Resumen del libro:
“Harry Potter y la Orden del Fénix” es el quinto libro de la saga escrita por J.K. Rowling. En esta entrega, Harry regresa a Hogwarts para su quinto año, enfrentando tanto desafíos personales como externos. El libro comienza con Harry pasando el verano con sus tíos, los Dursley, y siendo atacado por dementores, lo que lo obliga a usar magia para defenderse y lleva a su expulsión temporal de Hogwarts. Sin embargo, es absuelto en una audiencia del Ministerio de Magia.
Harry se entera de la existencia de la Orden del Fénix, una organización secreta fundada por Dumbledore para luchar contra Lord Voldemort y sus seguidores, los Mortífagos. La Orden tiene su cuartel general en la casa de Sirius Black, el padrino de Harry. A lo largo del libro, Harry lucha con la falta de credibilidad de su testimonio sobre el regreso de Voldemort, ya que el Ministerio de Magia y la mayoría de la comunidad mágica se niegan a aceptarlo.
En Hogwarts, la situación es complicada por la llegada de Dolores Umbridge, una funcionaria del Ministerio que es nombrada Instructora Suprema del Colegio y luego Directora, imponiendo una dictadura con sus normas estrictas y castigos severos. Umbridge no permite que los estudiantes aprendan hechizos defensivos adecuados, por lo que Harry y sus amigos forman un grupo secreto llamado el Ejército de Dumbledore para entrenarse en defensa contra las artes oscuras.
A medida que avanza el año, Harry experimenta extraños sueños y visiones sobre Voldemort, descubriendo que tiene una conexión mental con él. Esta conexión lo lleva a tener una visión de Sirius siendo torturado en el Ministerio de Magia. Junto a sus amigos, Harry se dirige al Ministerio para rescatar a Sirius, pero descubren que la visión era una trampa tendida por Voldemort.
En una feroz batalla en el Departamento de Misterios, los miembros de la Orden del Fénix llegan para ayudar, pero Sirius muere a manos de su prima Bellatrix Lestrange. La batalla culmina con la aparición de Dumbledore y la revelación pública del regreso de Voldemort. Finalmente, se revela una profecía que indica que solo uno de ellos, Harry o Voldemort, puede sobrevivir.
El libro termina con Harry devastado por la pérdida de Sirius, pero más decidido que nunca a enfrentarse a Voldemort y cumplir con la profecía.
Dudley, dementado
El día más caluroso en lo que iba de verano llegaba a su fin, y un silencio amodorrante se extendía sobre las grandes y cuadradas casas de Privet Drive. Los coches, normalmente relucientes, que había aparcados en las entradas de las casas estaban cubiertos de polvo, y las extensiones de césped, que solían ser de un verde esmeralda, estaban resecas y amarillentas porque se había prohibido el uso de mangueras debido a la sequía. Privados de los habituales pasatiempos de lavar el coche y de cortar el césped, los habitantes de Privet Drive se habían refugiado en el fresco interior de las casas, con las ventanas abiertas de par en par, en el vano intento de atraer una inexistente brisa. El único que se había quedado fuera era un muchacho que estaba tumbado boca arriba en un parterre de flores, frente al número 4.
Era un chico delgado, con el pelo negro y con gafas, que tenía el aspecto enclenque y ligeramente enfermizo de quien ha crecido mucho en poco tiempo. Llevaba unos vaqueros rotos y sucios, una camiseta ancha y desteñida, y las suelas de sus zapatillas de deporte estaban desprendiéndose por la parte superior. El aspecto de Harry Potter no le granjeaba el cariño de sus vecinos, quienes eran de esa clase de gente que cree que el desaliño debería estar castigado por la ley; pero como el chico se había escondido detrás de una enorme mata de hortensias, esa noche los transeúntes no podían verlo. De hecho, sólo habrían podido descubrirlo su tío Vernon o su tía Petunia, si hubieran asomado la cabeza por la ventana del salón y hubieran mirado hacia el parterre que había debajo.
En general, Harry creía que debía felicitarse por haber tenido la idea de esconderse allí. Quizá no estuviera muy cómodo tumbado sobre la dura y recalentada tierra, pero al menos en aquel lugar nadie le lanzaba miradas desafiantes ni hacía rechinar los dientes hasta tal punto que no podía oír las noticias, ni lo acribillaba a desagradables preguntas, como había ocurrido cada vez que había intentado sentarse en el salón para ver la televisión con sus tíos.
De pronto, como si aquel pensamiento hubiera entrado revoloteando por la ventana abierta, se oyó la voz de Vernon Dursley, el tío de Harry.
—Me alegro de comprobar que el chico ha dejado de intentar meterse donde no lo llaman. Pero ¿dónde andará?
—No lo sé —contestó tía Petunia con indiferencia—. En casa no está.
Tío Vernon soltó un gruñido.
—«Ver las noticias»… —dijo en tono mordaz—. Me gustaría saber qué es lo que se trae entre manos. Como si a los chicos normales les importara lo que dicen en el telediario. Dudley no tiene ni idea de lo que pasa en el mundo, ¡dudo que sepa siquiera cómo se llama el Primer Ministro! Además, ni que fueran a decir algo sobre su gente en nuestras noticias…
—¡Vernon! ¡Chissst! —le advirtió tía Petunia—. ¡La ventana está abierta!
—¡Ah, sí!… Lo siento, querida.
Los Dursley se quedaron callados. Harry oyó la cancioncilla publicitaria que anunciaba los cereales Fruit’n’Bran mientras observaba a la señora Figg, una anciana chiflada amante de los gatos que vivía en el cercano paseo Glicinia y que en ese momento caminaba sin ninguna prisa por la acera. Iba con el entrecejo fruncido y refunfuñaba, y Harry se alegró de estar escondido detrás de las hortensias, pues últimamente a la señora Figg le había dado por invitarlo a tomar el té cada vez que se lo encontraba en la calle. Ya había doblado la esquina y se había perdido de vista cuando la voz de tío Vernon volvió a salir flotando por la ventana.
—¿Y Dudders? ¿Ha ido a tomar el té?
—Sí, a casa de los Polkiss —respondió tía Petunia con ingenuidad—. Tiene tantos amiguitos, es tan popular…
…