Icono del sitio ISLIADA: Portal de Literatura Contemporánea

Gavilla de fábulas sin amor y otros divertimentos

Resumen del libro:

En Gavilla de fábulas sin amor y otros divertimentos, Camilo José Cela despliega su ingenio y maestría literaria en un compendio que destila humor, crítica social y un agudo sentido de la observación. Publicado en la década de los sesenta, este volumen ofrece una visión única del pintoresco mundo del autor, donde cada fábula y relato se convierte en una ventana abierta a su inigualable percepción de la realidad.

Este libro reúne cinco obras que trascienden la simple narrativa para convertirse en un diálogo vibrante entre texto e imagen. Gavilla de fábulas sin amor, El solitario, Toreo de salón, Izas, rabizas y colipoterras y Nuevas escenas matritenses no solo cuentan historias, sino que crean un género nuevo y sorprendente, el fotorrelato celiano. Aquí, los dibujos de Picasso y Rafael Zabaleta, junto con las fotografías de Joan Colom, Maspons + Ubiña y Enrique Palazuelo, no son meros adornos. Se entrelazan con los textos de Cela para formar un universo propio, un cosmos literario y visual donde cada imagen potencia y complementa la palabra escrita.

El talento de Cela radica en su capacidad para usar el lenguaje con una precisión quirúrgica, esculpiendo frases que destilan ironía, ternura y, en ocasiones, un mordaz comentario social. Su estilo único, que alterna entre lo poético y lo coloquial, nos guía a través de un laberinto de historias que, aunque pueden parecer dispares, están unidas por un hilo conductor de humanidad y reflexión profunda.

La crítica ha elogiado esta obra como una prueba más de la eterna maestría de Cela. Alberto Olmos destaca cómo el tiempo parece correr a favor del autor, reafirmando su posición como un maestro literario cuyo trabajo resuena con fuerza a lo largo de los años. En cada página de Gavilla de fábulas sin amor y otros divertimentos, se percibe la habilidad de Cela para capturar la esencia de la condición humana, envolviéndola en un manto de narrativa visual que transforma la experiencia de lectura en un viaje sensorial.

Este volumen no solo es un testimonio del talento de Cela, sino también una obra que desafía las convenciones literarias, fusionando arte y literatura en una danza armoniosa. Los relojes de la historia literaria, sin duda, seguirán marcando la hora exacta de la grandeza de Camilo José Cela.

Los relojes corren a favor de Camilo José Cela, segundo a segundo, minuto a minuto, hasta marcar la hora exacta de su eterna maestría.

ALBERTO OLMOS

GAVILLA DE FÁBULAS SIN AMOR

El amor faz’ sotil al orne que es rrudo,
ffázele fabrar fermoso al que antes es mudo,
al orne que es covarde fácelo atrevudo,
al perezoso faze ser presto é agudo,

al mancebo mantiene mucho en mançebéz,
al viejo faz’ perder muy mucho la vejez,
ffaze blanco é fermoso del negro como pez,
lo que non val’ una nuez, amor le dan grand prez.

ARCIPRESTE DE HITA, Libro de buen amor

TRANCO PRIMERO

RAZÓN D’AMOR

Qui triste tiene su coraçón
benga oir esta razón.

ANÓNIMO, Razón d’amor

Los cuatro reyes del sur

Con dolorido cuidado,
desgrado, pena y dolor,
parto yo, triste amador,
d’amores desamparado,
d’amores, que no d’amor.

JORGE MANRIQUE, Canción

D’amores desamparados, los cuatro reyes del sur —⁠Kagpha, Badadilma, Badadakhárida y Especioso Zalamea y Ruiz-Cipolleta, que es el más viejo de todos⁠—, en cuanto que vieron la estrella polar estremecida, enjaezaron sus asnos y partieron (seda, sudor y polvo / desgrado, pena y dolor / rijosos como micos), con dolorido cuidado, en pos de los presentes que habían de brindar al palomino: oro del Transvaal; bálsamo de benjuí del Mekong, al que Dioscórides, años andando, llamaría incienso de la India; resina de la Meca, y tortas de Alcázar elaboradas a base de azúcar cande.

Kagpha cabalga —a la jineta, que no a horcajadas⁠— el pollino Lucero, de raza enana de África y temperamento bullicioso, en cuyas cachas el fiel trasquilador pintó, a golpe de tijera y en letra gótica, el mote heráldico de las más diáfanas profecías: asno sea quien asno batea.

Kagpha, que en su remota lengua quiere decir tahúr, es joven y rubiasco, barbilucio y casi rapagón. Kagpha enseña los bucles de la cumplida pelambre que Anastasii (el dios barbero) le dio, pintados de color verde yerba (igual que luce Badadilma su barba fluvial) y tiene los ojos redondos y amarillos, como avaro que es, y la corona sembrada de aguamarinas azules, frágiles y delicadas. Kagpha es viudo porque las tres esposas que, no obstante su corta edad, tuvo en tiempos (Milagro, Dolores y Georgina), se le murieron de asma, enfermedad que les vino, como un traidor corolario, de tanto suspirar de insatisfacción. A Kagpha le da risa la ocurrencia y suele contarla, a poco que encuentre quien le haga caso, en sus frecuentes y disolutas y escandalosas francachelas.

—Mis tres mujeres fueron igualmente bellas y frágiles. Por ahora no pienso volver a casarme de nuevo porque mis súbditos habían empezado ya a murmurar. A algunos los ahorqué, para escarmiento de todos, pero, como en mi reino la gente no escarmienta, suspendí las ejecuciones y mandé hacer leña de la horca, leña para mi cocina.

A Kagpha le gusta cazar tordos con red y aplastarles el cráneo con los dedos. El plato nacional del reino de Kagpha son los tordos con col y, en las solemnidades patrióticas, Kagpha tiene ordenado a sus ministros que repartan tordos con col a los vagabundos, los tuertos y los leprosos.

—¿Y a los demás?

—No —suele responder Kagpha con gran empaque⁠—, los demás que se vayan a hacer puñetas.

El rey Kagpha tañe la guitarra con mucho esmero y sentimiento y, de no impedírselo la dignidad, hubiera querido ser tocaor de tablao.

—¿Como Manolo el de Badajoz?

—Eso; o como Perico el del Lunar.

Kagpha no habla más que pehlvi, céltico (general y continental), galés, armoricano, cómico, irlandés y gaélico, si bien conoce ligeramente el francés y el latín vulgar y, con quienes no saben ninguno de sus idiomas, se entiende por señas y con gran soltura. Kagpha, antes de ser coronado rey, fue foss del kerrigan del condado de Kerry, en Irlanda, que era señor de miles y miles de hadas y que señalaba a todos sus vasallos con un signo chino marcado al fuego debajo de la tetilla izquierda y sobre el corazón.

«Gavilla de fábulas sin amor y otros divertimentos» de Camilo José Cela

Sobre el autor:

Otros libros

Salir de la versión móvil