Resumen del libro:
“El último encantamiento” de Mary Stewart es una obra maestra de la fantasía épica que sumerge al lector en la vibrante gesta de Arturo, el mítico rey de Bretaña. Desde la dramática noche de su concepción, la epopeya se despliega con una trama rica en intriga, aprendizaje y la inevitable lucha del héroe por cumplir su destino. Stewart, con su prosa hábil y evocadora, nos transporta a una época de guerras, traiciones e intrigas cortesanas, donde la figura enigmática de Merlín se erige como un guía sabio pero atormentado.
La narrativa arranca con la iniciación mágica de Merlín en “La Cueva de Cristal”, primera entrega de la “Trilogía de Merlín”. En “El último encantamiento”, la historia evoluciona, centrando su enfoque en la infancia y juventud de Arturo, desde su nacimiento hasta su ascenso al trono. El lector se sumerge en un mundo donde la lealtad se convierte en la brújula del héroe, mientras enfrenta enemigos y desafíos que pondrán a prueba su valentía y discernimiento.
La trama se desarrolla en un escenario de guerra y magia, donde Stewart teje una narrativa que captura la esencia misma de la leyenda artúrica. Cada página es una invitación a explorar la complejidad de los personajes y las fuerzas que moldean su destino. “El último encantamiento” no solo es una continuación magistral de la trilogía, sino también una obra que resalta la habilidad única de Mary Stewart para dar vida a la mitología y al heroísmo en una narrativa cautivadora. Con esta entrega, Stewart consolida su posición como maestra del género, dejando una marca imborrable en el panorama de la literatura fantástica.
Los personajes y situaciones de esta obra son totalmente imaginarios y no guardan relación con ninguna persona real ni con hechos verdaderos.
Para quien había muerto
y vuelve a estar vivo,
se había perdido
y ha sido hallado.
LIBRO PRIMERO
DUNPELDYR
Capítulo I
A ningún rey le gustaría empezar su reinado con una matanza masiva de niños. Y éste es precisamente el rumor que corre sobre Arturo, aunque por otro lado le presentan como prototipo del noble soberano, protector por igual de poderosos y humildes.
Sofocar un rumor es incluso más difícil que acallar una calumnia a voces. Además, en la mente de las gentes sencillas, para quienes el Gran Rey es el gobernante de sus vidas y el administrador de todos los destinos, Arturo sería considerado responsable de cualquier cosa, mala o buena, que sucediera en su reino, desde una resonante victoria en el campo de batalla hasta una terrible tormenta o la esterilidad de un rebaño.
Por tanto, aunque una bruja planeó la matanza y otro rey la ordenó y aunque yo mismo traté de cargar con la culpa, la murmuración todavía persiste; según ella, en el primer año de su reinado Arturo el Gran Rey hizo que sus tropas buscaran y exterminaran a varias decenas de niños recién nacidos con la esperanza de atrapar en esta red sangrienta a un único chiquillo, el bastardo nacido del incesto con su media hermana Morcadés.
De calumnia he calificado yo este infundio, y sería bueno que pudiera declarar abiertamente que lo que se cuenta es mentira.
Pero eso no es exactamente así. Es mentira que él ordenara la matanza, pero su pecado fue la causa primera de todo ello y, aunque a él nunca se le hubiera ocurrido asesinar a niños inocentes, es cierto que deseaba que su propio hijo muriese. He aquí por qué una parte de la culpa debe recaer sobre Arturo; he aquí también por qué una parte de ella debe adjudicárseme, puesto que yo, Merlín, que soy considerado un hombre con poderes y videncia, aguardé ociosamente hasta el momento en que el peligroso niño fue engendrado, y el trágico plazo coincidió con los inicios de la paz y la libertad que Arturo iba a ganar para su pueblo. Yo puedo atribuirme la culpa —por ahora estoy por encima del juicio de los hombres—, pero Arturo es todavía demasiado joven para tener que verse herido por estos hechos y atormentado por pensamientos de expiación; y cuando esto sucedió era aún más joven: en resumidas cuentas, experimentaba su primera, preciosa y pura emoción de la victoria y la dignidad real, sostenido por el amor del pueblo, la aclamación de los soldados y el halo de misterio que le circundaba desde que arrancó la espada de la piedra.
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