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El friso de la vida

Portada del libro El friso de la vida

Resumen del libro:

Como una lluvia torrencial se desatan las palabras de Edvard Munch, uno de los artistas más polémicos e influyentes en la historia del arte contemporáneo. Su desbordante ingenio le llevó a plasmar pensamientos y emociones más allá de lienzos y grabados, en descarnados textos cargados de lirismo, que reflejan apreciaciones sobre el arte en general y su obra en particular, ambientes y figuras que dejaron huella en su excepcional sensibilidad. El presente libro reúne una selección de sus textos, ilustrada por su propia obra, en una invitación a conocer el recorrido del prolífico artista noruego como si de una galería se tratara, una verdadera extensión de su Friso de la vida.

PRÓLOGO

La relevancia de los textos de Munch para la comprensión de su obra

Supone una gran alegría para el Munchmuseet que una selección de los textos del artista se publique ahora en español y quede accesible para el público hispanohablante. La obra de Munch es conocida en el mundo entero y muchos de sus cuadros se han convertido en iconos, pero sus textos todavía pueden considerarse un secreto para el gran público. Cuando los textos se presentan junto a las obras pictóricas, como en este caso, se hace visible para el lector que los primeros completan a las segundas, y que el conocimiento de la obra y del artista por medio de sus textos profundiza la comprensión de ambos de un sinfín de maneras. Mai Britt Guleng escribe en la introducción al catálogo eMunch.no – tekst og bilde [eMunch.no: texto y obra], publicado para la exposición de lanzamiento del archivo digital de los textos de Edvard Munch (en http://www.emunch.no): «Los textos nos ofrecen un rico material, así como fuentes decisivas para analizar la importante obra [del artista] desde múltiples perspectivas».

* * *

Munch escribió durante toda su vida. Escribió —y guardó— redacciones y cuadernos del colegio, anotaciones en diarios, poemas en prosa, esbozos literarios y dramáticos, cartas de viajes, contribuciones en periódicos, contratos, solicitudes, prosaicas listas de tareas y, obviamente, cartas. Estas aparecen en las diversas variantes propias de la época: mensajes breves entregados por recaderos, telegramas, postales y largas cartas personales, además de encargos, recibos, solicitudes de becas, borradores de declaraciones de la renta, etc. Los demás textos consisten en escritos de un amplio espectro de géneros literarios, reflexiones en torno al arte y la actividad del artista y, en fin, todo tipo de textos banales que una persona también escribe en el transcurso de una larga vida: listas de tareas, de la compra, de encargos y de deberes del colegio.

Los textos constituyen un material sumamente polifacético en el que, como es obvio, el estilo de letra y el estilo lingüístico —ortográfico— van variando desde los años de juventud hasta la vida adulta y la vejez. La letra y la ortografía de Munch sufrieron el cambio más notable en el periodo de transición a la vida adulta. En ese momento, una letra juvenil, pero esmerada, fue sustituida por una letra personal, ahorrativa y descuidada, caracterizada por hábitos de escritura propios y una puntuación escasa o directamente ausente. Su letra conservó para siempre ese carácter descuidado que, a menudo, hace que sea difícil de leer. La ortografía y la puntuación se caracterizan por la misma falta de precisión. No parece que Munch concediera demasiada a ninguna de las dos cosas. Lo mismo se aprecia en el modo en que el artista escribía en francés y alemán, lenguas en las que mantuvo una asidua correspondencia.

La palabra escrita fue el medio por el que Munch mantuvo el contacto con el mundo, ya fuera con su familia, sus amigos u otros artistas, y también fue por escrito como administró su labor como trabajador autónomo y se comunicó con asistentes, mecenas, coleccionistas, historiadores del arte, organizadores de exposiciones, galeristas, agencias de transportes, etc. La correspondencia escrita era más importante que el teléfono. A través de las cartas y los escritos publicados del artista se alcanza a conocer su obra desde un punto de vista que, a menudo, es práctico —por ejemplo, en la organización de exposiciones o en las negociaciones para la venta de sus obras— o narrativo —cuando Munch escribe a su familia durante sus muchas estancias en el extranjero—, pero que también puede ser reflexivo —cuando discute sobre su práctica artística con amigos o defiende su arte y su labor en periódicos u otra clase de publicaciones.

Munch también escribía sobre su actividad artística: anotaciones sobre el arte con discusiones acerca del sentido del arte y de la creación, o sobre la esencia del arte. Él mismo publicó algunos de estos textos, que en su mayor parte tratan sobre creación, sobre la clase de arte que deseaba hacer y sobre el fundamento de su ciclo de obras El friso de la vida (véase Jacobsen 2011). Algunas anotaciones sobre el arte aparecen en cartas a amigos —como el poeta danés Emanuel Goldstein o el historiador de arte noruego Jens Thiis, también director de museo— y otras, en textos destinados en mayor o menor medida al cajón del escritorio, que han quedado sin publicar hasta este momento, cuando por fin se tornan accesibles digitalmente en: http://www.emunch.no/.

La mayoría de sus apuntes y escritos literarios permanecieron sin publicar, pero el hecho de que Munch pensaba en su publicación se desprende claramente de varias de sus declaraciones. En su testamento, por ejemplo, escribe: «Los esbozos de mis trabajos literarios pasarán a ser propiedad del Ayuntamiento de Oslo, que decidirá, conforme al criterio de expertos, si dichos textos deben ser públicos y en qué medida». No cabe duda de que el propio Munch veía la calidad y el potencial de sus escritos y el interés que su vida despertaría en el público, también después de su muerte.

Las intenciones de Munch con sus textos literarios son distintas a las que maneja en las anotaciones sobre el arte que aparecen en sus cartas. En los textos literarios juega y experimenta con los géneros, que varían desde fragmentos, textos líricos y poemas en prosa hasta relatos. También son distintas las temáticas y los contenidos, sobre los que vuelve una y otra vez: recuerdos de la infancia, escenas de amor, burlas al «enemigo» y textos cercanos a poemas en prosa sobre los mismos motivos que trataba en la pintura. Munch alterna entre narrar en primera y en tercera persona dentro del mismo texto. Escribe varias versiones de los textos y, por regla general, están interrumpidos e inacabados. En casi todos encontramos añadidos, tachaduras y sustituciones que hacen que, a posteriori, resulte muy difícil establecer el orden cronológico de creación de las versiones —del mismo modo en que es complicado fechar los textos en sí—. Se puede incluso tener la sensación de que las distintas versiones no constituyen una evolución hacia una versión definitiva, sino más bien una reelaboración de lo mismo, un constante orbitar en torno a ciertos motivos esenciales.

En muchos casos, los paralelismos con su propia vida resultan ostensibles. Emplea figuras literarias que se vinculan fácilmente tanto con personas de los círculos que frecuentaba como con él mismo, aunque eso no significa necesariamente que las historias que escribe estén basadas en hechos reales. Los textos son elaboraciones literarias de motivos, experiencias, recuerdos e ideas —igual que su arte— y es obvio que la temática no procede exclusivamente de la esfera privada de su vida, sino también de la esfera cultural de la que formaba parte. El trabajo de Munch con lo humano, con lo existencial, está tan marcado por lo cultural como por lo privado, y esa es la razón por la que resulta tan atractivo.

El texto sobre el motivo de El grito fue el primero en darse a conocer al público. Ya en 1890 fue traducido al alemán, al francés y al inglés. La versión francesa e inglesa se publicaron en sendas revistas —de arte— en Francia y Estados Unidos (Jacobsen, 2011: 113-114). Munch escribió muchas versiones del texto, de la misma manera que utilizó el motivo para varias versiones pictóricas. El tratamiento en paralelo de los motivos —literario y artístico—, es característico de su manera de trabajar. Al parecer, sentía la necesidad de elaborar también los temas por escrito. Y encontraba inspiración en los escritores y poetas con los que trataba y con los que mantenía una intensa correspondencia. Del ambiente radical en torno a la bohemia de Kristiania, liderada por su amigo el escritor Hans Jæger, le llegó la idea de «escribir su propia vida» y de elegir un lenguaje cercano al habla.

Los cuadros de Munch pueden considerarse narrativos, de la misma manera que lo son sus escritos, puesto que los motivos suelen ser escenas de la vida de las personas. Los cuadros se pueden leer. El motivo de El grito en su versión pictórica reproduce fragmentos de una narración, al igual que los textos que también escribió. En lugar de palabras, puntuación, sintaxis y tipografía, en la composición de sus cuadros Munch utiliza colores, textura, extractos y elementos de motivos: narra con los recursos que le ofrece el medio. Y del mismo modo que la forma lingüística no puede separarse del texto, tampoco la forma del cuadro puede separarse de la obra de arte. La forma es el texto, es la obra de arte. Así, los textos literarios de Munch nos recuerdan que sus cuadros también pueden leerse como narraciones y, desde este punto de vista, los textos y los cuadros están estrechamente emparentados: «El parentesco tiene su origen en todo lo que ocurre cuando se crean imágenes [mentales, verbales y físicas]; tanto imágenes mentales relacionadas con los recuerdos, la imaginación, las ideas y los conceptos, como, en concreto, las formas de expresión verbales y visuales». (Guleng, 2011b: 19).

El friso de la vida – Edvard Munch

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