Site icon ISLIADA: Portal de Literatura Contemporánea

El hombre que compró un automóvil

Resumen del libro:

Cuando Fernández Flórez escribió esta novela, la civilización del automóvil estaba aún en su fase idílica. Por eso sorprende tanto la inquietante profecía del mundo que se avecinaba, un mundo poblado de «seres mecánicos que se mezclan en nuestra vida, coexisten con nosotros, nos entorpecen o nos ayudan y hasta nos matan». Si en el cuerpo de la novela predominan la ironía, la caricatura, la hipérbole y el sarcasmo, capaces de excitar la hilaridad del lector, el Colofón se tiñe de tonos sombríos, e incluso trágicos, y la ironía se diluye en amargura ante la visión caótica y absurda de un mundo insospechadamente cercano.

Prólogo

Esta obra tiene una pretensión: la de orientar la literatura de nuestra época por el astro de un ideal nuevo: el que constituye la armazón de una escuela que bien puede denominarse utilista y que declaro en función desde este momento.

Recientes investigaciones acerca de las preferencias del público nos hacen saber que la corriente de la atención se ha desviado de los viejos temas novelescos. Hace mucho tiempo que existe tal fenómeno, evidente hasta para los menos sagaces observadores. Algunos ingenuos —gente de pocos años— ensayaron un sistema, del que se prometían grandes ventajas: decir lo mismo que los anteriores de distinta manera. Enrevesaban la construcción de las frases, pero conservaban los tópicos del pensamiento. Los lectores se aburrieron más aún y se lanzaron sobre los tomos de matemáticas y, cuando su imaginación les pedía un alimento más entretenido y fantástico, sobre los volúmenes en que se desarrollan teorías para la gobernación de los pueblos.

Nada más justificado que el rencor contra los antiguos asuntos de la novela. Ella le ha mostrado al Amor un camino del que el Amor vuelve ya desencantado y tedioso, con la amargura del engaño en el corazón y el empalagoso sabor del merengue en los labios. Ella nos obligó a beber, para parecemos a sus personajes, ese vino pálido como una señorita cursi, ruidoso como un carretero borracho, y que se cree siempre en el deber de hacernos cosquillas en el gaznate y en la nariz para inducirnos a creer que nos divierte… No es preciso aclarar que estoy refiriéndome al champaña.

Al barrer esas preocupaciones —hoy tan triviales— del jardín por donde la Literatura se paseaba fruncida su boquita de piñón, deshojando con ademán importante la mustia margarita de sus temas, parece que lo hemos convertido todo en un erial, y que nada hay ya capaz de merecer que las Musas hilen un nuevo hilo para que borden con él sus páginas de escritores. Es un error. En el mundo aparecen incesantemente seres nuevos y situaciones distintas. Quizá un hombre haya sufrido algunas tribulaciones para conseguir que una muchachita vestida de blanco le siguiese al altar —lo que, al fin y al cabo, no le atañe a nadie más que a sus hijos—, pero ¿no hay más dramatismo muchas veces en las circunstancias que impelen a un señor a adquirir un automóvil, y más interés en todo lo que puede ocurrirle en cuanto lo posee?

Numerosos seres mecánicos se mezclan en nuestra vida. Coexisten con nosotros, nos entorpecen o nos ayudan, y hasta nos matan. Son tan abundantes o más que la humanidad misma. Influyen en las características de nuestro tiempo y al insertarse en él inician la divergencia con el tiempo anterior. El aeroplano, por ejemplo, ha modificado nuestra época más profunda, duradera e importantemente que Lenin. ¿Por qué no tiene aún una novela el aeroplano?

Muchas veces se han escrito trescientas páginas para demostrar que una muchachita sensible no es feliz si se casa con un comerciante gordo. En vista de esto, se casaban con aviadores delgados, y tampoco les iba muy bien. Pero aunque las novelas acertasen, el tema es pequeñito, cominero y fútil. ¿No es infinitamente más provechoso dedicar esas trescientas páginas a contar las ventajas del empleo diario de una máquina de afeitar? ¿Y no es más ameno y, para mucha gente, más imprevisto?

Yo he vacilado entre dos asuntos: la epopeya del tractor mecánico y la dulce novelita hogareña del aspirador eléctrico. (¡Oh, cuánta belleza hay en un aspirador eléctrico!). Pero me decidí por un tema de mayor universalidad. En nuestros días son muy pocos los hombres y las mujeres que se enamoran. Si se enamoran, guardan el mismo bien educado silenció que cuando se indigestan. Si se atreven a contarnos sus sentimientos, nos aburren. En cambio, hay innumerables personas que ambicionan un coche, e innumerables que lo tienen ya. En la vida de todo el mundo, el automóvil es una preocupación. Antes hablábamos de la sensibilidad de los corazones; ahora, de la marca de los carruajes que han comprado los seres que nos interesan.

Y el mismo automóvil es un ser vivo, con tanto influjo en nuestra vida como una novia o un camarada. Hay automóviles cuya historia es más interesante que la de un hombre. Algunos amigos que os aburren hablándoos de su vulgar existencia, os distraerán si os refieren las excentricidades de su coche.

Por todo eso, esta novela no es una frivolidad, sino la más humana que se ha escrito en nuestro tiempo.

Y ahora, volved la página y leed.

W. FERNÁNDEZ FLÓREZ

El hombre que compró un automóvil – Wenceslao Fernández Flórez

Sobre el autor:

Otros libros

Exit mobile version