El pájaro de fuego y otros cuentos rusos
Resumen del libro: "El pájaro de fuego y otros cuentos rusos" de Aleksandr Afanásiev
“El pájaro de fuego y otros cuentos rusos” es una obra imprescindible para quienes desean sumergirse en la rica tradición del folclore eslavo. Este libro es una cuidada selección de algunos de los cuentos populares rusos más emblemáticos, recopilados por Aleksandr Afanásiev, una figura fundamental en la conservación de la literatura popular rusa. Afanásiev, a menudo comparado con los hermanos Grimm por su labor monumental, se dedicó a rescatar del olvido una gran cantidad de relatos que capturan la esencia de la cultura rusa y sus mitos ancestrales.
Los cuentos de esta colección nos transportan a un mundo de magia, heroísmo y criaturas fantásticas. Entre ellos, destaca el relato del “Pájaro de fuego”, un símbolo de la búsqueda incansable de lo extraordinario y de la lucha por lo imposible. Cada historia está impregnada de una profunda conexión con la naturaleza y los elementos, mostrando a personajes que deben superar pruebas y enfrentarse a fuerzas sobrenaturales para alcanzar sus objetivos. Estos relatos no solo entretienen, sino que también reflejan las creencias y valores de la sociedad rusa, ofreciendo una ventana a su historia y espiritualidad.
Las ilustraciones de Iván Bilibin, realizadas para la edición de 1899, complementan a la perfección la atmósfera mística de los cuentos. Bilibin, con su estilo detallado y vibrante, logra capturar la esencia visual del folclore ruso, haciendo que cada página del libro sea una obra de arte en sí misma. Sus ilustraciones son tan icónicas que se han convertido en un referente indispensable para quienes estudian o disfrutan del arte y la mitología rusa.
“El pájaro de fuego y otros cuentos rusos” no es solo un libro de cuentos; es un viaje a través de la rica y misteriosa cultura eslava. Afanásiev nos ofrece un tesoro literario que, con la ayuda de Bilibin, cobra vida de una manera única y fascinante. Es una obra que trasciende el tiempo, invitando a lectores de todas las edades a redescubrir las raíces de la narrativa rusa.
Prólogo
Por aquellos tiempos, mientras el campesinado —aún sometido a la servidumbre— se hallaba aislado de la enseñanza y de la civilización y la Iglesia predicaba sumisión al orden establecido, el pueblo daba rienda suelta a su fantasía en los cuentos, creando imágenes de una belleza, una fuerza vital y una veracidad extraordinarias.
Vladímir Propp
La colección
En el año 1852, Aleksandr Nikoláievich Afanásiev fue nombrado miembro de la Sociedad Geográfica Rusa de San Petersburgo por la sección de Etnografía. La Sociedad Geográfica cedió a Afanásiev los materiales de su archivo relativos a los cuentos para su edición. Esta donación fundaría las bases de la enorme colección de más de seiscientos cuentos cuyo primer tomo se publicó en 1855. Cabe señalar que los relatos recogidos directamente por Afanásiev no superaban la docena, y todos ellos tenían origen en su provincia natal de Vorónezh. A estos se sumaron los pertenecientes al archivo de la Sociedad Geográfica Rusa y los manuscritos de otros recopiladores, etnógrafos e intelectuales, muchos de ellos amigos o personas allegadas del autor. Cuando ya se había publicado el tercer volumen de la colección, Afanásiev recibió una gran cantidad de textos del escritor, etnógrafo y filólogo Vladímir Ivánovich Dal. Los relatos enviados por Dal suman unos ciento cincuenta e integran los fascículos cuarto, sexto y séptimo de los Cuentos populares rusos.
Como puede verse, Afanásiev no encarna al mítico recopilador que recoge el arte popular directamente del pueblo. Según observa Vladímir Propp, en su obra encontramos, incluso, cierta heterogeneidad, dado que dependía de fuentes de diversa calidad para llevar a cabo su trabajo de edición.
Los Cuentos populares rusos pueden dividirse, a grandes rasgos, en tres grupos de cuentos: de animales, costumbristas y maravillosos. En la compilación de Afanásiev tienen un lugar especial los últimos, categoría a la que pertenecen los siete títulos seleccionados para este libro. Esto se debe a que, para el folclorista de mediados del siglo XIX, los relatos maravillosos tenían un valor especial al ser considerados los más antiguos.
Los Cuentos populares rusos, de Aleksandr Nikoláievich Afanásiev, constituyen un libro popular en el sentido más amplio de este concepto. Gracias a Afanásiev vio el lector por primera vez el cuento ruso en toda su riqueza y toda su diversidad, en su belleza genuina, sin afeites ni amaños.
Propp destaca el enorme empeño de Afanásiev en respetar las anotaciones iniciales de los cuentos, sin dar lugar a retoques literarios, limitándose al papel de redactor y editor. Este método de trabajo se diferencia significativamente del que se llevó a cabo en publicaciones anteriores cuyos cuentos eran adaptados y estilizados (o simplemente ignorados) por la «alta cultura», y considerados desdeñosamente como «cuentos del mujik». En palabras textuales de Propp, a estos relatos «no se les reconocía el derecho de ciudadanía literaria».
La colección de Afanásiev ha sido objeto de estudio por parte de críticos y especialistas de todo el mundo, entre ellos el ya citado Vladímir Propp, cuya famosa Morfología del cuento (1928) encuentra en la recopilación de Afanásiev su punto de partida. El interés por estos relatos, en tiempos del autor, estuvo estrechamente relacionado con las luchas sociales y los movimientos de emancipación que conmovieron a aquel país durante el transcurso del siglo XIX hasta desembocar en la revolución de 1917.
Los cuentos
El antiguo imperio de los zares era un territorio inconmensurable, extendido sobre dos continentes, Europa y Asia, donde cohabitaban numerosos grupos étnicos. Esto da una idea de la diversidad y riqueza de los relatos que circularon en aquel territorio durante siglos. Algunas de estas narraciones, sin embargo, no dejan de resultarnos familiares. De las seleccionadas en este volumen, «Vasilisa la Bella» tiene muchos puntos en común con «La Cenicienta» europea; o «La rana zarevna» con «Las tres plumas» de los hermanos Grimm. También «El pájaro de fuego» tiene una versión muy similar entre los cuentos alemanes: «El pájaro de oro»; mientras que «La pluma de Fínist» se asemeja al cuento rumano «El cerdo encantado». Seguramente las similitudes entre relatos no se agoten aquí y los lectores puedan hallar otras.
Como en muchos cuentos populares del mundo, el tercer hijo, el menor, es considerado «el tonto», y en él no confían ni siquiera sus padres y hermanos. Sin embargo, Iván (ese es su nombre eslavo) resulta ser el único capaz de vencer las pruebas a las que se ve sometido, demostrando bondad, perseverancia, inteligencia y valentía. La rivalidad entre hermanos o hermanas, que a veces acaba desembocando en fratricidio, es un lugar común en muchos de estos cuentos. Ejemplo de ello son «La rana zarevna» y «El pájaro de fuego», en los que dicha rivalidad se vincula a luchas por el poder y la herencia del trono. En «Vasilisa la Bella» y en «La pluma de Fínist», la rivalidad entre hermanas se aproxima a la envidia que sienten las hermanastras de la Cenicienta o de Psique. De los cuentos de este volumen, muchos de ellos tienen a mujeres sabias y fuertes como personajes, destacándose entre ellas María Morevna —belleza altiva, poderosa reina y guerrera, implacable destructora de ejércitos— y la rana zarevna, en su doble identidad de humilde animalito y princesa encantada, quien deja en ridículo a las envidiosas esposas de sus cuñados y logra la admiración de toda la corte, incluso de su suegro, el zar. Hay un juego de espejos entre los personajes y sus peripecias en el caso de «María Morevna» y «La pluma de Fínist»; tanto Iván-zarévich en el primer relato, como la joven sin nombre, en el segundo, deben liberar a sus seres amados, y para ello sortear una serie de pruebas, recorrer inagotables caminos y recurrir a la ayuda de la bruja Baba Yagá. Sus amados son seres poderosos, pero se encuentran cautivos o hechizados. El héroe y la heroína, de condición más humilde que sus esposos, logran liberarlos a través de la perseverancia y la fidelidad extremas.
Mención aparte merece el personaje de Baba Yagá, bruja caníbal, con una pata de hueso, que habita en las profundidades del bosque, su dominio, en una isba giratoria sostenida por patas de gallina, rodeada de los huesos de sus víctimas. La bruja vuela en un mortero y con la escoba borra las huellas que deja en el camino tras su paso. El claro día, el sol ardiente y la noche sombría son sus servidores fieles, representados como altivos caballeros blanco, rojo y negro respectivamente en las bellas ilustraciones de Iván Bilibin.
Baba Yagá es, por lo tanto, dueña y señora del día y de la noche, del tiempo y de la naturaleza. Figura de intensidad estremecedora, bruja impiadosa y benefactora del héroe o heroína al mismo tiempo, se asocia a antiguas divinidades paganas y al entorno natural, del cual es feroz guardiana y protectora. Aparece en cientos de relatos (y en cuatro de los siete cuentos de este volumen); a veces se trata de una sola y, en otras ocasiones, de tres hermanas. Es difícil encontrar un personaje más original e impactante que la bruja rusa en toda la cuentística popular europea.
Aun cuando Baba Yagá otorga consejos o ayuda al héroe o heroína, esta ayuda resulta costosa. Quien llega a su hogar, por casualidad o adrede, siempre es sometido a pruebas. Los personajes, jóvenes rusos, hombres y mujeres, deben demostrar a esta especie de diosa desacralizada que son dignos de su amparo. El papel de las Baba Yagás en los cuentos rusos es crucial, ellas definen la suerte del protagonista y, por lo tanto, el destino del relato.
En palabras de Jack Zipes, «estos cuentos […] son profundos “documentos” acerca de los esfuerzos de la gente común de Rusia, de su fe en criaturas extraordinarias para ayudarlos en tiempos de necesidad. Son también sueños de compensación por su impotencia; son historias de resistencia y esperanza».
Entre las páginas de este libro, encontraremos pájaros de fuego y orgullosas zarevnas, seres inmortales que ocultan su alma en lo profundo del bosque, muertes y resurrecciones mágicas, hechizos, traiciones, fidelidad, crueldad, bondad, coraje extremos. Estos cuentos, que tomaron forma durante siglos de transmisión oral a través de los extensos paisajes de la lejana Rusia, nos esperan aquí y ahora.
MARCELA CARRANZA
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Aleksandr Nikoláyevich Afanásiev. Fue un intelectual ruso nacido en 1826 en Boguchar, Vorónezh, y fallecido en Moscú en 1871. Afanásiev se tituló en Derecho y dedicó casi toda su vida a su puesto de funcionario para el Archivo Central del Ministerio de Asuntos Exteriores, puesto que aprovechó para obtener documentación para sus obras. En 1852 fue elegido miembro de la Sociedad Geográfica Rusa, que le propuso preparar una publicación de todos los cuentos que había conseguido reunir en sus años como funcionario, agrupándolos por materias y temática. Fue la primera recopilación de este tipo que se hizo en Rusia, y sirvió como base para estudiosos, teóricos y folcloristas posteriores como Vladimir Propp, que se documentó con la obra de Afanásiev para formular sus teorías sobre el cuento popular, si bien Propp, al igual que otros estudiosos del cuento como los Hermanos Grimm, estuvo en contacto con este género de forma más directa, mientras que Afanásiev había realizado sus estudios y recopilaciones sin salir de su despacho. Profundamente interesado en la etnografía y la literatura, Afanásiev también fue autor de la ambiciosa Concepciones poéticas de los eslavos sobre la naturaleza