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El príncipe Caspian

El príncipe Caspian - Las crónicas de Narnia II

El príncipe Caspian - Las crónicas de Narnia II

Resumen del libro:

Un príncipe lucha por su corona, al tiempo que descubre la verdadera historia de su pueblo, los telmarinos, unos auténticos piratas terrestres… Los Pevensie acuden a Narnia de nuevo para ayudar a un príncipe al que se ha negado el trono que legítimamente le corresponde. Caspian reúne un ejército para liberar a su país de un rey desleal. Un combate de honor entre dos hombres solos decidirá el destino de todo un mundo…

La isla

Había una vez cuatro niños que se llamaban Pedro, Susana, Edmundo y Lucía, cuyas extraordinarias aventuras se relataron en otro libro titulado El León, La Bruja y El Ropero. Un día abrieron la puerta de un ropero mágico y se encontraron en un mundo muy diferente al nuestro, y en ese mundo diferente llegaron a ser Reyes y Reinas de un país llamado Narnia. Mientras estuvieron en Narnia, les pareció reinar por años y años; mas cuando volvieron a traspasar la puerta del ropero y retornaron a Inglaterra, parecía que no había pasado ni un instante. En todo caso, nadie se dio cuenta de su ausencia, y ellos no se lo contaron a nadie, salvo a un anciano muy sabio.

Todo eso había sucedido un año atrás, y ahora los cuatro se hallaban sentados en un banco en una estación de ferrocarril, rodeados de una pila de baúles y cajas con juguetes.

Era el regreso al colegio. Habían viajado juntos hasta esa estación, en la que empalmaban diversas líneas. En pocos minutos iba a pasar un tren que llevaría a las niñas hacia un colegio, y media hora después otro tren trasladaría a los niños a otro colegio. Esa primera etapa del viaje que realizaron juntos les pareció todavía parte de las vacaciones; pero ahora, cuando se acercaba el momento de separarse y tomar distintos caminos, se convencieron de que realmente las vacaciones habían terminado y de que muy pronto comenzaría otra vez el período escolar. Estaban muy tristes y a ninguno se le ocurría qué decir. Lucía iba al internado por primera vez en su vida.

Era una estación de pueblo, vacía y somnolienta y, fuera de ellos, no había nadie más en el andén. De pronto Lucía lanzó un agudo grito, como si una avispa la hubiera picado.

—¿Qué pasa, Lu…? —preguntó Edmundo. Se interrumpió repentinamente e hizo un ruido como «¡au!».

—¿Qué cosa…? —empezó Pedro, y de pronto también él interrumpió lo que iba a decir y, en cambio, exclamó—: ¡Susana, suéltame! ¿Qué haces? ¿Adónde me arrastras?

—No te he tocado —dijo Susana—. Alguien me empuja a mí. ¡Oh… oh… oh…, basta!

Cada uno advirtió que los rostros de los demás estaban muy pálidos.

—Yo sentí lo mismo —dijo Edmundo, sin aliento—. Como si me arrastraran. Un tirón espantoso… ¡Ay, empieza otra vez!

—A mí también —dijo Lucía—. ¡Oh, no puedo soportar más!

—Rápido —gritó Edmundo—. Tómense todos de las manos y no se separen. Esto es magia, yo la siento. ¡Apúrense!

—Sí —dijo Susana—. Tomémonos de las manos. ¡Oh, cómo quisiera que todo esto terminara… oh!

En ese mismo momento el equipaje, el banco, el andén y la estación desaparecieron. Los cuatro niños, tomados de la mano y jadeantes, se encontraron en un lugar emboscado, tan emboscado que las ramas los envolvían y casi no quedaba espacio para moverse. Se frotaron los ojos y respiraron profundamente.

—Oh, Pedro —exclamó Lucía—. ¿Crees que habremos vuelto a Narnia?

—Este podría ser cualquier lugar —dijo Pedro—. Con todos estos árboles no puedo ver a un metro de distancia. Tratemos de salir al campo abierto…, si es que existe un campo abierto.

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