Resumen del libro:
El libro “El otro mundo” de Cyrano de Bergerac, conocido por su diversidad de talentos que van desde la comedia hasta la filosofía, es una obra sorprendente que se ha destacado a lo largo del tiempo. Cyrano, célebre tanto por sus habilidades con la pluma como por sus destrezas en el manejo de la espada, emerge como un personaje multifacético del siglo XVII francés. Aunque es principalmente reconocido por la obra de teatro de Edmond Rostand, su legado literario se extiende mucho más allá de las tablas.
En “El otro mundo”, Cyrano de Bergerac despliega su genio a través de la utopía, el viaje fantástico y la ciencia ficción, revelando un profundo análisis de los vicios de su época. A través de esta obra, el autor no solo entretiene, sino que también critica las concepciones morales y científicas predominantes de su tiempo. Es notable cómo, incluso en una era marcada por la censura de la Iglesia, Cyrano se atreve a desafiar las normas establecidas y abogar por ideas más progresistas en la ciencia y la filosofía.
Durante doscientos años, “El otro mundo” permaneció censurado por la Iglesia, sin embargo, a principios del siglo XX, un manuscrito completo del viaje a la Luna fue descubierto. Este hallazgo permitió que la obra de Cyrano de Bergerac alcanzara una nueva audiencia, revelando así la genialidad de uno de los escritores más audaces del “Gran Siglo” francés y de todos los tiempos.
Esta edición crítica de “El otro mundo” ofrece a los lectores de habla hispana la oportunidad de sumergirse en la mente brillante y visionaria de Cyrano de Bergerac. A través de su prosa cautivadora y su imaginación sin límites, la obra invita a reflexionar sobre temas universales que aún resuenan en la sociedad contemporánea. En resumen, “El otro mundo” es una pieza literaria fascinante que perdura a través de los siglos, consolidando el legado de su autor como uno de los más destacados de la historia literaria.
Estudio preliminar
El hombre
¿Quién no conoce la figura de este estrafalario espadachín matasiete, delicado poeta, dotado de una prodigiosa nariz que lo forzaba a batirse en duelo con frecuencia y le impedía declarar abiertamente su amor al amor de su vida, viéndose obligado a hacerlo a través de un tercero más afortunado que él? En resumen, éste es el meollo del drama que estrenó Edmond Rostand en París en 1897 con un clamoroso éxito que lo catapultó a la fama. Hasta cuarenta y dos veces hubo de alzarse el telón aquella noche hasta que director y autor lo dejaron por imposible (Luján, 1984, p. 38). De la historia se han hecho varias versiones cinematográficas, las más conocidas la de Michael Gordon en 1950, con José Ferrer, y la de Jean Paul Rappenau en 1990, con Gérard Depardieu. Pero en lo esencial todas reproducen el modelo forjado por Rostand que, sin embargo, tiene poco que ver con la realidad. Hasta tal punto es así que cabe decir que bajo el nombre de Cyrano de Bergerac conviven dos personajes muy distintos: el legendario, un héroe romántico al estilo de Vigny, Dumas o Gautier, y el real, un escritor vanguardista, erudito, sagaz polemista, bohemio antes de tiempo y nada adaptado a las convenciones y miserias de su época. Un hombre de una personalidad tan fascinante como el personaje teatral, pero de muy otro calado.
Rostand dio forma a un personaje que ha encontrado un eco fabuloso, muy superior al que jamás alcanzó el Cyrano real, quien sin embargo lo buscó precisamente como autor dramático; igual que Rostand, aunque de más calidad a mi entender. Edmond Rostand escribió mucho teatro, pero de él sólo se recuerda el Cyrano de Bergerac, en tanto que este último sólo escribió dos obras, una de juventud, Le pédant joué y la otra de relativa madurez, La mort d’Agrippina. Relativa madurez porque Cyrano murió con treinta y seis años, que no es una edad a la que de ordinario se adjudique una madurez plena. Rostand era un autor de éxito en su tiempo mientras que, de las dos obras de Cyrano, sólo tenemos constancia de que se estrenara una de ellas en vida suya, La muerte de Agripina, y fue preciso retirarla rápidamente de cartel bajo la acusación de blasfemia. Eso mismo, sin embargo, hizo que el texto se agotara en las librerías porque todo el mundo estaba deseoso de adquirir un ejemplar tentado por las «monstruosidades que contenía» (Lefèvre, 1929, p. 206).
A partir de su muerte en 1655, Cyrano, «que fue todo y no fue nada», según el epitafio de la obra de Rostand, cayó en el olvido y las obras que se reeditaron de él, especialmente Los estados e imperios de la Luna y Los estados e imperios del Sol (ambas por lo demás póstumas) fueron ediciones expurgadas, censuradas, incompletas. Y ello sin contar con que Los estados e imperios del Sol se juzga obra inacabada, aunque con Cyrano nunca se sabe y hasta es posible que el truncamiento final haya sido un efecto buscado a propósito para dar idea de viaje inacabado.
El autor Cyrano de Bergerac pasó a ser conocido gracias a la fama que alcanzó su personaje. Pero más tarde, a comienzos del siglo XX, habrá un resurgir sorprendente del Cyrano histórico, sobre todo a raíz de que en 1910 y 1921 se publicaran, en Dresde por un lado y en París por el otro, los dos manuscritos de Los estados e imperios de la Luna (de ahora en adelante, Luna) íntegros, sin expurgar, que se habían encontrado en las bibliotecas de Múnich y Nacional de Francia, en París. De Los estados e imperios del Sol (de ahora en adelante, Sol) no hay manuscrito alguno, de forma que viene dándose por buena la edición llamada de Sercy de 1662, atribuida a los cuidados de su hermano.
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