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El hombre del traje negro

Resumen del libro:

El hombre del traje negro, de Stephen King, es un relato de terror que nos narra el encuentro de un niño con el mismísimo diablo en un bosque de Nueva Inglaterra. El autor se inspiró en un cuento clásico de Nathaniel Hawthorne, El joven Goodman Brown, que también se incluye en esta edición ilustrada por Ana Juan.

El relato de King nos presenta a Gary, un anciano que decide escribir su experiencia más traumática antes de morir. Cuando tenía nueve años, fue a pescar al río Castle y se quedó dormido en la orilla. Al despertar, vio una abeja sobre su cara y sintió un terror irracional, pues su hermano había muerto por una picadura. La abeja cayó muerta y Gary se dio la vuelta para ver quién la había matado. Era un hombre alto y pálido, vestido con un traje negro de tres piezas, que le sonreía amablemente. Pero Gary pronto se dio cuenta de que aquel hombre no era humano: sus ojos eran de fuego, sus manos terminaban en garras y su aliento olía a azufre.

El hombre del traje negro se sentó junto a Gary y empezó a hablarle con una voz seductora. Le contó historias horribles sobre el mundo y sobre su familia, tratando de convencerlo de que todo era malo y que no había esperanza. Le dijo que su padre había muerto en un accidente y que su madre estaba siendo devorada por un oso en ese momento. Le ofreció una caña de pescar mágica a cambio de su alma y le mostró una visión del infierno. Gary sintió que estaba atrapado y que no podía escapar de aquel ser maligno. Pero entonces recordó algo que le había dicho su padre: que el diablo era un mentiroso y que no podía resistir la verdad. Así que Gary se armó de valor y le dijo al hombre del traje negro que no le creía nada y que se fuera al infierno. El hombre se enfureció y trató de atraparlo, pero Gary logró escapar corriendo hacia su casa.

El relato de King es una obra maestra del género, que combina el suspense, el horror y la emoción. El autor crea una atmósfera opresiva y angustiosa, que nos hace sentir la desesperación y el miedo del protagonista. Al mismo tiempo, nos hace reflexionar sobre el bien y el mal, la fe y la duda, la inocencia y la pérdida. El relato también es un homenaje a Hawthorne y a su cuento El joven Goodman Brown, que cuenta la historia de un hombre que se adentra en el bosque y se encuentra con una congregación diabólica. Ambos cuentos comparten el escenario, el tema y el simbolismo, pero King los actualiza con su estilo propio y su visión personal.

El hombre del traje negro es un relato imprescindible para los amantes del terror y de la literatura. Es una muestra del talento narrativo de Stephen King, capaz de crear historias fascinantes con pocos elementos. Es también una invitación a leer a Hawthorne, uno de los grandes escritores estadounidenses del siglo XIX. Y es una oportunidad para disfrutar de las ilustraciones de Ana Juan, que captan a la perfección el tono y el espíritu de los cuentos.

Ahora soy un hombre muy viejo, y esto es algo que me ocurrió cuando era muy joven, con sólo nueve años. Fue en 1914, el verano después de que mi hermano Dan muriera en un prado y tres años antes de que Estados Unidos entrara en la Primera Guerra Mundial. Nunca le he contado a nadie lo que ocurrió en la bifurcación del río aquel día, y nunca lo haré… al menos de palabra. Sin embargo, he decidido escribirlo en este libro que dejaré en la mesilla junto a mi cama. No puedo escribir de corrido, porque ahora las manos me tiemblan terriblemente y apenas tengo fuerzas, pero no creo que me lleve mucho tiempo.

Más tarde, puede que alguien encuentre lo que he escrito. Me parece probable, porque está en la naturaleza humana mirar en un libro marcado como Diario después de que su dueño haya muerto. De modo que, sí, probablemente se leerán mis palabras. Cuestión distinta es si alguien las creerá o no. Casi seguro que no, pero no importa. No me interesan las opiniones, sino la libertad, y he descubierto que la escritura puede proporcionármela. Durante veinte años escribí una columna titulada «Hace mucho tiempo, en un lugar lejano» para el Call de Castle Rock, y sé que a veces funciona así, que lo que escribes a veces te deja para siempre, como las viejas fotografías abandonadas bajo el sol radiante, fundido en un blanco absoluto.

Rezo por esa clase de liberación.

A los noventa años, un hombre debería haber dejado atrás los miedos de la infancia, pero, conforme los achaques me asolan lentamente, como olas que rompen cada vez más cerca de un castillo de arena construido al tuntún, ese horrible rostro se vuelve cada vez más claro en mi imaginación. Brilla como una estrella negra en las constelaciones de mi infancia. Lo que pude haber hecho ayer, a quienes pude haber visto en mi habitación de la residencia, lo que pude haberles dicho, o ellos a mí…, todo eso se ha esfumado, pero el rostro del hombre del traje negro resulta cada vez más nítido y más cercano, y recuerdo cada palabra que dijo. No quiero pensar en él, pero no puedo evitarlo, y a veces, de noche, mi viejo corazón late tan fuerte y tan rápido que creo que se me va a reventar en el pecho. Así que destapo mi pluma y obligo a mi vieja mano temblorosa a escribir esta anécdota sin sentido en el diario que una bisnieta mía (no puedo recordar su nombre con certeza, al menos no en este preciso momento, pero sé que empieza por s) me regaló la Navidad pasada, y en el que nunca he escrito antes. Pues bien, voy a hacerlo ahora. Escribiré la historia de cómo me encontré con el hombre del traje negro en la orilla del río Castle una tarde del verano de 1914.

La ciudad de Motton era un mundo diferente en aquella época, más diferente de lo que nunca podría contaros. Era un mundo sin aviones zumbando en lo alto, un mundo casi sin coches ni camiones, un mundo en el que los cielos no estaban cortados en líneas y franjas por el tendido eléctrico sobre nuestras cabezas.

No había ni una sola carretera asfaltada en toda la ciudad, y el distrito financiero no consistía más que en el colmado de Corson, la cuadra de alquiler y ferretería de Thut, la iglesia metodista en Christ’s Corner, la escuela, el ayuntamiento y, a un kilómetro de allí, el restaurante de Harry, que mi madre llamaba, con indefectible desdén, «la licorería»

El hombre del traje negro: Stephen King

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