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Genoveva de Brabante

Genoveva de Brabante, un cuento de Christoph von Schmid

Resumen del libro:

Genoveva, esposa del Conde Sigfrido, es acusada injustamente de adulterio. Tras ser condenada a muerte, salva milagrosamnete la vida y se ve forzada a retirarse a vivir en una cueva con su hijo recién nacido.

I. Genoveva se casa con el conde Sigifredo.

La aurora del Evangelio comenzaba a iluminar con su luz fraternizadora a Alemania, que entraba en un nuevo período de dicha y prosperidad, al dulcificarse las costumbres de sus naturales con el contacto de los primeros propagadores del cristianismo entre los germanos; el suelo, hasta entonces inculto y estéril, recibía también de mano de sus primeros cristianos una labor fecunda, que, insensiblemente, iba convirtiendo en ricos campos productivos y en jardines llenos de florea los extensos y sombríos bosques de la Germania.

Este notable progreso llenaba de satisfacción a la mayor parte de los señores alemanes, que eran los primeros en reconocer y acoger favorablemente la benéfica influencia de la nueva doctrina.

Por esta época, es decir, hace ya muchos siglos, vino al mundo Genoveva, hija del duque de Brabante, gran señor a quien todo el mundo admiraba, tanto por su intrepidez y arrojo en los combates, como por sus generosos sentimientos, su incorruptible justicia y su amor al prójimo, cualidades que adornaban igualmente a su esposa la duquesa, hasta el punto de que podía, decirse de ellos que eran dos cuerpos y un alma. Puede deducirse de aquí la educación que recibiría Genoveva, que era su hija única, y a la que Amaba con una ternura inefable. Mostró ésta, desde su más tierna infancia, una clara inteligencia, un corazón noble y sensible, y un carácter poco común, por la mansedumbre, modestia y amabilidad que la adornaban.

Si la duquesa, siguiendo la costumbre de aquel tiempo, sentábase al torno para hilar, la pequeña Genoveva, que apenas tenía, cinco años, situábase en un taburetito junto a su madre, y aprendía a manejar el huso con sus tiernas manitas, acabando por sacar de su rueca hilos muy delgados y perfectamente torcidos. Mientras tenía lugar esta labor, todos los que la presenciaban quedábanse prendados de la niña, al escuchar las ingeniosas preguntas que dirigía a su madre y las oportunas, claras y precisas respuestas que daba cuando aquélla preguntábale a su vez, dando a conocer, con una discreción tan superior a su edad, que con el tiempo llegaría a ser una criatura extraordinaria.

Genoveva de Brabante – Christoph von Schmid

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