Es cuento largo
Resumen del libro: "Es cuento largo" de Günter Grass
Alemania entre la caída del Muro y la Unificación, entre el júbilo y la resaca, en la nueva novela de Günter Grass. Una obra maestra, un punto de vista insólito e irritante para muchos, una sobrecogedora mezcla del pasado y del presente.
Diciembre hiela, y el Muro está cayendo. Dos viejos (uno alto y enjuto, otro pequeño y rechoncho; uno de pasos largos, bastón y bufanda al viento, otro de pasitos cortos, con una cartera repleta de documentos) se acercan a la Potsdamer Platz, atraviesan la abierta frontera y doblan a la derecha, camino de la Puerta de Brandeburgo, a lo largo del Muro…
Dos viejos que tienen cosas en común: sus recuerdos se remontan muy lejos en el tiempo, ambos viven según el modelo de sus predecesores y tienen el pasado tan presente y actual como la vida de todos los días…
Un panorama profundamente literario de la historia alemana, desde la Revolución de marzo de 1848 hasta nuestros días. Una demostración de que el tiempo está dentro del tiempo, una deslumbrante muestra de talento literario y percepción del mundo.
1. Entre los picoteadores del Muro
Los del Archivo lo llamábamos Fonty; no, muchos, al encontrárselo, le decían:
—¿Qué, Fonty, otra vez correo de Friedlaender? ¿Y cómo está su hija? Por todas partes corre la voz de la boda de Mete, no sólo en Prenzlauer Berg. ¿Qué hay de eso, Fonty?
Hasta su Sombra-de-noche-y-día exclamaba:
—¡Hombre no, Fonty! Eso fue años antes de las intrigas revolucionarias, cuando usted ofreció a sus compañeros del Tunnel, bajo una luz mortecina, algo escocés, una balada…
De acuerdo: suena idiota, lo mismo que Honni o Gorbi, pero tendrá que ser Fonty. Hasta su deseo de una «y griega» final tendremos que refrendarlo con sello hugonote.
Según sus papeles se llamaba Theo Wuttke, pero, como había nacido en Neuruppin, y además el penúltimo día de 1919, había materia suficiente para reflejar las tribulaciones de una existencia fracasada, sólo tardíamente famosa, aunque se le levantara luego un monumento que nosotros, con palabras de Fonty, llamábamos «El Bronce sentado».
Sin considerar muertes ni lápidas, y más impulsado por aquel monumento de cuerpo entero que de niño había contemplado a menudo solo y a veces de la mano de su padre, el joven Wuttke —de estudiante de bachillerato o vistiendo el azul de la Luftwaffe— solía preparar tan verosímilmente su fama después de su fallecimiento, que el Wuttke entrado en años, al que se le quedó de mote Fonty desde que comenzó sus giras de conferencias para la Kulturbund, tenía siempre una multitud de citas a flor de labios; y todas ellas eran tan oportunas que en alguna que otra tertulia podía pasar por su autor.
Hablaba de «mi harto conocida balada de las peras», de «mi Grete Minde y su incendio» y, una y otra vez, se refería a Effi como su «hija del aire». Dubslav von Stechlin y la rubia ceniza Lene Nimptsch, la Mathilde de rostro de camafeo y Stine, que había resultado demasiado pálida, junto con la viuda Pittelkow, Briest con su debilidad a cuestas, Schach, cuando hizo el ridículo, el guarda forestal Opitz y la delicada Cécile…, todos eran su elenco. No guiñándonos un ojo, sino consciente de sus vividos sufrimientos, se nos quejaba de su duro trabajo como boticario cuando la Revolución del 48, y luego de su precaria situación como secretario de la Academia Prusiana de las Artes —«Todavía sigo enormemente desmadejado y de los nervios»—, para hablar inmediatamente de la crisis que casi lo llevó a un psiquiátrico. Él era lo que decía, y los que lo llamaban Fonty le creían a pies juntillas mientras charlaba y envolvía la grandeza y el ocaso de la nobleza de la Marca en anécdotas sabrosas.
…
Günter Grass. Escritor alemán, fue uno de los autores en lengua germana más destacados del siglo XX, ganador del Premio Nobel de Literatura en 1999 y conocido por su gran actividad tanto en el mundo de las letras y el arte como a nivel político y de compromiso social. Nacido en Danzig de familia polaca, Grass pasó a la Alemania Federal como exiliado al final de la Segunda Guerra Mundial, tras un polémico paso por las Waffen SS cuando apenas contaba con 17 años. Tras la guerra trabajó como minero y cantero, comenzando de ese modo su pasión por la escultura, campo que estudió en Düsseldorf y Berlín.
La obra más conocida de Grass fue también la primera: El tambor de hojalata (1959), libro que fue llevado al cine en 1979 por Volker Schlöndorf, con el que comienza su Trilogía de Danzig en la que habla de su ciudad natal, la guerra y el nazismo.
En la obra de Grass también estuvo presente el ensayo político y el compromiso, como en Malos presagios (1992) o Discurso de la pérdida (1993). Grass, junto a otros autores alemanes, formó parte de un movimiento comprometido socialmente y de gran importancia como eco de los movimientos de 1968.
Como poeta, Grass publicó en 1991 Madera Muerta y en 2009, Payaso de agosto, aunque sus obras como narrador, El rodaballo (1977) o La caja de los deseos (2009), entre otras, fueron fundamentales en la narrativa alemana.
En 2007 publicó Pelando la cebolla, autobiografía en la que dio a conocer su implicación con el movimiento nazi, provocando una fuerte polémica en Alemania.
Con posterioridad, Grass publicó varios de sus diarios en los que se aprecia todavía mejor el proceso de creación y pensamiento de este genial autor alemán.