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Franklin Evans, el borracho

Franklin Evans, el borracho, una novela de Walt Whitman

Franklin Evans, el borracho, una novela de Walt Whitman

Resumen del libro:

Despreciada por su propio autor, olvidada por la crítica y desconocida para la mayoría de los lectores, Franklin Evans es la única novela que Whitman escribió en toda su vida. La obra es un compendio de las preocupaciones y gustos del entonces joven periodista y popular autor Walter Whitman, quien una década más tarde se convertiría en Walt Whitman, la voz poética representativa de los Estados Unidos del siglo XIX. De Franklin Evans llegaron a venderse unos veinte mil ejemplares, una cifra que, sin embargo, jamás alcanzó ninguna edición de Hojas de hierba en vida del autor. La novela pertenece a un género que durante el siglo XIX inundó el mercado literario y la vida de los norteamericanos: la ficción antialcohólica, un fenómeno integrado en las corrientes reformistas que barrieron los Estados Unidos de la primera mitad del siglo XIX. En ese sentido, además del tema antialcohólico otro más general recorre la novela: la educación y formación del joven norteamericano en una sociedad crispada por los cambios y la crisis económica.

Introducción

Despreciada por su propio autor, obviada por la crítica, olvidada por los más apasionados whitmanianos y desconocida por la mayoría de lectores, Franklin Evans es, sin embargo, la única novela que Whitman escribió durante toda su vida. Contrariamente a las opiniones que le niegan cualquier atisbo de interés, la obra es un compendio enciclopédico de las preocupaciones y gustos del entonces joven periodista y popular autor Walter Whitman, quien una década más tarde se convertiría en el famoso Walt Whitman. Es en esta summa americanensis de la cultura popular de la época donde el futuro e inmortal bardo exhibe sin tapujos una rabiosa norteamericaneidad que le acredita para erigirse años más tarde en la voz poética representativa de los Estados Unidos del siglo XIX.

De Franklin Evans llegaron a venderse unos veinte mil ejemplares, una cifra que jamás alcanzó ninguna edición de Hojas de hierba durante la vida de su autor. La obra pertenece a un género hoy en día denostado, pero que durante el siglo XIX inundó literalmente el mercado literario y la vida de los norteamericanos: la ficción antialcohólica. Y esto fue así porque el sentimiento antialcohólico ha de entenderse como un fenómeno integrado dentro de las corrientes reformistas que barrieron los Estados Unidos en la primera mitad del siglo XIX, cuyo impacto sobre la literatura norteamericana fue el más extraordinario de los producidos por estas manifestaciones de cambio social. Ralph Waldo Emerson en «Man the Reformer», la conferencia pronunciada el 25 de enero de 1841, casi un año y medio antes de la publicación de la novela, declararía que «en la historia del mundo, la doctrina de la reforma nunca ha gozado de tanta amplitud como la que tiene en estos tiempos». De ahí que no extrañe que con anterioridad a Franklin Evans hubieran aparecido ya en el mercado unas setenta novelas antialcohólicas de las que por lo menos ocho habían sido publicadas en Nueva York.

El hecho de que el primer poeta de los Estados Unidos, y para muchos del Nuevo Mundo, sea también el autor de una novela popular y exitosa que condena la bebida es motivo suficiente para invitar a la reflexión sobre el tema que trata. Lejos de calificar la obra como mero ejercicio narrativo o como simple mecanismo de supervivencia económica, es más sensato intentar dilucidar las razones que posibilitaron su composición, las características de la misma en relación a la ficción antialcohólica de la época y a la propia producción de su autor, y su integración dentro de la maquinaria cultural que desarrolló las ideologías de clase y género que sustentaron los movimientos de reforma de la primera mitad del siglo XIX norteamericano. Como advierte Félix Martín, uno de nuestros estudiosos whitmanianos más destacados, Franklin Evans es «una respuesta novelada, muy alerta al clima reformista en el que se movía Whitman, pone sobre todo de manifiesto su proximidad al pueblo y a la juventud neoyorquina, por más que el sensacionalismo gratuito y la moralina alejen al lector actual».

Hacia la década de 1840 los esfuerzos por refrenar la plaga de la intemperancia estaban presentes en cualquier espacio de la sociedad y cultura norteamericanas: en la ficción, poesía, obras de teatro, periódicos, alegatos propagandísticos, pero también en las óperas, en las casas de comidas, en las de huéspedes, en las tabernas, etcétera. En un principio fueron los clérigos y reformistas los que hicieron uso de discursos que se aproximaban a la condena total del alcohol en cualquiera de sus manifestaciones; sin embargo, a partir de esa década, el debate tomó un giro inesperado, pues sería el mismo borracho el que se apropiaría de su historia de degradación en un momento en que iban surgiendo formas de comunicación nuevas que, si bien con anterioridad habían sido espacio exclusivos de las élites, ahora pasarían a ser dominadas por las clases populares.

Pero antes de adentrarnos en la historia del movimiento antialcohólico en los Estados Unidos y en el análisis de Franklin Evans, conviene recorrer la biografía de su autor cuando todavía se llamaba a sí mismo Walter Whitman y lejos quedaban los años que verían el crecimiento de sus Hojas de hierba.

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