Resumen del libro:
“Homo Deus”, la obra visionaria de Yuval Noah Harari, nos invita a un fascinante viaje hacia el futuro, explorando las transformaciones que podrían definir el siglo XXI. Harari, reconocido autor del bestseller “Sapiens: De animales a dioses”, se sumerge en la próxima etapa de la evolución humana, ofreciendo una perspectiva provocadora y reveladora.
El autor comienza desafiando nuestras concepciones sobre la guerra, proclamando su obsolescencia en un mundo donde es más probable quitarse la vida que perecer en un conflicto bélico. Harari destaca la desaparición de la hambruna, una realidad que contrasta con la prevalencia de la obesidad. La muerte, según él, se convierte en un mero problema técnico que la humanidad busca superar.
En este viaje hacia el futuro, Harari plantea cuestionamientos intrigantes sobre la igualdad y la inmortalidad. ¿Qué sucede cuando la inteligencia artificial conoce nuestras preferencias mejor que nosotros mismos? ¿Cómo enfrentaremos el significado de la existencia cuando la automatización desplace a millones del mercado laboral? La obra nos sumerge en la reflexión acerca de un mundo donde los cuerpos y cerebros son productos de diseño, desafiando la selección natural con el surgimiento del diseño inteligente.
“Homo Deus” se erige como un testimonio magistral de la capacidad de Harari para combinar erudición y accesibilidad. Su narrativa cautivadora invita a los lectores a contemplar un futuro donde las decisiones fundamentales podrían recaer en manos de la inteligencia artificial. Con claridad y agudeza, Harari teje un tapiz de proyectos, sueños y pesadillas que podrían definir el destino de la humanidad en la era venidera. Este libro no solo es una mirada al futuro, sino un llamado a la reflexión sobre los desafíos que nos aguardan en el camino hacia la próxima fase de nuestra evolución.
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La nueva agenda humana
En los albores del tercer milenio, la humanidad se despierta, estira las extremidades y se restriega los ojos. Todavía vagan por su mente retazos de alguna pesadilla horrible. «Había algo con alambre de púas, y enormes nubes con forma de seta. ¡Ah, vaya! Solo era un mal sueño». La humanidad se dirige al cuarto de baño, se lava la cara, observa sus arrugas en el espejo, se sirve una taza de café y abre el periódico. «Veamos qué hay hoy en la agenda».
A lo largo de miles de años, la respuesta a esta cuestión permaneció invariable. Los mismos tres problemas acuciaron a los pobladores de la China del siglo XX, a los de la India medieval y a los del antiguo Egipto. La hambruna, la peste y la guerra coparon siempre los primeros puestos de la lista. Generación tras generación, los seres humanos rezaron a todos los dioses, ángeles y santos, e inventaron innumerables utensilios, instituciones y sistemas sociales…, pero siguieron muriendo por millones a causa del hambre, las epidemias y la violencia. Muchos pensadores y profetas concluyeron que la hambruna, la peste y la guerra debían de ser una parte integral del plan cósmico de Dios o de nuestra naturaleza imperfecta, y que nada excepto el final de los tiempos nos libraría de ellas.
Sin embargo, en los albores del tercer milenio, la humanidad se despierta y descubre algo asombroso. La mayoría de la gente rara vez piensa en ello, pero en las últimas décadas hemos conseguido controlar la hambruna, la peste y la guerra. Desde luego, estos problemas no se han resuelto por completo, pero han dejado de ser fuerzas de la naturaleza incomprensibles e incontrolables para transformarse en retos manejables. No necesitamos rezar a ningún dios ni a ningún santo para que nos salve de ellos. Sabemos muy bien lo que es necesario hacer para impedir el hambre, la peste y la guerra…, y generalmente lo hacemos con éxito.
Es cierto: todavía hay fracasos notables, pero cuando nos enfrentamos a dichos fracasos, ya no nos encogemos de hombros y decimos: «Bueno, así es como funcionan las cosas en nuestro mundo imperfecto» o «Hágase la voluntad de Dios». Por el contrario, cuando el hambre, la peste o la guerra escapan a nuestro control, sospechamos que alguien debe de haberla fastidiado, organizamos una comisión de investigación y nos prometemos que la siguiente vez lo haremos mejor. Y, en verdad, funciona. De hecho, la incidencia de estas calamidades va disminuyendo. Por primera vez en la historia, hoy en día mueren más personas por comer demasiado que por comer demasiado poco, más por vejez que por una enfermedad infecciosa, y más por suicidio que por asesinato a manos de la suma de soldados, terroristas y criminales. A principios del siglo XXI, el humano medio tiene más probabilidades de morir de un atracón en un McDonald’s que a consecuencia de una sequía, el ébola o un ataque de al-Qaeda.
De ahí que, aunque presidentes, directores ejecutivos y altos mandos del ejército siguen teniendo sus agendas diarias llenas de crisis económicas y conflictos militares, a la escala cósmica de la historia, la humanidad puede alzar la mirada y empezar a contemplar nuevos horizontes. Si en verdad estamos poniendo bajo control el hambre, la peste y la guerra, ¿qué será lo que las reemplace en los primeros puestos de la agenda humana? Como bomberos en un mundo sin fuego, en el siglo XXI la humanidad necesita plantearse una pregunta sin precedentes: ¿qué vamos a hacer con nosotros? En un mundo saludable, próspero y armonioso, ¿qué exigirá nuestra atención y nuestro ingenio? Esta pregunta se torna doblemente urgente dados los inmensos nuevos poderes que la biotecnología y la tecnología de la información nos proporcionan. ¿Qué haremos con todo ese poder?
Antes de dar respuesta a esta pregunta, necesitamos decir algunas palabras más sobre el hambre, la peste y la guerra. La afirmación de que los estamos poniendo bajo control puede parecer a muchos intolerable, extremadamente ingenua o quizá insensible. ¿Qué hay de los miles de millones de personas que consiguen apenas malvivir con menos de dos euros al día? ¿Qué pasa con la actual crisis del sida en África o las guerras que arrasan Siria e Irak? Para abordar estos problemas, dirijamos una mirada más detenida al mundo de principios del siglo XXI, antes de explorar la agenda humana de las próximas décadas.
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