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El mundo según Garp

El mundo según Garp - John Irving

El mundo según Garp - John Irving

Resumen del libro:

En 1942, tras un episodio escandaloso, Jenny Fields, una joven bostoniana de buena familia, abandona la seguridad del hogar para ser enfermera y vivir su vida. En circunstancias peculiares, concibe a un niño al que llama Garp, a secas. Madre e hijo, se abren paso, sin más armas que su propia energía, en un mundo de hipocresía, inhibiciones y violencia. Poco a poco, con los años, Jenny y Garp van diseñando su propio universo en medio de esa hostilidad inevitable en la que siempre acecha la sombra del Sapo Sumergido. Lo van poblando de personajes excéntricos, cuyas historias estrafalarias van dando forma a ese mundo de Garp un poco desquiciado, pero en el que todos parecen convivir en cierto armónico equilibrio, en un sistema tribal que, al final, ha ocupado por completo el lugar del antiguo hogar de Jenny. El mundo según Garp es, de hecho, el mundo tal como lo conocemos. La única diferencia, es que Garp, que es escritor, se arriesga con humor allí donde nosotros, menos curiosos, nos inhibimos.

El Boston Mercy

Jenny Fields, la madre de Garp, fue arrestada en Boston en 1942, por herir a un hombre en un cine. El hecho ocurrió poco después del bombardeo japonés a Pearl Harbor. Entonces la gente se mostraba tolerante con los soldados, porque, de pronto, todos eran soldados, pero Jenny Fields seguía firme en su intolerancia respecto al comportamiento de los hombres en general y de los soldados en particular. En el cine tuvo que cambiar tres veces de asiento, pero en todas las ocasiones el soldado volvió a acercarse a ella, hasta que quedó sentada contra la mohosa pared, detrás de una columna tonta que apenas le permitía ver el noticiario, y decidió que no volvería a levantarse y cambiar de sitio. El soldado apareció a su lado una vez más.

Jenny tenía veintidós años. Había abandonado la facultad casi en los comienzos, pero había concluido su plan de estudios de enfermera como primera de su clase. Le gustaba ser enfermera. Era una joven de aspecto deportivo, con las mejillas siempre sonrosadas; tenía el pelo liso y oscuro, y lo que su madre llamaba una forma de caminar masculina (balanceaba los brazos); su trasero y sus caderas eran tan esbeltos y firmes que, de espaldas, parecía un muchacho. Jenny opinaba que sus pechos eran demasiado generosos; pensaba que la ostentación de su busto la hacía parecer «barata y fácil».

No era nada de eso. De hecho, había dejado la facultad cuando sospechó que el propósito fundamental de sus padres al enviarla a Wellesley había consistido en que saliera con un hombre de buena cuna y finalmente se uniera a él. La recomendación de Wellesley provenía de sus hermanos mayores, que habían asegurado a sus padres que a las mujeres de Wellesley no se las consideraba disolutas sino muy aptas para el matrimonio. Jenny sentía que su educación era sólo una forma correcta de esperar el momento propicio, como si en realidad fuera una vaca a la que sólo preparaban para introducirle el artilugio de la inseminación artificial.

Eligió como asignatura principal la literatura inglesa, pero cuando comprendió que sus condiscípulas estaban principalmente interesadas en adquirir el refinamiento y aplomo necesarios para tratar con los hombres, no tuvo reparo en sustituir la literatura por la enfermería. Consideraba que la enfermería era algo que podía practicarse de inmediato y su estudio no contenía motivaciones ocultas (posteriormente escribió, en su famosa autobiografía, que demasiadas enfermeras se exhiben delante de demasiados médicos, pero entonces sus tiempos de enfermera habían quedado atrás).

Le gustaba el uniforme sencillo y sin adornos superfluos; la blusa disimulaba sus grandes pechos; los zapatos eran cómodos y adecuados para su rápido andar. Cuando ocupaba el escritorio nocturno, podía leer. No añoraba a los jóvenes universitarios, que se mostraban malhumorados y decepcionados si no cedías, y superiores y fríos si cedías. En el hospital conoció a más soldados y trabajadores que a universitarios, y resultaron ser más francos y menos pretenciosos en sus expectativas; si cedías un poco, parecían al menos lo bastante agradecidos para querer verte otra vez. Luego, repentinamente, todos fueron soldados —que se daban la misma importancia que los universitarios—, y Jenny Fields dejó de tener algo que ver con los hombres.

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