Resumen del libro:
“El Nombre del Viento” es una novela de fantasía escrita por Patrick Rothfuss que relata la vida y las peripecias de Kvothe, un joven prodigio dotado de habilidades mágicas y musicales. La trama se desenvuelve en un mundo rico en detalles y tradiciones, donde la magia y la música son elementos fundamentales en la vida de los personajes.
La historia se presenta a través de una estructura narrativa enmarcada, en la que Kvothe, ya adulto y retirado, cuenta sus vivencias a un cronista. Desde su infancia, marcada por una tragedia que destruye a su familia y lo lleva a vagar por las calles de una ciudad peligrosa, hasta su ingreso a la Universidad Arcana, Kvothe demuestra su inteligencia, ingenio y capacidad para enfrentar desafíos. Su aprendizaje en la Universidad lo pone en contacto con la magia, la alquimia y las intrigas políticas que definen el mundo en el que vive.
La prosa hábil de Rothfuss sumerge al lector en los detalles más sutiles de los acontecimientos, creando un escenario evocador que abarca desde la majestuosidad de antiguas ciudades hasta los misterios de los bosques prohibidos. El desarrollo de los personajes, especialmente Kvothe, es intrincado y multifacético, explorando tanto sus triunfos como sus fracasos, y revelando las capas de su personalidad en cada giro de la trama.
La novela abarca temas universales como la búsqueda de conocimiento, la amistad, el amor y la venganza. El mundo ficticio que Rothfuss ha creado está lleno de tradiciones culturales, idiomas y sistemas de magia que añaden profundidad y autenticidad al relato. Además, la interacción entre magia y música es un elemento distintivo que enriquece la trama y otorga a la obra una dimensión emocional única.
A través de un estilo narrativo cautivador y una ambientación detallada, “El Nombre del Viento” invita al lector a sumergirse en un universo de fantasía vibrante y a acompañar a Kvothe en su viaje desde la tragedia hasta la búsqueda de la verdad y la redención. La novela combina elementos de aventura, misterio y magia en una narración envolvente que ha cautivado a los amantes de la literatura fantástica y ha establecido a Patrick Rothfuss como un autor influyente en el género.
Un sitio para los demonios
Era una noche de Abatida, y la clientela habitual se había reunido en la Roca de Guía. No podía decirse que cinco personas formaran un grupo muy numeroso, pero últimamente, en los tiempos que corrían, nunca se reunían más de cinco clientes en la taberna.
El viejo Cob oficiaba de narrador y suministrador de consejos. Los que estaban sentados a la barra bebían y escuchaban. En la cocina, un joven posadero, de pie junto a la puerta, sonreía mientras escuchaba los detalles de una historia que ya conocía.
—Cuando despertó, Táborlin el Grande estaba encerrado en una alta torre. Le habían quitado la espada y lo habían despojado de sus herramientas: no tenía ni la llave, ni la moneda ni la vela. Pero no creáis que eso era lo peor… —Cob hizo una pausa para añadir suspense— ¡porque las lámparas de la pared ardían con llamas azules!
Graham, Jalee y Shep asintieron con la cabeza. Los tres amigos habían crecido juntos, escuchando las historias que contaba Cob e ignorando sus consejos.
Cob miró con los ojos entrecerrados al miembro más nuevo y más atento de su reducido público, el aprendiz de herrero.
—¿Sabes qué significaba eso, muchacho? —Llamaban «muchacho» al aprendiz de herrero, pese a que les pasaba un palmo a todos. Los pueblos pequeños son así, y seguramente seguirían llamándolo «muchacho» hasta que tuviera una barba poblada o hasta que, harto de ese apelativo, hiciera sangrar a alguien por la nariz.
El muchacho asintió lentamente y respondió:
—Los Chandrian.
—Exacto —confirmó Cob—. Los Chandrian. Todo el mundo sabe que el fuego azul es una de sus señales. Pues bien, estaba…
—Pero ¿cómo lo habían encontrado? —lo interrumpió el muchacho—. Y ¿por qué no lo mataron cuando tuvieron ocasión?
—Cállate, o sabrás todas las respuestas antes del final —dijo Jake—. Deja que nos lo cuente.
—No le hables así, Jake —intervino Graham—. Es lógico que el muchacho sienta curiosidad. Bébete tu cerveza.
—Ya me la he bebido —refunfuñó Jake—. Necesito otra, pero el posadero está despellejando ratas en la cocina. —Subió la voz y golpeó la barra de caoba con su jarra vacía—. ¡Eh! ¡Aquí hay unos hombres sedientos!
El posadero apareció con cinco cuencos de estofado y dos hogazas calientes de pan. Les sirvió más cerveza a Jake, a Shep y al viejo Cob, moviéndose con vigor y desenvoltura.
Los hombres interrumpieron el relato mientras daban cuenta de la cena. El viejo Cob se zampó su cuenco de estofado con la eficacia depredadora de un soltero de toda la vida. Los otros todavía estaban soplando en su estofado para enfriarlo cuando él se terminó el pan y retomó la historia.
—Táborlin tenía que huir, pero cuando miró alrededor vio que en su celda no había puerta. Ni ventanas. Lo único que había era piedra lisa y dura. Una celda de la que jamás había escapado nadie.
»Pero Táborlin conocía el nombre de todas las cosas, y todas las cosas estaban a sus órdenes. Le dijo a la piedra: “¡Rómpete!”, y la piedra se rompió. La pared se partió como una hoja de papel, y por esa brecha Táborlin vio el cielo y respiró el dulce aire primaveral. Se acercó al borde, miró hacia abajo y, sin pensárselo dos veces, se lanzó al vacío…
…