Resumen del libro:
La Fábula de Polifemo y Galatea, escrita por el prolífico poeta español Luis de Góngora, es una obra que se erige como un faro de la poesía barroca. Este impresionante poema consta de aproximadamente 500 versos repartidos en 63 octavas y es una magistral recreación de un antiguo mito presente en “Las Metamorfosis” del ilustre poeta romano Ovidio, cuyo legado sigue resplandeciendo en la literatura universal.
Luis de Góngora, un destacado exponente del Siglo de Oro español, se distingue por su estilo innovador y su dominio magistral de la lengua española. Su poesía, caracterizada por un lenguaje elaborado y un uso sofisticado de las metáforas y las figuras retóricas, marca un punto de inflexión en la tradición literaria hispánica. “La Fábula de Polifemo y Galatea” no es una excepción a su estilo distintivo, ya que despliega su maestría poética para revivir una historia mítica con un toque de modernidad.
El poema relata la trágica historia de Polifemo, un pastor cíclope que se enamora perdidamente de Galatea, una hermosa ninfa marina. Sin embargo, el amor de Polifemo no es correspondido, y el corazón de Galatea es conquistado por el apuesto Acis. Este triángulo amoroso da lugar a un drama apasionante. La consumación secreta del amor entre Galatea y Acis, oculta tras las hiedras, desencadena la ira de Polifemo cuando los descubre fortuitamente. En su arrebato de celos, Polifemo aplasta a Acis con una roca, pero el poder de las divinidades marinas transforma la sangre del pastor en un río que fluye hacia el mar. En este acto divino, Doris, la madre de Galatea y diosa del mar, recibe a Acis como una nueva divinidad, el dios del río.
Esta fábula, teñida de tragedia y mitología, es un ejemplo sobresaliente de la habilidad de Góngora para fusionar elementos clásicos con su propio estilo innovador. Su capacidad para crear una poesía que evoca tanto los tiempos antiguos como los nuevos, con un lenguaje que resplandece como una gema pulida, subraya su lugar destacado en la literatura española. “La Fábula de Polifemo y Galatea” no solo es una narración épica, sino también un testimonio del legado literario eterno de Luis de Góngora, quien dejó una profunda huella en la poesía española y en la literatura mundial.
I
Estas que me dictó rimas sonoras,
culta sí, aunque bucólica Talía,
¡oh excelso conde!, en las purpúreas horas
que es rosas la alba y rosicler el día,
ahora que de luz tu niebla doras,
escucha, al son de la zampoña mía,
si ya los muros no te ven, de Huelva,
peinar el viento, fatigar la selva.
II
Templado, pula en la maestra mano
el generoso pájaro su pluma,
o tan mudo en la alcándara, que en vano
aun desmentir al cascabel presuma;
tascando haga el freno de oro, cano,
del caballo andaluz la ociosa espuma;
gima el lebrel en el cordón de seda,
y al cuerno, al fin, la cítara suceda.
III
Treguas al ejercicio sean robusto,
ocio atento, silencio dulce, en cuanto
debajo escuchas de dosel augusto,
del músico jayán el fiero canto.
Alterna con las Musas hoy el gusto;
que si la mía puede ofrecer tanto
clarín (y de la Fama no segundo),
tu nombre oirán los términos del mundo.
IV
Donde espumoso el mar sicilïano
el pie argenta de plata al Lilibeo
(bóveda o de las fraguas de Vulcano,
o tumba de los huesos de Tifeo),
pálidas señas cenizoso un llano
-cuando no del sacrílego deseo-
del duro oficio da. Allí una alta roca
mordaza es a una gruta de su boca.
V
Guarnición tosca de este escollo duro
troncos robustos son, a cuya greña
menos luz debe, menos aire puro
la caverna profunda, que a la peña;
caliginoso lecho, el seno obscuro
ser de la negra noche nos lo enseña
infame turba de nocturnas aves,
gimiendo tristes y volando graves.
VI
De este, pues, formidable de la tierra
bostezo, el melancólico vacío
a Polifemo, horror de aquella sierra,
bárbara choza es, albergue umbrío
y redil espacioso donde encierra
cuanto las cumbres ásperas cabrío,
de los montes, esconde: copia bella
que un silbo junta y un peñasco sella.
VII
Un monte era de miembros eminente
este que, de Neptuno hijo fiero,
de un ojo ilustra el orbe de su frente,
émulo casi del mayor lucero;
cíclope, a quien el pino más valiente,
bastón, le obedecía, tan ligero,
y al grave peso junco tan delgado,
que un día era bastón y otro cayado.
VIII
Negro el cabello, imitador undoso
de las obscuras aguas del Leteo,
al viento que lo peina proceloso,
vuela sin orden, pende sin aseo;
un torrente es su barba impetüoso,
que (adusto hijo de este Pirineo)
su pecho inunda, o tarde, o mal, o en vano
surcada aun de los dedos de su mano.
IX
No la Trinacria en sus montañas, fiera
armó de crüeldad, calzó de viento,
que redima feroz, salve ligera,
su piel manchada de colores ciento;
pellico es ya la que en los bosques era
mortal horror al que con paso lento
los bueyes a su albergue reducía,
pisando la dudosa luz del día.
X
Cercado es (cuanto más capaz, más lleno)
de la fruta, el zurrón, casi abortada,
que el tardo otoño deja al blando seno
de la piadosa hierba, encomendada;
la serba, a quien le da rugas el heno,
la pera, de quien fue cuna dorada
la rubia paja, y -pálida tutora-
la niega avara, y pródiga la dora.
…