Resumen del libro:
“España trágica” de Benito Pérez Galdós es una novela que forma parte de su monumental serie “Episodios Nacionales”, una obra que busca capturar, a través de la ficción, la compleja realidad política, social y cultural de España en el siglo XIX. En este episodio, Galdós nos transporta al periodo inmediatamente posterior a la Revolución de 1868, conocido por la inestabilidad que marcó la caída de Isabel II y el convulso proceso de búsqueda de un nuevo orden en el país. La novela se construye en torno a dos hechos históricos fundamentales: la muerte del infante don Enrique de Borbón en un duelo con el duque de Montpensier y el asesinato del general Prim, ambos sucesos claves que marcaron este periodo.
El relato de “España trágica” se despliega en los escenarios madrileños, tan familiares y queridos por Galdós, y permite que el autor explore, con su inigualable capacidad de observación, la vida cotidiana de la sociedad de la época. Los personajes se mueven entre los entresijos de la política y los destinos personales, en un ambiente de incertidumbre y desasosiego, mientras España se enfrenta a la difícil tarea de encontrar estabilidad tras la caída de la monarquía borbónica. La novela refleja una España dividida, con tensiones sociales y políticas que parecen no tener solución fácil, un retrato certero de la fragilidad del momento histórico.
Benito Pérez Galdós, considerado uno de los grandes maestros de la novela realista española, utiliza en “España trágica” su estilo característico de combinar la ficción con el rigor histórico. Galdós no solo retrata los grandes acontecimientos del país, sino que también ofrece una profunda mirada a las reacciones del pueblo, las pasiones humanas y los conflictos internos que modelan las decisiones de sus personajes. El lector, a través de las páginas de esta obra, se enfrenta a un periodo trágico y turbulento de la historia de España, en el que los intereses personales y políticos se entrelazan en un nudo de difícil desenlace.
Con su habilidad para tejer grandes narrativas a partir de los acontecimientos históricos, Galdós nos ofrece en “España trágica” una visión tan lúcida como apasionante de la historia española, una obra que no solo documenta, sino que invita a reflexionar sobre los ciclos de inestabilidad y esperanza que han marcado la historia del país.
– I –
«1.º de Enero.— Ha sonado la última campanada de las doce. 1870 recoge la herencia del escandaloso 69, año de acciones difusas y de oratoria sinfónica… ‘¿Y qué haré yo con tantos discursos? —dice este pobrecito 70, que nace sobre los mismos hielos que han sido sepultura de su padre—. ¿De qué me servirá la opulencia verbosa de estos caballeros constituyentes?… ¿Por ventura, el diluvio retórico fecundará la simiente de la República o nos traerá un nuevo retoño del árbol secular de la Monarquía?’.
»2 de Enero.— Si escribir pudiéramos la Historia futura, corriendo más aprisa que el tiempo, yo escribiría que el Rey X, si acaso lo encuentran, no querrá venir a este cráter del volcán en erupción. Se le quemarán las botas.
»3 de Enero.— Estos Carabancheles son desprendimientos del apretado cascote que llamamos Madriles. Hastiados de formar en ringleras, sin aire ni luz, algunos caseríos se han escurrido bonitamente hacia el campo. Aquí vivo, no por mi gusto, sino por el de mi madre, que como buena campesina tira siempre a las Afueras.
»6, día de los Santos Reyes.— ¡Oh, qué visión divina me trajeron los Magos de Oriente!… Pasó el tiempo en que mi buena madre dejaba en el balcón mi zapato para que Gaspar, Melchor y el negro Baltasar me pusieran en él soldados o cañoncitos, que colmaban mis inocentes ambiciones. Anoche, sin aventurar zapato ni chinela, los Reyes fueron para mí más que nunca propicios y dadivosos, porque apenas abrí hoy la ventana por donde suelo contemplar la huerta de esta casa y la de la casa medianera, separadas por vieja tapia, vi una figura, imagen, persona, que al pronto me pareció ángel, después mujer. Verla y pensar que había encontrado mi novia definitiva, el ideal de amor, fueron dos facetas de un solo momento, iluminadas por un solo relámpago… Cuando absorto clavé mis ojos en la hermosa visión, esta me miró a mí… Pasado un segundo, dos quizás, la imagen se desvaneció tras de un ciprés… Esperé un rato; no la vi más. Yo miraba al ciprés y le decía: ‘ciprés amigo, apártate un poco; déjame ver si…’.
»7.— Estoy tristísimo. Temo y espero y desconfío. Mis pensamientos han volado a otro mundo, dejándome en una perplejidad ansiosa y muda. Mi madre me riñe por mi sombrío silencio. Con falsas alegrías y afectada locuacidad disfrazo yo la turbación de mi alma… Viene mi amigo Enrique Bravo, exaltado patriota, escritor agresivo, tribuno vibrante, que cultiva en su propio ardimiento y en fogosas lecturas el arte de las insurrecciones. Con palabra bravía me habla de la Convención, de Bonaparte en el Consejo de los Quinientos, de Carlos X, del ministro Polignac y de las Jornadas de Julio. Le contesto vagamente… Volvieron de muy lejos mis opiniones, y como bandada de avecillas que requieren sus nidos se posaron en el ciprés…
»12.— Con Enrique fui hoy a Madrid. Estuve en la Iberia hablando con Fernando Garrido y con Gil Sanz. Luego entramos en el Congreso; subimos a la tribuna y asistimos a la presentación del nuevo Gabinete; vi a Rivero en el banco azul, le oí un discursillo corto y duro. Su facha es de cíclope, su palabra de hierro, ceceosa; va soltando las cláusulas como si las forjara con potente martillo sobre un yunque gramatical. No me enteré bien de lo que dijo, ni de los argumentos de Figueras, que interpelaba sobre la crisis… Salí de la tribuna y bajé a la calle con mi amigo, sin darme cuenta de lo que allí pasaba. Bravo lo decía todo; yo asentía con cabezadas mecánicas y con un mirar sin fijeza. La Política y el Parlamento me resultaban de una pequeñez atomística…».
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