Site icon ISLIADA: Portal de Literatura Contemporánea

El país de las pieles

El país de las pieles - Julio Verne

El país de las pieles - Julio Verne

Resumen del libro:

El teniente Jasper Hobson y otros miembros de la Compañía Comercial de la Bahía de Hudson, acompañados junto con otros viajeros e invitados, viajan a través de los territorios al noroeste de Canadá con destino al Cabo Bathurst en el océano Ártico. El objetivo de esta expedición es crear una oficina comercial, consistente en la caza de animales de pieles preciosas. A último minuto se une a la expedición el astrónomo Thomas Black quien asegura que habrá un eclipse solar durante el verano del año siguiente. Al llegar la primavera, después de un largo recorrido, la creciente actividad volcánica cerca del lugar provoca un terremoto y la situación cambia totalmente.

Una fiesta en el fuerte Confianza

Aquella noche —17 de marzo de 1859— el capitán Craventy daba una fiesta en el fuerte Confianza.

Que la palabra fiesta no evoque en la mente del lector la idea de un sarao grandioso, de un baile de corte, de una zambra ruidosa o de un festival a gran orquesta. La recepción del capitán Craventy era mucho más modesta, a pesar de lo cual no había perdonado sacrificio para darle la mayor brillantez posible.

En efecto, bajo la dirección del cabo Joliffe, el espléndido salón del piso bajo habíase transformado. Aún se veían las paredes de madera, hechas con troncos apenas labrados, horizontalmente dispuestos; pero, disimulaban su tosca desnudez cuatro pabellones británicos, colocados en los cuatro ángulos, y panoplias formadas con armas tomadas del arsenal del fuerte.

Si las largas vigas del techo, rugosas y ennegrecidas, descansaban sobre sus estribos groseramente ajustadas, en cambio, dos lámparas, provistas de sus reflectores de hoja de lata, se balanceaban como dos arañas al extremo de sus cadenas, y proyectaban una luz muy suficiente a través de la atmósfera cargada de la sala.

Las ventanas eran estrechas; algunas parecían troneras; sus vidrios, blindados por una espesa escarcha, desafiaban la curiosidad de la vista; pero dos o tres trozos de percalina encarnada colocados con gusto, llamaban la atención de los invitados. El piso estaba formado por pesados maderos yuxtapuestos que el cabo Joliffe había barrido con esmero en gracia a la solemnidad.

Allí no había butacas, ni divanes, ni sillas, ni otros muebles modernos; unos bancos de madera, medio empotrados en la anchurosa pared, unos taburetes macizos, hechos de troncos de árboles cortados a hachazos, y dos mesas de gruesos pies, constituían todo el mobiliario del salón; pero la pared medianera, a través de la cual daba acceso a la pieza contigua una puerta de una sola hoja, estaba adornada de un modo rico y pintoresco a la vez. De sus vigas pendían, colocadas en orden admirable, pieles extraordinariamente valiosas formando un surtido tan abundante y variado como no habría sido posible encontrar en los lujosos escaparates de la Regent-street o de la perspectiva Niewski. Habríase dicho que toda la fauna de las regiones árticas se había hecho representar en aquella decoración por medio de una muestra de sus más bellas pieles.

La mirada vacilaba entre las pieles de lobo, de osos grises, de osos polares, de nutrias, de glotones, de bisontes, de castores, de ratas almizcleras, de armiños y de zorras plateadas.

Sobre esta exposición, leíase un lema con letras primorosamente recortadas de un trozo de cartón pintado; el lema de la célebre Compañía de la Bahía de Hudson:

Sobre el autor:

Exit mobile version