Resumen del libro:
“El hombre demolido” de Alfred Bester, publicada en 1953, es una obra clave dentro de la ciencia ficción, que combina elementos psicológicos, tecnológicos y sociológicos en una trama atrapante ambientada en un futuro lejano. En el siglo XXIV, los viajes espaciales son algo común, y la humanidad ha colonizado planetas como Marte y Venus, así como los satélites de los gigantes gaseosos. Pero el aspecto más innovador de este universo es la existencia de la telepatía, una habilidad que ha transformado las interacciones sociales y la propia estructura del poder.
La historia sigue a Ben Reich, un poderoso empresario decidido a cometer el crimen perfecto en un mundo donde los telepatas —conocidos como “Espers”— son capaces de leer la mente. Reich se enfrenta a Lincoln Powell, un detective Espers, en una persecución psicológica y moral que explora los límites de la justicia y la ética en una sociedad futurista. El conflicto entre estos dos personajes se convierte en un duelo intelectual, que Bester explora con maestría al tiempo que añade capas de complejidad psicológica a sus protagonistas.
Una de las características más fascinantes de la novela es el uso de la telepatía no solo como un recurso narrativo, sino como un medio para examinar cómo el control mental y la privacidad pueden reconfigurar la realidad. Bester experimenta con la forma, incorporando jeroglíficos y signos visuales en la prosa, adelantándose a lo que más tarde serían rasgos distintivos del género cyberpunk. Este uso pionero de recursos gráficos y el tratamiento de temas como la manipulación mental, el control de la información y la deconstrucción del individuo anticipan las preocupaciones de las sociedades tecnológicas actuales.
Alfred Bester, escritor estadounidense y pionero del género, logró con “El hombre demolido” una fusión única entre la narrativa policial y la ciencia ficción especulativa. Su habilidad para construir personajes complejos y universos sociales creíbles lo colocan como una figura central en el desarrollo del género, influenciando a futuros autores. La novela fue galardonada con el primer Premio Hugo, consolidando su estatus como una obra seminal.
En “El hombre demolido”, Bester nos invita a reflexionar sobre el precio de la ambición, la ética del control mental y las posibilidades tecnológicas de un futuro que, aunque distante, resuena poderosamente en nuestros dilemas contemporáneos.
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¡Explosión! ¡Conmoción! Las puertas de la bóveda saltan. Y adentro, muy adentro, el dinero está amontonado, listo para el pillaje, la rapiña, el saqueo. ¿Quién es ése? ¿Quién está en el interior de la bóveda? ¡Oh, Dios! ¡El hombre sin cara! Me mira. Me espía. Silencioso. Horrible. Corre… Corre…
Corre…, o perderás el neumático para París y aquella muchacha exquisita de rostro de flor y figura de pasión. Hay tiempo si corres. Pero este que está en la puerta no es el guardián. ¡Oh, Cristo! El hombre sin cara. Me mira. Me espía. Silencioso. No grites. Deja de gritar.
Pero no grito. Canto en un escenario de mármol centelleante, mientras sube la música y brillan las luces. Pero no hay nadie en el anfiteatro. Un enorme pozo oscuro…, vacío, con un único espectador. Silencio. Me mira. Me espía. El hombre sin cara.
Y esta vez se oyó el grito.
Ben Reich se despertó.
Inmóvil en la cama hidropática, con el corazón agitado, paseó los ojos por la habitación, simulando una calma que no podía sentir. Los muros de jade verde, la lámpara en el interior del mandarín de porcelana (cuya cabeza se movía afirmativamente, interminablemente, si alguien llegaba a tocarlo), el reloj múltiple, que daba la hora de tres planetas y seis satélites; la cama misma, una pileta de cristal con glicerina carbonatada y una temperatura de treinta y siete grados centígrados.
La puerta se abrió suavemente, y Jonas apareció en la oscuridad: una sombra en traje de dormir, una silueta con cara de caballo, y unos modales de empresario de pompas fúnebres.
…