El mundo al final del tiempo

Resumen del libro: "El mundo al final del tiempo" de

“El mundo al final del tiempo” de Frederik Pohl es una obra maestra de la ciencia ficción que nos sumerge en un fascinante viaje a través del universo y del tiempo. La narrativa sigue las vidas paralelas de dos formas de vida inteligente: los humanos y una entidad de plasma que habita en el corazón de las estrellas.

Frederik Pohl, un gigante de la ciencia ficción, nos ofrece una visión rica y detallada de un futuro lejano. Con una carrera que abarca más de siete décadas, Pohl ha sido reconocido tanto por su capacidad para imaginar futuros posibles como por su habilidad para explorar las complejidades de la condición humana. Su legado incluye numerosas novelas y relatos que han dejado una huella indeleble en el género.

En esta novela, seguimos a Viktor, el protagonista humano, quien se encuentra involuntariamente vinculado a Wan-To, una entidad energética que recorre las estrellas. La trama se despliega en una épica odisea a lo largo de milenios, donde la supervivencia es la fuerza motriz de la existencia. Pohl nos lleva a través de un cosmos vasto y misterioso, revelando las múltiples formas en que la humanidad podría evolucionar y adaptarse a los desafíos del futuro.

La convivencia de Viktor y Wan-To es más que una simple cohabitación; es un viaje filosófico y existencial que cuestiona la naturaleza de la vida y la supervivencia. La entidad de plasma, Wan-To, es una creación impresionante de Pohl, que representa una inteligencia no-humana con sus propios objetivos y desafíos. Su interacción con Viktor añade una capa de profundidad y complejidad a la narrativa, destacando la dualidad entre la vida orgánica y la energética.

“El mundo al final del tiempo” no es solo una novela de ciencia ficción, sino también una meditación sobre el destino de la humanidad. Pohl explora temas de trascendencia, evolución y la inexorable marcha del tiempo. A través de Viktor y Wan-To, somos testigos de las múltiples transformaciones de la sociedad humana, cada una reflejando una posible senda en la encrucijada del futuro.

En resumen, “El mundo al final del tiempo” es una obra esencial para cualquier amante de la ciencia ficción. Frederik Pohl nos entrega una narrativa rica y envolvente que invita a la reflexión sobre nuestra existencia y nuestro lugar en el universo. La interacción entre Viktor y Wan-To ofrece una mirada única a la supervivencia y evolución a lo largo de la eternidad, consolidando esta novela como una pieza fundamental en la literatura del género.

Libro Impreso

PRÓLOGO

Frederik Pohl es uno de los maestros indiscutibles de la ciencia ficción, género al que ha dedicado toda su vida tanto en su actividad de autor como en su faceta de agente literario y editor. En los primeros años, su obra como escritor y editor representa una referencia obligada para el nacimiento de una ciencia ficción crítica de inspiración sociológica, de la que Mercaderes del espacio (1953) es un título emblemático. Más tarde, tras un largo período como editor, Pohl volvió a sorprender en los años setenta cuando reemprendió su tarea de escritor. Su reaparición quedó marcada por lo ambicioso e innovador de sus nuevas novelas. Obtuvo, por primera vez en la historia, dos Nebulas consecutivos con obras maestras tan distintas e interesantes como Homo plus (1976) y Pórtico (1977), y a partir de entonces nuevos éxitos han saludado la publicación de todas sus obras. En su segunda etapa como autor, Pohl ha sabido obtener excepcional rendimiento de su particular «secreto» para escribir: redactar cuatro páginas cada día, sea cual fuere la circunstancia en que se encuentre.

Gracias a esta curiosa «técnica», en los últimos años es frecuente encontrar una producción abundantísima de un Pohl maduro y con un profundo dominio del oficio, precisamente el oficio y la profesionalidad que caracterizan a un autor capaz de abordar hoy día prácticamente cualquier registro de la ciencia ficción.

Tras haber sido presidente de la Asociación de Escritores de Ciencia Ficción de América, entre 1974 y 1976, Pohl ha cosechado tres premios Hugo, dos Nebula, dos Memorial John W. Campbell, el premio Apollo Frances, el Edward E. Smith y el Premio del Libro Americano. Todo un aval a esta segunda etapa en la brillante carrera de uno de los mejores autores del género. El lector interesado podrá hallar en las páginas finales de este libro algunos de los títulos más destacados de la última década del Pohl escritor, la mayoría ya traducidos al castellano. Todos ellos son libros dignos e interesantes que se leen con agrado y satisfacción.

Pero, tal y como ha destacado claramente Don Chow en el prestigioso e influyente fanzine LocusEl mundo al final del tiempo, el ejemplar que hoy presentamos, es sin lugar a dudas «el libro más ambicioso de Pohl desde la Saga de los Heeche», iniciada con el ya mítico Pórtico.

En esta nueva obra, Pohl nos narra el discurrir paralelo de dos formas de vida inteligente en la galaxia: los seres humanos y una entidad de plasma que vive en el seno de las estrellas. La pericia vital de los protagonistas está regida por la simple y pura supervivencia, y se extiende a lo largo y ancho del universo y del tiempo. Viktor, el humano que, en cierta forma, protagoniza la novela, acompañará involuntariamente a Wan-To, la entidad de energía que mora en las estrellas, en su deambular cronológico hasta el final de los tiempos.

Debo reconocer que siempre he sentido una particular fascinación por esos relatos de ciencia ficción en donde los seres humanos llegan a superar las barreras del tiempo y el destino del propio universo para llegar incluso a trascenderlo en su duración. La cosmología actual nos dice que, como nosotros mismos, también este universo nacido del Big Bang tendrá un final y, tal vez por ello, siempre me ha parecido sorprendente esa voluntad de algunos autores de ciencia ficción para lograr que sus protagonistas humanos puedan presenciar ese final. Relatos emblemáticos, como Stars, Won’t You Hide Me de Ben Bova o Viaje a la eternidad de Paul Anderson, se unen en mi memoria a novelas como Tau Zero del mismo Anderson y, más recientemente, a ésta de Frederik Pohl, que puede ser la definitiva en esta difícil modalidad de la ciencia ficción.

Con un inevitable soporte de ideas científicas (cosmología, relatividad, etc.), lo interesante de dichas narraciones es la emotividad asociada a esa curiosa voluntad de trascendencia que acaba situando a los seres humanos incluso en presencia del final de los tiempos.

Así le ocurre al protagonista humano de El mundo al final del tiempo, Viktor Sorricaine, quien gracias a la criogenia y a los efectos relativistas llegará a ser testigo (parcial, es cierto) del paso de las eras en la colonia humana de Nuevo Hogar del Hombre. Un precario enclave humano en la galaxia que acabará convirtiéndose, por efecto de Wan-To (el otro protagonista de la novela), en ese reducto humano que tal vez presencie el final de los tiempos. Viktor asistirá esporádicamente a los cambios sociales y tecnológicos que el tiempo determina en ese grupo humano reducido y con serios problemas de supervivencia. Un grupo humano sometido al efecto de fuerzas de un terrible poder cuya misma existencia desconoce.

Cabe hacer una advertencia importante. La novela se inicia con un estilo narrativo sencillo e ingenuo que parece rescatado de los viejos tiempos de la ciencia ficción de los años cuarenta. Para muchos lectores resultará extraño que el Pohl de Homo plus (1976) o Pórtico (1977) recurra a esos esquemas tan trillados. No hay miedo, la novela abandona poco a poco ese tono didáctico y un tanto ingenuo del principio y evoluciona paralela al crecimiento psicológico de su protagonista humano.

Muchos comentaristas han notado este curioso cambio estilístico de la novela y su decidida evolución hacia un cierto vértigo cósmico de lo infinito que puede asociarse fácilmente al de la mítica Hacedor de estrellas de Olaf Stapledon. Y todo ello manteniendo también un interés por los temas humanos y sociológicos que han caracterizado siempre la obra de Pohl.

Aunque no sea un proceder habitual, Locus dedicaba, en su número de julio de 1990, dos críticas distintas (y ambas francamente positivas) a El mundo al final del tiempo. En una de ellas Russell Letson escribía algo que resultará evidente para el lector:

[En el capítulo segundo] parece una novela para adolescentes tontos del culo, incluso con esos trozos educativos sobre la distancia que supone en realidad un año-luz, y empecé a preguntarme si iba a convertirse de verdad en una novela para adultos. […] Afortunadamente, a medida que Viktor crece, también lo hace el estilo y, a partir del capítulo sexto, ya no sentía ese codazo en mis costillas a cada párrafo o dos. De hecho es un libro realmente para muy adultos, una especie de Hacedor de estrellas en forma de revoltillo, que incluye inteligencias estelares con el poder para destruir galaxias enteras y seres humanos que empiezan colonizando un sistema estelar vecino para acabar siendo la única vida basada en la materia en un universo que se enfría hasta los cero grados Kelvin.

La advertencia no está de más. No se dejen engañar por el tono inicial del libro ni por las evidentes pretensiones de divulgación científica de algunos de los primeros capítulos. Tampoco se dejen engañar por la ingenuidad de los personajes humanos de los primeros capítulos. Tal y como dice Letson, la novela crece con su protagonista humano y se convierte en una especulación tanto sobre la física del universo como sobre la sociología, la política y la economía. En mi opinión, la comparación con Hacedor de estrellas de Stapledon resulta incompleta si no va también unida al recuerdo de La Máquina del tiempo de H. G. Wells y sus Morlocks y Elois del futuro con lo que incluyen de proyección al futuro de tendencias sociopolíticas del momento.

De hecho, la novela tiene como protagonista secundario a toda la especie humana en su deambular a través de los eones y del espacio infinito. La fuerza motriz es la voluntad de pervivencia. Con ello se supera el sentido mismo de la existencia y el vértigo cósmico remite para centrarse también en la angustia de que pueda acabarse el tiempo otorgado a un individuo sin que éste llegue a conocer todo aquello que su especie llegará un día a saber.

Y todo ello en un envoltorio estilístico accesible que permite una lectura sencilla, pero también una doble lectura cargada de sentido y sugerencias. Precisamente aquello que es lícito esperar de la buena ciencia ficción, aunque no siempre surja con la facilidad y sencillez con que lo logra Pohl en esta su novela más ambiciosa desde esa obra maestra que es Pórtico.

Miquel Barceló

“El mundo al final del tiempo” de Frederik Pohl

Frederik Pohl. Fue un escritor, editor y crítico de ciencia ficción estadounidense nacido en Nueva York el 26 de noviembre de 1919 y fallecido en Palatine, Illinois, el 2 de septiembre de 2013. Pohl comenzó su carrera en la década de 1930, colaborando con revistas de ciencia ficción como Amazing Stories y Galaxy Science Fiction. En la década de 1940, se unió al grupo de escritores de ciencia ficción conocido como "Los Futurianos", que incluía a Isaac Asimov, Damon Knight y Cyril M. Kornbluth.

Durante la década de 1950, Pohl se estableció como uno de los escritores de ciencia ficción más importantes del momento, publicando varias obras aclamadas por la crítica, como "The Space Merchants", escrita junto a Kornbluth. En los años siguientes, se convirtió en un editor y agente literario muy influyente en el mundo de la ciencia ficción, trabajando para revistas como Galaxy y If, y descubriendo a escritores como Samuel R. Delany y Joanna Russ.

En la década de 1970, Pohl regresó a la escritura de ciencia ficción, publicando obras como "Gateway", por la que recibió el Premio Nebula y el Premio Hugo, y "Jem", por la que recibió el Premio John W. Campbell Memorial. En total, a lo largo de su carrera, Pohl publicó más de cien libros y recibió numerosos premios, entre ellos cuatro Premios Hugo y tres Premios Nebula.

Frederik Pohl es recordado como una figura importante en el mundo de la ciencia ficción, no solo como escritor, sino también como editor y agente literario, que ayudó a moldear y definir el género tal como lo conocemos hoy en día.