Resumen del libro:
Mark Twain, renombrado autor y humorista estadounidense, nos lleva en un fascinante viaje a través de su obra “Guía para viajeros inocentes”. Publicado por primera vez en 1869, el libro es el resultado de la experiencia del autor durante la Excursión a Tierra Santa, Egipto, Crimea y Grecia en 1867. Twain, conocido por sus personajes icónicos como Tom Sawyer y Huckleberry Finn, aprovecha la oportunidad para ofrecernos una visión perspicaz y entretenida de este pionero viaje organizado.
En su característico estilo satírico, Twain nos presenta una crónica que va más allá de la simple narración de hechos históricos y destinos turísticos. Su aguda observación y humor sarcástico se combinan para revelar las peculiaridades de los viajeros y las extravagancias de la sociedad de la época. El autor, a través de las crónicas enviadas al diario “Alta California”, utiliza la travesía como lienzo para pintar cuadros cómicos y, al mismo tiempo, arrojar luz sobre las idiosincrasias de la sociedad norteamericana.
La trama se desenvuelve en torno a la participación de Twain en uno de los primeros viajes organizados de la historia, destacando las expectativas y las realidades encontradas en cada destino. Desde las excentricidades de los compañeros de viaje hasta las situaciones cómicas que surgen en los lugares históricos, el autor no escatima en exponer las contradicciones entre las expectativas románticas y la cruda realidad del viaje.
La obra de Twain se convierte así en un testimonio irónico y atemporal que sigue resonando en la actualidad. Su estilo desenfadado y su capacidad para encontrar humor en lo cotidiano hacen que “Guía para viajeros inocentes” sea una lectura cautivadora, perfecta para aquellos que buscan explorar no solo destinos geográficos, sino también las complejidades y excentricidades de la condición humana. Con una narrativa que perdura a lo largo del tiempo, Mark Twain logra transformar una excursión en un viaje literario inolvidable.
I
Durante meses, en todos los periódicos de Norteamérica se habló de la Gran excursión de placer a Europa y Tierra Santa, sobre la que también se debatió ante innumerables hogares de chimenea. Era una novedad en lo que a las excursiones se refiere (jamás a nadie se le había ocurrido algo igual), e inspiraba ese interés que siempre provocan las novedades atractivas. Iba a ser un pícnic de proporciones gigantescas. Los participantes, en lugar de llenar un desgarbado trasbordador con juventud y belleza, y con empanadas y rosquillas, y de remontar chapoteando cualquier riachuelo poco conocido para desembarcar sobre una hierba muy espesa y agotarse retozando arduamente durante todo un largo día de verano convencidos de que era divertido, ¡iban a zarpar en un gran barco de vapor, entre el ondear de las banderas y el tronar de los cañones, para disfrutar de unas vacaciones soberbias allende el ancho océano, en medio de climas desconocidos y en muchos territorios de renombre histórico! Surcarían durante meses el ventoso Atlántico y el soleado Mediterráneo; durante el día, recorrerían las cubiertas a saltitos, llenando el barco de gritos y risas, o leerían novelas y poesía a la sombra de las chimeneas, u observarían a la medusa y al nautilo, sobre la borda, y al tiburón, la ballena y los demás extraños monstruos de las profundidades; y por la noche, danzarían al aire libre, en la cubierta superior, en medio de una sala de baile que se extiende de un horizonte al otro, cuya cúpula es el cielo y sus lámparas no son otras que las estrellas y la magnífica luna. Bailar, pasear, fumar, cantar, cortejar, y examinar los cielos en busca de constelaciones que jamás puedan asociarse con la Osa Mayor, de la que tan hartos están. Y verían los buques de veinte armadas; las costumbres y los atuendos de veinte pueblos curiosos; las grandes urbes de medio mundo; ¡se codearían con la nobleza y conversarían amigablemente con reyes y príncipes, grandes mogoles y los señores ungidos de los imperios más poderosos!
Se trataba de una idea magnífica; era fruto del más ingenioso de los cerebros. Se le hizo una buena publicidad, pero no era necesario: su osada originalidad, lo extraordinario de su carácter, su seductora naturaleza y la inmensidad de la iniciativa provocaron comentarios en todas partes y le hicieron propaganda en todos los hogares de la tierra. ¿Quién iba a ser capaz de leer el programa de la excursión sin desear formar parte del grupo? Lo adjunto a continuación. Es casi como un mapa: no existe pasaje mejor para este libro.
EXCURSIÓN A TIERRA SANTA, EGIPTO, CRIMEA, GRECIA Y LUGARES DE INTERÉS INTERMEDIOS
Brooklyn, 1 de febrero de 1867.
Los abajo firmantes realizarán una excusión por los lugares arriba mencionados durante la próxima temporada y tienen el placer de presentarle el siguiente programa:
Se seleccionará un vapor de primera clase, a las órdenes de la organización, capaz de alojar un mínimo de ciento cincuenta pasajeros, todos en camarote, en el que se dará entrada a un selecto grupo cuyo número no supere las tres cuartas partes de la capacidad total del buque. Estamos seguros de que dicho grupo podrá formarse en la vecindad, entre amigos y conocidos mutuos.
El vapor contará con todas las comodidades disponibles, lo que incluye biblioteca e instrumentos musicales.
A bordo habrá también un galeno experto.
Se zarpará de Nueva York alrededor del 1 de junio para cruzar el Atlántico siguiendo una agradable ruta intermedia que pasará junto al archipiélago de las Azores, para arribar a San Miguel en cuestión de diez días. Allí permaneceremos uno o dos días, gozando de los frutos y los paisajes inhabitados de dichas islas; después se continuará viaje hasta alcanzar Gibraltar en tres o cuatro días.
Allí invertiremos una o dos jornadas en visitar las maravillosas fortificaciones subterráneas, ya que el permiso para inspeccionar dichas galerías es fácil de conseguir.
Desde Gibraltar, costeando España y Francia, se llegará a Marsella en el plazo de tres días. Aquí se concederá tiempo suficiente, no sólo para visitar la ciudad, fundada seiscientos años antes del comienzo de la era cristiana, y su puerto artificial, el mejor del Mediterráneo entre los de su clase, sino también para visitar París durante la Exposición Universal, y la hermosa ciudad de Lyon, situada a medio camino y desde cuyas alturas, en un día claro, se divisan perfectamente el Mont Blanc y los Alpes. Aquellos pasajeros que deseen ampliar su tiempo de estancia en París pueden hacerlo, regresando por Suiza para tomar el vapor en Génova.
Desde Marsella a Génova se llega en una noche. Los excursionistas tendrán la oportunidad de recorrer la llamada «magnífica ciudad de los palacios» y visitar el lugar donde nació Colón, situado a doce millas de la urbe, siguiendo una hermosa carretera construida por Napoleón I. Desde allí, los excursionistas podrán elegir entre visitar Milán y los lagos Como y Mayor o Milán, Verona (famosa por sus extraordinarias fortificaciones), Padua y Venecia. O, en caso de que los pasajeros deseen visitar Parma (famosa por los frescos de Correggio) y Bolonia, podrán continuar por tren hasta Florencia, para reunirse con el vapor en Livorno, lo que les permitiría pasar cerca de tres semanas entre las ciudades de Italia más famosas por su arte.
De Génova a Livorno se llega costeando en una noche y, una vez allí, habrá tiempo para visitar Florencia, sus palacios y galerías; Pisa, con su catedral y su torre inclinada, y Lucca con su anfiteatro y sus baños romanos. Florencia, que es la más lejana, está a unas sesenta millas de distancia en ferrocarril.
De Livorno a Nápoles (parando en Civitavecchia para dejar en tierra a quienes prefieran ir a Roma desde ese punto), se tardan alrededor de treinta y seis horas, siguiendo la costa italiana y pasando cerca de Caprera, Elba y Córcega. Se ha dispuesto que en Livorno se nos una un piloto de Caprera y, si es posible, se realizará una escala allí para visitar el hogar de Garibaldi.
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