Resumen del libro:
El naufragio del Titán es una novela de ficción escrita por Morgan Robertson en 1898, que narra la historia de un transatlántico llamado Titán que choca contra un iceberg y se hunde en el Atlántico Norte. Lo sorprendente de esta obra es que anticipa con gran precisión el destino del Titanic, que se hundió en 1912 bajo circunstancias muy similares.
En esta reseña, analizaré los aspectos más destacados de la novela, así como sus puntos débiles y su valor literario e histórico. Comenzaré por el argumento, que se centra en el viaje inaugural del Titán desde Nueva York a Londres, y en las peripecias de su protagonista, John Rowland, un marinero alcohólico que se enamora de una joven aristócrata llamada Myra Selfridge.
El autor crea una atmósfera de suspense y drama al describir el lujo y la arrogancia del Titán, que se considera insumergible y que navega a toda velocidad sin tener en cuenta las advertencias de hielo. Asimismo, retrata la desigualdad social y la hipocresía de la época, mostrando el contraste entre la opulencia de la primera clase y la miseria de la tercera. El choque con el iceberg es narrado con gran realismo y crudeza, y se detallan las escenas de pánico, heroísmo y tragedia que siguen al desastre.
El personaje de Rowland es el más complejo y desarrollado de la novela, ya que pasa de ser un hombre desesperado y amargado a un héroe que salva la vida de Myra y de otros supervivientes. Su relación con Myra es el elemento romántico de la historia, aunque también tiene un trasfondo crítico hacia las convenciones sociales que impiden su felicidad. El resto de los personajes son más planos y estereotipados, como el capitán Smith, el magnate Selfridge o el villano Henderson.
La novela tiene un estilo sencillo y directo, sin grandes alardes literarios ni descripciones innecesarias. El autor se basa en su experiencia como marino para dar verosimilitud a los detalles técnicos y náuticos. Sin embargo, también comete algunos errores e inconsistencias, como el hecho de que el Titán tenga tres hélices en lugar de cuatro, o que el iceberg aparezca al sur en lugar de al norte.
El valor histórico de la novela es innegable, ya que anticipa con asombrosa exactitud el hundimiento del Titanic, lo que ha dado lugar a diversas teorías y especulaciones sobre una posible premonición o una conspiración. Algunos de los paralelismos entre ambos barcos son:
– Ambos eran los más grandes y lujosos de su tiempo.
– Ambos tenían un nombre que terminaba en -anic.
– Ambos salieron de Southampton con destino a Nueva York.
– Ambos chocaron contra un iceberg en una noche de abril.
– Ambos se hundieron en menos de tres horas.
– Ambos tenían un número insuficiente de botes salvavidas.
– Ambos causaron la muerte de más de la mitad de sus pasajeros.
En conclusión, El naufragio del Titán es una novela interesante y entretenida, que combina elementos de ficción y realidad para crear una historia fascinante y escalofriante. A pesar de sus defectos literarios y sus imprecisiones históricas, es una obra que merece la pena leer por su valor profético y por su capacidad para conmover al lector.
CAPÍTULO I
Era el barco más grande del mundo que surcara los mares y la más fabulosa máquina creada por el hombre. En su construcción y mantenimiento habían intervenido todas las ciencias, profesiones y oficios conocidos. En su puente había oficiales que, además de ser elegidos por la Armada Real, habían superado rigurosos exámenes de todas las materias relacionadas con vientos, mareas, corrientes y geografía marina. No solo eran hombres de mar, sino también científicos. El mismo criterio profesional se aplicó al personal de la sala de máquinas, y el equipo de sobrecargos era equiparable al de un hotel de primera.
Dos bandas de música, dos orquestas y una compañía de teatro entretenían a los pasajeros durante las horas de vigilia; un cuerpo de médicos cuidaba del bienestar temporal y otro de capellanes atendía el bienestar espiritual de todos los pasajeros, mientras una brigada de bomberos bien entrenada calmaba a los más inquietos y contribuía al entretenimiento general con prácticas diarias.
De su puente majestuoso corrían, disimuladas, líneas de telégrafo hasta la proa, la sala de máquinas, la cofa de vigía y a todas las partes del barco donde se realizaba el trabajo. Cada cable terminaba en un dial visible con un indicador móvil que contenía todas las órdenes y respuestas necesarias para gobernar el inmenso casco, tanto en el muelle como en el mar, lo que eliminaba en gran medida los gritos roncos y exasperantes de los oficiales y marineros.
Las noventa y dos puertas de los diecinueve compartimentos estancos podían cerrarse en medio minuto girando una palanca desde el puente, la sala de máquinas y desde otros doce puntos de la cubierta. Esas compuertas también se cerrarían automáticamente en caso de detectar agua. Aun con nueve compartimentos inundados el barco seguiría flotando y, puesto que ningún accidente marítimo conocido podía anegar tantos, el Titán se consideraba prácticamente insumergible.
Construido íntegramente de acero, y únicamente para el transporte de pasajeros, no llevaba ningún cargamento inflamable que amenazara destruirlo con un incendio. Eso había permitido a sus diseñadores renunciar al fondo plano de los cargueros y darle la elevación del fondo —o inclinación de quilla— de un yate de vapor, lo que mejoraba su comportamiento en las rutas marítimas. Tenía una longitud de 245 metros, un desplazamiento de 70 000 toneladas y una potencia de 75 000 caballos, y en su viaje de prueba había navegado a una velocidad media de 25 nudos por hora, en medio de fuertes vientos, mareas y corrientes. Resumiendo, era una ciudad flotante que contenía entre sus paredes de acero todo lo que tiende a minimizar los peligros e incomodidades de una travesía atlántica y hace la vida agradable.
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