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El libro contra la muerte

El libro contra la muerte - Elias Canetti

El libro contra la muerte - Elias Canetti

Resumen del libro:

Uno de los proyectos que Canetti acarició toda su vida fue escribir un libro contra la muerte. Pero ese libro nunca se escribió, y es en sus innumerables apuntes donde sin lugar a dudas ha dejado su rastro más marcado.
En este libro se reúnen por primera vez, ordenados cronológicamente de 1942 a 1994, los apuntes de Canetti sobre la muerte, tanto los publicados como los inéditos, que suman más de una tercera parte. De todos ellos se desprende el contorno más completo del libro que Canetti proyectó durante décadas, y sobre el que escribió en una ocasión: «El libro sobre la muerte continúa siendo mi verdadero libro. ¿Lo escribiré por fin de un tirón?».

LIBRO DE LOS MUERTOS

Cementerios de estrellas

Se empieza contando a los muertos. Cada uno debería, por el hecho de haber muerto, ser único como Dios. Un muerto y uno más no son dos muertos. Antes se debería contar a los vivos, ¡y qué perniciosas son ya estas sumas!

Ciudades enteras y paisajes pueden hacer duelo como si todos sus hombres hubieran caído, padres e hijos, todos. Pero cuando han caído 11.370 intentarán eternamente redondear el millón.

Hormigas y muerte

La hormiga nada sabe de epidemias ni de todas nuestras enfermedades. No se nota cuando está muerta, tan fácilmente puede resucitar. A este respecto, Miss Fielde ha realizado experimentos bastante crueles pero concluyentes. De siete hormigas que había dejado durante ocho días bajo el agua, cuatro volvieron a la vida. A otras las hizo ayunar y no les dio sino un poquito de agua en una esponja esterilizada. Nueve ejemplares de Formica subsericea resistieron la prueba entre setenta y ciento seis días. Entre los numerosos ejemplares de laboratorio se dieron sólo tres casos de canibalismo, y los días veinte, treinta y cinco, sesenta y dos y setenta del ayuno, unas cuantas hormigas, medio muertas de hambre, lograron llevar una gota de miel a sus compañeras, cuyo estado era a todas luces desesperado. Las hormigas sólo son sensibles al frío. Si bien no mueren a causa de él: permanecen dormidas en un estado de inmovilidad gracias al cual ahorran energías y aguardan tranquilamente el regreso del sol.

Cobrar conciencia de la muerte parece ser el acontecimiento más grávido de consecuencias en la historia de la humanidad. Se convirtió en su reconocimiento. Matarse intencionadamente unos a otros sólo es posible cuando se sabe que un muerto sólo está muerto hasta cierto grado.*

La desaparición, el rapto repentino y misterioso de grandes y santos, porque no les es lícito morir.

El reparteaños, un benefactor

Los propios años, como reintegro para los demás. Alguien regala a otras personas, cuyo valor intuye, algunos años de su vida para que prolonguen las suyas. Le han vaticinado una larga vida, sabe que llegará a cumplir cien años. Entonces decide enterarse, viajando e informándose a fondo, de quiénes necesitan sus años. Los reparte con mucha cautela y parsimonia, nunca muchos ni demasiado pocos; es una profesión agotadora. Durante el tiempo que se reserva para vivir, tiene que decidir cuál es la mejor forma de utilizar lo que sacrifica. Pronto se propaga la noticia de su extraña dedicación. Él mismo cae en manos de especuladores que quieren hacer dinero a costa de sus años. Intentan persuadirlo del valor de la vida de sus clientes, de su importancia y de su utilidad para los demás; pero en realidad se trata de mujercitas viejísimas y ridículas, que tienen mucho dinero y están ávidas de vivir unos cuantos añitos más. Los especuladores producen, pues, personas importantes, ya que al benefactor, un personaje puro, lo último que le interesa es el dinero. El limitado número de sus años hace que éstos sean cada vez más valiosos; cuanto menos le quedan, tanta más gente se afana por disfrutar de ellos. Surgen una especie de acciones o títulos secretos que circulan de mano en mano y alcanzan cotizaciones absurdas. Los que habían recibido años antes de que los especuladores interviniesen son ahora buscados y presionados de todas las maneras para que cedan sus derechos. Los años se dividen en meses y en semanas. Aquellos que han adquirido venalmente sus derechos fundan una asociación, con presidencia y elecciones, cuyo cometido principal es vigilar el momento en que al benefactor se le acabe el plazo de vida que le fijaron mucho tiempo atrás. A partir de entonces, les pertenecerá a ellos.

Sobre el autor:

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