del párpado, como si quisiera sacarse una mota de polvo de un ojo. El metro iba cogiendo velocidad, traqueteó, me agarré a la barra metálica, pero ella no perdió el equilibrio. Seguía impasible, mirándose en la polvera. En Bastille, consiguió subirse todo el mundo y las puertas se cerraron con dificultad. Le había dado tiempo a guardar la polvera antes de que los demás se agolpasen en el vagón. ¿En qué estación se bajaría? ¿Iba yo a seguirla hasta el final? ¿Era realmente necesario? ¿Sería preciso hacerse a la idea de que vivía en la misma ciudad que yo? Me habían dicho que había muerto hacía mucho, en Marruecos, y nunca había intentado saber más. «Había muerto en Marruecos», una de esas frases que datan de la infancia y cuyo sentido no se entiende del todo. De frases así sólo se nos queda en la memoria la sonoridad, igual que sucede con las letras de algunas canciones que me daban miedo. «Había una vez un barquito…» «Había muerto en Marruecos.»

En mi partida de nacimiento se mencionaba la fecha de nacimiento de ella: 1917, y, en la época de las fotos, aseguraba que tenía veinticinco años. Pero ya había debido de hacer trampa con la edad y falsificar la documentación para quitarse años. Se subió el cuello del abrigo como si tuviera frío en ese vagón donde sin embargo íbamos apelotonados. Vi que la tira del cuello estaba completamente tazada. ¿Desde cuándo llevaba ese abrigo? ¿Desde la época de las fotos? Por eso estaba tan apagado el amarillo. Llegaríamos al final de la línea y allí un autobús nos llevaría a un extrarradio lejano. En ese momento le dirigiría la palabra. Pasada la estación de Lyon, había ya menos gente en el vagón. Volvía a posar la mirada en mí, pero era esa mirada que los viajeros cruzan maquinalmente. «¿Se acuerda de que me llamaban Joyita? Usted también, por entonces, usaba un apellido falso. E incluso un nombre falso, que era Sonia.»

Ahora estábamos sentadas una enfrente de otra en los asientos corridos más cercanos a la puerta. «Intenté encontrarla en la guía e incluso llamé por teléfono a cuatro o cinco personas que tenían su mismo apellido, el de verdad, pero nunca habían oído hablar de usted. Me decía a mí misma que llegaría un día en que tendría que ir a Marruecos. Era la única forma de comprobar si efectivamente había muerto.»

«Joyita» de Patrick Modiano

Patrick Modiano. Escritor francés, uno de los más conocidos autores contemporáneos de las letras francesas, siendo ganador del Premio Nobel de Literatura otorgado en 2014 por la Academia Sueca. Modiano estudió en varios colegios de gran prestigio, como el Liceo Enrique IV de París, pero decidió no cursar estudios universitarios. Durante este periodo fue alumno del escritor Raymond Queneau, quien le animó a dedicarse a la literatura. Modiano publicó en 1968 El lugar de la estrella, su primera novela, tras la cual decidió continuar su carrera como escritor a tiempo completo.

La obra de Modiano está muy influida por la historia de su familia durante la II Guerra Mundial, un aspecto que se ve reflejado en sus primeras obras, como Los bulevares periféricos o La ronda de noche. En 1978 recibió el importante Premio Goncourt con Calle de las tiendas oscuras, que le proporcionó una gran fama en Francia. Su producción novelística ha resultado constante y a lo largo de su carrera ha publicado más de 25 libros y logrando otros premios, como el de la Academia Francesa. En 2104 recibió el máximo galardón de las letras, el Premio Nobel de Literatura.

Varias de las novelas de Modiano han sido llevadas al cine, Villa Triste, estrenada con el título de El perfume de Yvonne, Te quiero o Charell. El autor no ha sido ajeno al mundo del cine, participando también en la escritura de varios guiones y llegando a ser jurado del Festival de Cannes.