Rouletabille
El misterio del cuarto amarillo
Resumen del libro: "El misterio del cuarto amarillo" de Gastón Leroux
“El misterio del cuarto amarillo”, obra maestra del prolífico escritor francés Gaston Leroux, es una novela de misterio que ha cautivado a generaciones de lectores desde su publicación en 1908. Leroux, reconocido por su habilidad para tejer tramas intrigantes y suspenso palpitante, nos sumerge en un enigma fascinante desde las primeras páginas.
En el corazón de la trama se encuentra un crimen enigmático: una joven es atacada en una habitación cerrada, conocida como el cuarto amarillo, y los sonidos de su lucha desesperada son audibles para todos en la casa. Sin embargo, la puerta permanece cerrada desde dentro, aparentemente sin explicación alguna. Este enigma desconcertante es el punto de partida para una trama llena de giros inesperados y revelaciones sorprendentes.
El protagonista, Joseph Rouletabille, un joven periodista y detective amateur dotado de una mente aguda y perspicaz, se embarca en una investigación implacable para desentrañar el misterio del cuarto amarillo y descubrir al perpetrador del crimen. Con una mezcla de ingenio, intuición y determinación, Rouletabille sigue las pistas y desentraña los secretos ocultos detrás de este intrigante enigma.
Leroux hábilmente construye una atmósfera de suspenso y tensión a lo largo de la novela, manteniendo al lector en vilo mientras desentraña las capas de engaño y manipulación que rodean el misterio del cuarto amarillo. Los personajes están hábilmente delineados, cada uno con sus propios motivos y secretos, añadiendo profundidad y complejidad a la trama.
A medida que la investigación avanza, se revelan intrigas familiares, rivalidades y resentimientos ocultos, arrojando luz sobre los verdaderos motivos detrás del crimen aparentemente inexplicable. Con giros inesperados y un final impactante, “El misterio del cuarto amarillo” cautiva al lector hasta la última página, dejando una impresión duradera y confirmando el genio narrativo de Gaston Leroux.
I. Donde se empieza por no entender nada
Comienzo a relatar aquí, no sin cierta emoción, las extraordinarias aventuras de Joseph Rouletabille, quien hasta hoy mismo se había opuesto tan firme y terminantemente a ello, que en mi desesperación creí que jamás podría publicar la historia policíaca más extraña de estos últimos quince años. Y es muy posible que el público no hubiera conocido toda la verdad sobre el prodigioso «caso del cuarto amarillo», que originó tantos dramas misteriosos, crueles y sensacionales, y en el que participó tan de cerca mi amigo, si, con motivo de la reciente designación del ilustre Stangerson para el grado de Gran Cruz de la Legión de Honor, una publicación vespertina, en un artículo deplorable por su ignorancia o su audaz perfidia, no hubiera resucitado una terrible aventura de Joseph Rouletabille, que, según me dijo él mismo, hubiera preferido verla relegada al olvido para siempre.
¡«El cuarto amarillo»! ¿Quién recordaba aún este caso que hizo correr tanta tinta hace unos quince años? Olvidamos tan de prisa en París… ¿No hemos olvidado hasta el nombre del proceso de Nayves y la trágica historia de la muerte del pequeño Menaldo? Y, sin embargo, en aquella época el público se interesó tanto por los debates, que incluso una crisis ministerial que estalló entonces pasó completamente desapercibida. Ahora bien, el «proceso del cuarto amarillo», que precedió en unos cuantos años al de Nayves, tuvo más resonancia aún. Durante meses el mundo entero buscó la solución de aquel oscuro problema, el más oscuro, a mi parecer, que jamás se haya propuesto a la perspicacia de nuestra policía y planteado a la conciencia de nuestros jueces. Cada cual buscó su solución a aquel problema exasperante. Fue como un rompecabezas imposible sobre el que se volcaron la vieja Europa y la joven América. La verdad —permitidme decirlo, ya que no podría haber en todo esto pretensión de autor, pues no hago más que transcribir unos hechos sobre los cuales sólo una documentación excepcional me permite aportar algo de luz—, la verdad es que no creo que, en el campo de la realidad o de la imaginación, ni en el mismo autor de Los crímenes de la calle Morgue, ni siquiera en las invenciones de los Edgar Poe de segunda fila y de los truculentos Conan Doyle, se pueda encontrar algo comparable, en cuanto a misterio, al misterio natural del «cuarto amarillo».
Lo que nadie pudo descifrar fue descifrado por el joven Joseph Rouletabille, con sólo dieciocho años y modesto reportero por aquel entonces de un gran periódico. Sin embargo, cuando expuso la clave del caso en la sala de audiencias, no dijo toda la verdad. Sólo dio a conocer lo imprescindible para explicar lo inexplicable, y para absolver a un inocente. Hoy han desaparecido las razones que tenía para callar. Es más, mi amigo «debe» hablar. Así que por fin, ustedes, lectores, van a saberlo todo. Y, sin más preámbulos, me dispongo a exponer ante sus ojos el «enigma del cuarto amarillo», tal y como fue expuesto ante los ojos del mundo entero al día siguiente de que sucediera el drama del castillo del Glandier.
…
Gastón Leroux. (París, 6 de mayo de 1868 – Niza, 15 de abril de 1927), escritor francés de principios del siglo XX, que ganó gran fama en su tiempo gracias a sus novelas de aventuras y policiacas tales como El fantasma de la ópera (Le Fantôme de l’opéra, 1910), El misterio del cuarto amarillo (Mystère de la chambre jaune, 1907) y su secuela El perfume de la dama de negro (Le parfum de la Dame en noir, 1908). Trabajó en los periódicos L’Écho de Paris y Le Matin. Viajó como reportero por Suecia, Finlandia, Inglaterra, Egipto, Corea, Marruecos. En Rusia cubrió las primeras etapas de la revolución bolchevique. Aparte de su trabajo como periodista, tuvo tiempo para escribir más de cuarenta novelas que fueron publicadas como cuentos por entregas en periódicos de París.
Gastón Leroux fue a la escuela en Normandía, estudió derecho en París y se graduó en 1889. En 1890 él comenzó a trabajar en el diario L’Écho, de París, como crítico de teatro y reportero. Se volvió famoso por un reportaje que hizo, en el cual se hizo pasar por un antropólogo que estudiaba las cárceles de París para poder entrar a la celda de un convicto que, según Gastón, había sido condenado injustamente. Luego, pasó a trabajar para Le Matin, como reportero.
Su hija fue la actriz Madeleine Aile. Leroux murió a sus 57 años, a causa de una complicación después de una cirugía, la cual hizo que se infectara su tracto urinario, y sus restos descansan en el Château du cimetière, en Niza, Francia.