Resumen del libro:
Mary Shelley, junto a su esposo Percy y su hermanastra Claire, realizó en 1814 y 1816 sendos viajes por el corazón de una Europa estremecida por el impacto de las guerras napoleónicas. Gran parte del segundo de ellos transcurrió en compañía de lord Byron en las proximidades de Ginebra, y de él surgió «Frankenstein», el relato que convertiría a Mary en un referente literario mundial. A su regreso a Inglaterra, recopiló en un libro sus diarios y cartas sobre ambos viajes. Transcurridos ya casi dos siglos desde su publicación, el libro se nos presenta como un ejemplo arquetípico de la visión del mundo que desplegó el Romanticismo inglés, y de cómo esta visión sirvió para interpretar el cataclismo, calamitoso y liberador al mismo tiempo, que la Europa continental vivió entre la Revolución Francesa y la definitiva derrota del Imperio napoleónico.
PREFACIO
Nada puede ser menos pretencioso que este pequeño volumen. Contiene el relato de algunas visitas circunstanciales por parte de un grupo de jóvenes a parajes que ahora resultan tan familiares a nuestros compatriotas, que pocos hechos relativos a ellos puede esperarse que les hayan pasado por alto a los mucho más experimentados y precisos observadores que han dado sus diarios a la prensa. De hecho, los autores han hecho poco más que poner en orden el escaso material que un imperfecto diario, junto a dos o tres cartas a sus amigos de Inglaterra, permitían. Lamentan, puesto que su pequeña historia va a ser puesta en manos del público, que tales materiales no fueran más copiosos y completos. Se trata de un justo motivo de censura para aquellos menos inclinados al deleite que a la condena. Aquéllos cuya juventud se ha pasado (no importa con cuánto éxito) persiguiendo, como la golondrina, el verano inconstante de gozo y belleza que sirve de atavío a este mundo visible, acaso encuentren algún entretenimiento en seguir a la autora, junto a su marido y hermana, a pie, a través de parte de Francia y Suiza, y en navegar con ella corriente abajo por el Rin flanqueado de castillos, a través de parajes hermosos por sí mismos, pero que, desde que ella los visitara, un gran Poeta ha vestido con la lozanía de una naturaleza divina. Estarán interesados en recibir noticia de alguien que ha visitado Mellerie, y Clarens, y Chillon, y Vevai lugares clásicos, habitados con la tierna y gloriosa imaginación del presente y el pasado.
Acaso nunca hayan hablado ellos con alguien que ha contemplado en el entusiasmo de la juventud los glaciares, y los lagos, y los bosques, y los manantiales de los poderosos Alpes. Y tal vez disculpen las imperfecciones de la narración por la simpatía que puedan suscitar las aventuras y los sentimientos de que da cuenta, y una cierta curiosidad ante paisajes ya reconocidos como interesantes e ilustres.
El Poema, titulado Mont Blanc, fue escrito por el autor de las dos cartas escritas desde Chamouni y Vevai. Fue compuesto bajo la inmediata impresión de los hondos y poderosos sentimientos suscitados por los objetos que intenta describir; y en tanto que indisciplinado desbordamiento del alma, hace descansar su pretensión de aprobación en el intento de imitar la indomable fiereza e inaccesible solemnidad de la que brotaron tales sentimientos.
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