El mundo que Jones creó

El mundo que Jones creó, una novela de Philip K. Dick

Resumen del libro: "El mundo que Jones creó" de

Precognición, un mundo gobernado por el relativismo y medusas alienígenas gigantes. El mundo que Jones creó es un clásico de Philip K. Dick que toma reflexiones filosóficas profundas y les infunde una acción trepidante. Floyd Jones siempre ha podido ver exactamente lo que sucederá en su futuro a un año vista; un regalo y una maldición que comenzó un año antes de que naciera. Como un adivino en un carnaval postapocalíptico, Jones es una fuerza poderosa, y puede ser capaz de alejar a la sociedad de su relativismo paralizante.

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1

La temperatura del Refugio variaba entre los 37 y los 38 grados Celsius. El aire estaba constantemente cargado de vapor, que flotaba y se rizaba con lentitud por todas partes. Los géiseres de agua caliente salían a borbotones de un «suelo» que no era más que una superficie inconstante de limo caliente compuesto de agua, minerales disueltos y pulpa fungosa. Los restos de líquenes y protozoos coloreaban y espesaban la capa de humedad que goteaba por todas partes, sobre las rocas, los arbustos parecidos a esponjas y las diversas instalaciones de las que estaba provisto el lugar. Habían pintado un cuidadoso fondo, una larga meseta que surgía de un océano de aspecto profundo.

Sin lugar a dudas, el Refugio fue diseñado basándose en el útero. No se podía negar esa apariencia, y nadie la había negado, en realidad.

Louis se agachó y arrancó malhumorado un hongo de color verde pálido que crecía cerca de sus pies y luego lo rompió. Debajo de la piel orgánica húmeda había una malla de plástico hecha por la mano del hombre: el hongo era artificial

—Podríamos estar peor —dijo Frank mientras miraba cómo arrojaba lejos el hongo—. Podríamos tener que pagar por todo esto. Seguro que al Fedgov le ha costado miles de millones de dólares montar este lugar.

—Escenografía escénica —respondió Louis con amargura—. ¿Para qué? ¿Por qué nacimos así?

Frank contestó sonriendo.

—Somos mutantes superiores, ¿recuerdas? ¿No fue eso lo que decidimos hace ya años? —Señaló el mundo que se veía más allá de la pared del Refugio—. Somos demasiado puros para eso.

Lo que se veía fuera era San Francisco, la ciudad nocturna medio dormida envuelta en su manto de niebla helada. Se veía algún coche aquí y allá; los grupos de viajeros surgían como complicados gusanos de forma segmentada de las terminales del monorraíl subterráneo. Las pocas luces de los despachos apenas brillaban… Louis le dio la espalda al paisaje. Le dolía demasiado verlo, saber que estaba allí, atrapado, inmovilizado dentro del círculo cerrado del grupo, darse cuenta de que nada existía para ellos, excepto estar sentados y mirar, los años vacíos en el Refugio.

—Tiene que haber un propósito —declaró—. Una razón para nuestra existencia.

Frank se encogió de hombros con un gesto de resignación.

—Somos un mal chiste de cuando la guerra, generados por las concentraciones de radiación. Daños genéticos. Un accidente… como Jones.

—Pero nos mantienen vivos —dijo Irma detrás de ellos—. Después de todos estos años, nos mantienen con vida, y nos cuidan. Deben de sacar algo de todo esto. Deben de tener algo pensado.

—¿El Destino? —le preguntó Frank con voz burlona—. ¿Nuestro propósito cósmico?

El Refugio era un lugar turbio y lleno de humedad asfixiante que mantenía encarcelados a los siete. Su atmósfera era una mezcla de amoníaco, oxígeno, freón y trazas de metano, muy cargada de vapor de agua, y sin dióxido de carbono. El Refugio lo habían construido veinticinco años antes, en 1977, y los miembros más antiguos del grupo tenían recuerdos de una vida anterior en incubadoras mecánicas separadas. La mano de obra original había sido excelente, y de vez en cuando hacían algunas mejoras. Los trabajadores humanos normales, protegidos por trajes herméticos, entraban de forma periódica en el Refugio, arrastrando sus equipos de mantenimiento tras ellos. Por lo general, era la fauna móvil la que se descomponía y necesitaba reparaciones.

Philip K. Dick. Escritor estadounidense, estudió algunos años en la Universidad de Berkeley, aunque tras cursar varias asignaturas no llegó a licenciarse. Allí fue donde Dick se aficionó a la música y la radio, descubriendo el ambiente contracultural americano, en aquellos años dominado por el movimiento beat, escribiendo sus primeros relatos.

De hecho, Dick es muy conocido por su maestría dentro del campo del relato de ciencia ficción, donde plasmó gran parte de sus inquietudes y obsesiones. Además, fue autor de varias novelas de gran importancia dentro del género en los años 70, como Sueñan los androides con ovejas eléctricas -que fue llevada al cine con el título de Blade Runner-, Una mirada a la oscuridad, Paycheck, Ubik o Fluyan mis lágrimas dijo el policía.

Pese al premio Hugo de 1963, Dick fue considerado en vida como un autor de culto y poco conocido para el gran público. Sus obras no le permitieron una independencia económica solvente pese a los más de 120 relatos que llegó a publicar. Contó con el apoyo y reconocimiento de la mayoría de autores de género de ciencia ficción de su época. Hoy en día es considerado como uno de los escritores del siglo XX más adaptados al cine y la televisión, con recientes estrenos como El hombre en el castillo, serie producida por Amazon en 2015.

La última parte de su obra escrita estuvo muy influida por una serie de visiones que, unidos a ciertos problemas psicológicos, le hicieron creer que estaba en contacto con una entidad divina a la que llamó SIVAINVI -VALIS-. En sus últimos años, Dick mostró síntomas de una paranoia aguda, obsesión que se ve también reflejada en obras como Una mirada a la oscuridad.

Philip K. Dick murió el 2 de marzo de 1982 en Santa Ana.