Resumen del libro:
Sal Paradise, el protagonista de esta historia, sigue los pasos de Dean Moriarty, trasunto del legendario Neal Cassady, el icono de la Generación Beat. Atravesando América de costa a costa, el viaje acaba convertido en camino perpetuo sin apenas sentido, en el que se dan cita la amistad y la muerte, el amor y el desamparo, la soledad, el alcohol y el sexo. Todo se mezcla en una narración de ritmo alterado y trepidante, conmovedora y a la vez profundamente dolorosa.
El estado febril en que parece que fue creada, así como un estilo endiabladamente improvisado y esa voz narrativa que todo lo invade, son las claves de esta novela iniciática que no solo retrata a un grupo de poetas y amigos sino a toda una generación.
Algunos libros te arrastran hacia lugares que intuyes pero a los que jamás podrías llegar sin su compañía y su fuerza. En el camino pertenece a esa estirpe y nos convoca a todos nosotros desde las primeras páginas.
Primera parte
I
Conoci a Dean poco despues de que mi mujer y yo nos separasemos. Acababa de pasar una grave enfermedad de la que no me molestare en hablar, exceptuado que tenia algo que ver con la casi insoportable separacion y con mi sensacion de que todo habia muerto. Con la aparicion de Dean Moriarty empezo la parte de mi vida que podria llamarse mi vida en la carretera. Antes de eso habia fantaseado con cierta frecuencia en ir al Oeste para ver el pais, siempre planeandolo vagamente y sin llevarlo a cabo nunca. Dean es el tipo perfecto para la carretera porque de hecho habia nacido en la carretera, cuando sus padres pasaban por Salt Lake City, en un viejo trasto, camino de Los Angeles. Las primeras noticias suyas me llegaron a traves de Chad King, que me enseno unas cuantas cartas que Dean habia escrito desde un reformatorio de Nuevo Mexico. Las cartas me interesaron tremendamente porque en ellas, y de modo ingenuo y simpatico, le pedia a Chad que le ensenara todo lo posible sobre Nietzsche y las demas cosas maravillosamente intelectuales que Chad sabia. En cierta ocasion, Carlo y yo hablamos de las cartas y nos preguntamos si llegariamos a conocer alguna vez al extrano Dean Moriarty. Todo esto era hace muchisimo, cuando Dean no era del modo en que es hoy, cuando era un joven taleguero nimbado de misterio. Luego, llegaron noticias de que Dean habia salido del reformatorio y se dirigia a Nueva York por primera vez; tambien se decia que se acababa de casar con una chica llamada Marylou.
Un dia yo andaba por el campus y Chad y Tim Gray me dijeron que Dean estaba en una habitacion de mala muerte del Este de Harlem, el Harlem espanol. Habia llegado la noche antes, era la primera vez que venia a Nueva York, con su guapa y menuda Marylou; se apearon del autobus Greyhound en la calle Cincuenta y doblaron la esquina buscando un sitio donde comer y se encontraron con la cafeteria de Hector, y desde entonces la cafeteria de Hector siempre ha sido para Dean un gran simbolo de Nueva York. Tomaron hermosos pasteles muy azucarados y bollos de crema.
Todo este tiempo Dean le decia a Marylou cosas como estas:
– Ahora, guapa, estamos en Nueva York y aunque no te he dicho todo lo que estaba pensando cuando cruzamos Missouri y especialmente en el momento en que pasamos junto al reformatorio de Booneville, que me recordo mi asunto de la carcel, es absolutamente preciso que ahora pospongamos todas aquellas cosas referentes a nuestros asuntos amorosos personales y empecemos a hacer inmediatamente planes especificos de trabajo… -y asi seguia del modo en que era aquellos primeros dias.
Fui a su cuchitril con varios amigos, y Dean salio a abrirnos en calzoncillos. Marylou estaba sentada en la cama; Dean habia despachado al ocupante del apartamento a la cocina, probablemente a hacer cafe, mientras el se habia dedicado a sus asuntos amorosos, pues el sexo era para el la unica cosa sagrada e importante de la vida, aunque tenia que sudar y maldecir para ganarse la vida y todo lo demas. Se notaba eso en el modo en que movia la cabeza, siempre con la mirada baja, asintiendo, como un joven boxeador recibiendo instrucciones, para que uno creyera que escuchaba cada una de las palabras, soltando miles de “Sies” y “De acuerdos.” Mi primera impresion de Dean fue la de un Gene Autry joven -buen tipo, escurrido de caderas, ojos azules, autentico acento de Oklahoma-, un heroe con grandes patillas del nevado Oeste, De hecho, habia estado trabajando en un rancho, el de Ed Wall, en Colorado, justo antes de casarse con Marylou y venir al Este. Marylou era una rubia bastante guapa con muchos rizos parecidos a un mar de oro; estaba sentada alli, en el borde de la cama con las manos colgando en el regazo y los grandes ojos campesinos azules abiertos de par en par, porque estaba en una maldita habitacion gris de Nueva York de aquellas de las que habia oido hablar en el Oeste y esperaba como una de las mujeres surrealistas delgadas y alargadas de Modigliani en un sitio muy serio. Pero, aparte de ser una chica fisicamente agradable y menuda, era completamente idiota y capaz de hacer cosas horribles. Esa misma noche todos bebimos cerveza, echamos pulsos y hablamos hasta el amanecer, y por la manana, mientras seguiamos sentados tontamente fumandonos las colillas de los ceniceros a la luz grisacea de un dia sombrio, Dean se levanto nervioso, se paseo pensando, y decidio que lo que habia que hacer era que Marylou preparara el desayuno y barriera el suelo.
– En otras palabras, tenemos que ponernos en movimiento, guapa, como te digo, porque si no siempre estaremos fluctuando y careceremos de conocimiento o cristalizacion de nuestros planes. -Entonces yo me largue.
Durante la semana siguiente, comunico a Chad King que tenia absoluta necesidad de que le ensenase a escribir; Chad dijo que el escritor era yo y que se dirigiera a mi en busca de consejo. Entretanto, Dean habia conseguido trabajo en un aparcamiento, se habia peleado con Marylou en su apartamento de Hoboken -Dios sabe por que fueron alli-, y ella se puso tan furiosa y se mostro tan profundamente vengativa que denuncio a la policia una cosa totalmente falsa, inventada, histerica y loca, y Dean tuvo que largarse de Hoboken. Asi que no tenia sitio adonde ir. Fue directamente a Paterson, Nueva Jersey, donde yo vivia con mi tia, y una noche mientras estudiaba llamaron a la puerta y alli estaba Dean, haciendo reverencias, frotando obsequiosamente los pies en la penumbra del vestibulo, y diciendo:
– Hola, tu. Te acuerdas de mi? Dean Moriarty? He venido a que me ensenes a escribir.
– Donde esta Marylou? -le pregunte, y Dean dijo que al parecer Marylou habia reunido unos cuantos dolares haciendo acera y habia regresado a Denver.
– La muy puta!
Entonces salimos a tomar unas cervezas porque no podiamos hablar a gusto delante de mi tia, que estaba sentada en la sala de estar leyendo su periodico. Echo una ojeada a Dean y decidio que estaba loco.
En el bar le dije a Dean:
– No digas tonterias, hombre, se perfectamente que no has venido a verme exclusivamente porque quieras ser escritor, y ademas lo unico que se de eso es que hay que dedicarse a ello con la energia de un adicto a las anfetas.
Y el dijo:
– Si, claro, se perfectamente lo que quieres decir y de hecho me han pasado todas esas cosas, pero el asunto es que quiero comprender los factores en los que uno debe apoyarse en la dicotomia de Schopenhauer para conseguir una realizacion interior… -y siguio asi con cosas de las que yo no entendia nada y el mucho menos. En aquellos dias de hecho jamas sabia de lo que estaba hablando; es decir, era un joven taleguero colgado de las maravillosas posibilidades de convertirse en un intelectual de verdad, y le gustaba hablar con el tono y usar las palabras, aunque lo liara todo, que suponia propias de los “intelectuales de verdad”. No se olvide, sin embargo, que no era tan ingenuo para sus otros asuntos y que solo necesito unos pocos meses con Carlo Marx para estar completamente in en lo que se refiere a los terminos y la jerga. En cualquier caso, nos entendimos mutuamente en otros planos de la locura, y accedi a que se quedara en mi casa hasta que encontrase trabajo, ademas de acordar que iriamos juntos al Oeste algun dia. Esto era en el invierno de 1947.
Una noche que cenaba en mi casa -ya habia conseguido trabajo en el aparcamiento de Nueva York- se inclino por encima de mi hombro mientras yo estaba escribiendo a maquina a toda velocidad y dijo:
– Vamos, hombre, aquellas chicas no pueden esperar, termina en seguida.
– Es solo un minuto -dije-. Estare contigo en cuanto termine este capitulo -y es que era uno de los mejores capitulos del libro. Despues me vesti y volamos hacia Nueva York para reunimos con las chicas. Mientras ibamos en el autobus por el extrano vacio fosforescente del tunel Lincoln nos inclinabamos uno sobre el otro moviendo las manos y gritando y hablando excitadamente, y yo estaba empezando a estar picado por el mismo bicho que picaba a Dean. Era simplemente un chaval al que la vida excitaba terriblemente, y aunque era un delincuente, solo lo era porque queria vivir intensamente y conocer gente que de otro modo no le habria hecho caso. Me estaba exprimiendo a fondo y yo lo sabia (alojamiento y comida y “como escribir”, etc.) y el sabia que yo lo sabia (esta ha sido la base de nuestra relacion), pero no me importaba y nos entendiamos bien: nada de molestarnos, nada de necesitarnos; andabamos de puntillas uno alrededor del otro como unos nuevos amigos entranables. Empece a aprender de el tanto como el probablemente aprendio de mi. En lo que respecta a mi trabajo decia:
– Sigue, todo lo que haces es bueno.
Miraba por encima del hombro cuando escribia relatos gritando:
– Si! Eso es! Vaya! Fuuu! -y secandose la cara con el panuelo anadia-: Muy bien, hombre! Hay tantas cosas que hacer, tantas cosas que escribir! Cuanto se necesita, incluso para empezar a dar cuenta de todo sin los frenos distorsionadores y los cuelgues como esas inhibiciones literarias y los miedos gramaticales…
– Eso es, hombre, ahora estas hablando acertadamente -y vi algo asi como un resplandor sagrado brillando entre sus visiones y su excitacion. Unas visiones que describia de modo tan torrencial que los pasajeros del autobus se volvian para mirar “al histerico aquel”. En el Oeste habia pasado una tercera parte de su vida en los billares, otra tercera parte en la carcel, y la otra tercera en la biblioteca publica. Habia sido visto corriendo por la calle en invierno, sin sombrero, llevando libros a los billares, o subiendose a los arboles para llegar hasta las buhardillas de amigos donde se pasaba los dias leyendo o escondiendose de la policia.
Fuimos a Nueva York -olvide lo que paso, excepto que eran dos chicas de color- pero las chicas no estaban; se suponia que ibamos a encontrarnos con ellas para cenar y no aparecieron. Fuimos hasta el aparcamiento donde Dean tenia unas cuantas cosas que hacer -cambiarse de ropa en un cobertizo trasero y peinarse un poco ante un espejo roto, y cosas asi- y a continuacion nos las piramos. Y esa fue la noche en que Dean conocio a Carlo Marx. Y cuando Dean conocio a Carlo Marx paso algo tremendo. Eran dos mentes agudas y se adaptaron el uno al otro como el guante a la mano. Dos ojos penetrantes se miraron en dos ojos penetrantes: el tipo santo de mente resplandeciente, y el tipo melancolico y poetico de mente sombria que es Carlo Marx. Desde ese momento vi muy poco a Dean, y me molesto un poco, ademas. Sus energias se habian encontrado; comparado con ellos yo era un retrasado mental, no conseguia seguirles. Todo el loco torbellino de todo lo que iba a pasar empezo entonces; aquel torbellino que mezclaria a todos mis amigos y a todo lo que me quedaba de familia en una gran nube de polvo sobre la Noche Americana. Carlo le hablo del viejo Bull Lee, de Elmer Hassel de Jane: Lee estaba en Texas cultivando yerba, Hassel, en la carcel de isla de Riker, Jane perdida por Times Square en una alucinacion de benzedrina, con su hijita en los brazos y terminando en Bellevue. Y Dean le hablo a Carlo de gente desconocida del Oeste como Tommy Snark, el tiburon de pata de palo de los billares, tahur y maricon sagrado. Le hablo de Roy Johnson, del gran Ed Dunkel, de sus troncos de la ninez, sus amigos de la calle, de sus innumerables chicas y de las orgias y las peliculas pornograficas, de sus heroes, heroinas y aventuras. Corrian calle abajo juntos, entendiendolo todo del modo en que lo hacian aquellos primeros dias, y que mas tarde seria mas triste y perceptivo y tenue. Pero entonces bailaban por las calles como peonzas enloquecidas, y yo vacilaba tras ellos como he estado haciendo toda mi vida mientras sigo a la gente que me interesa, porque la unica gente que me interesa es la que esta loca, la gente que esta loca por vivir, loca por hablar, loca por salvarse, con ganas de todo al mismo tiempo, la gente que nunca bosteza ni habla de lugares comunes, sino que arde, arde, arde como fabulosos cohetes amarillos explotando igual que aranas entre las estrellas y entonces se ve estallar una luz azul y todo el mundo suelta un “Ahhh!”. Como se llamaban estos jovenes en la Alemania de Goethe? Se dedicaban exclusivamente a aprender a escribir, como le pasaba a Carlo, y lo primero que paso era que Dean le atacaba con su enorme alma rebosando amor como unicamente es capaz de tener un convicto y diciendo:
– Ahora, Carlo, dejame hablar… Te estoy diciendo que… -Y no les vi durante un par de semanas, y en ese tiempo cimentaron su relacion y se hicieron amigos y se pasaban noche y dia sin parar de hablar.
Entonces llego la primavera, la gran epoca para viajar, y todos los miembros del disperso grupo se preparaban para tal viaje o tal otro. Yo estaba muy ocupado trabajando en mi novela y cuando llegue a la mitad, tras un viaje al Sur con mi tia para visitar a mi hermano Rocco, estaba dispuesto a viajar hacia el Oeste por primera vez en mi vida.
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