El familiar

Resumen del libro: "El familiar" de

En “El familiar”, Leigh Bardugo nos traslada a un mundo de magia, peligro y traiciones en la convulsa España de la Edad Moderna. La historia gira en torno a Luzia Cotado, una sirvienta humilde que, gracias a su habilidad para realizar milagros menores, se convierte en un arma secreta en el juego de intrigas de la nobleza madrileña. Luzia, que trabaja en una casa decadente de la capital, emplea su magia en secreto hasta que su señora la descubre y la fuerza a utilizar su talento para ascender en la escala social, aprovechándose del don de la joven. Así, lo que empieza como un entretenimiento para la aristocracia, pronto se convierte en un arma peligrosa que la llevará a enfrentar fuerzas mucho más oscuras de las que jamás imaginó.

Cuando su habilidad llama la atención de Antonio Pérez, el influyente secretario del rey de España, la vida de Luzia se vuelve un laberinto de conspiraciones y amenazas. Antonio, desesperado por recuperar el favor del monarca tras la derrota de la Armada Invencible, ve en Luzia una oportunidad única para influir en la guerra contra Inglaterra. En busca de una vida mejor, ella se introduce en un universo de hechiceros y alquimistas, de santos y charlatanes, donde la distinción entre la ciencia y el engaño es tan tenue como peligrosa. Sin embargo, este nuevo mundo no es seguro para alguien con sangre judía, y la creciente fama de Luzia la expone al riesgo mortal de la Inquisición.

Bardugo introduce en este oscuro panorama al misterioso Guillén Santángel, un “familiar” inmortal cuya amarga experiencia y secretos lo convierten en un aliado inesperado para Luzia. A pesar de su actitud huraña, Guillén guarda un pasado complejo que podría ser la clave de su supervivencia o la causa de su caída definitiva. La relación entre ambos aporta a la novela un matiz de ironía y desencanto, donde la magia y la historia se entrelazan en una narrativa rica en intriga y peligro.

Leigh Bardugo, autora consagrada del género de la fantasía oscura, destaca nuevamente por su habilidad para construir mundos densos y personajes complejos. Su escritura inmersiva y la profundidad de su narrativa convierten a “El familiar” en una obra donde el realismo histórico y la fantasía se encuentran, ofreciendo al lector una experiencia literaria única.

Libro Impreso Audiolibro

For my family: converts, exiles, and ghosts.
A mi familia: conversos, exiliados y fantasmas.
A mi famiya: konvertidos, surgunlis i fantazmas.

Capítulo 1

Esta historia habría sido muy distinta si el pan no se hubiera quemado. Si el hijo de la cocinera no hubiera vuelto tan tarde a casa la noche anterior; si ella no hubiera sabido que su hijo frecuentaba a cierta autora de comedias; si no se hubiera pasado la noche en vela, inquieta y llorosa por el alma inmortal de su hijo y la suerte de sus posibles nietos; si no hubiera estado tan cansada y distraída, entonces el pan no se habría quemado, y las calamidades que se sucedieron después tal vez lo habrían hecho en una casa que no fuera la de los Ordoño, en una calle que no fuera la de Dos Santos.

Esta historia habría sido más dichosa si esa mañana don Marius le hubiera dado un beso en la mejilla a su esposa antes de partir a sus asuntos de la jornada. Si la hubiera llamado «amor mío, paloma mía, hermosa mía»; si se hubiera fijado en sus pendientes de lapislázuli o en las flores con las que había decorado el pasillo; si don Marius no hubiera ignorado a su esposa para irse a visitar los establos de Hernán Saravia y admirar aquellos caballos que él jamás podría permitirse, entonces quizá doña Valentina no se habría molestado en bajar a la cocina, y la tragedia que ocurrió luego habría acabado en la alcantarilla e ido a parar al mar. De haber sido así, las únicas afligidas habrían sido las almejas.

A doña Valentina la habían criado unos padres fríos y distantes que apenas sentían nada por ella, salvo una vaga decepción por su modesta hermosura y por las escasas probabilidades de poder casarla bien. Y habían acertado. Don Marius Ordoño poseía una fortuna exigua, unos olivares que se negaban a dar fruto y una casa bonita pero sencilla en una de las mejores calles de Madrid. Marius era lo máximo a lo que Valentina, de dote mediocre y rostro aún más mediocre, podía aspirar. En cuanto a él, ya había estado casado una vez, con una heredera pelirroja que había muerto atropellada por una carroza pocos días después de las nupcias, dejando a Marius viudo, sin descendencia ni una mísera moneda del dinero de sus suegros.

El día de su boda, Valentina llevaba un velo de encaje dorado y el cabello engalanado con peinetas de marfil. En su casa, al ver el ondulante reflejo de los dos en el espejo de la sala, don Marius se había visto embargado por un súbito arrebato de lujuria, inspirado tal vez por la mirada de ilusión de su nueva esposa o por verse ataviado con el traje nupcial. Aunque lo más probable es que lo provocaran las cerezas en aguardiente que llevaba comiendo toda la mañana; se las había ido metiendo en los carrillos para mascarlas despacio y no tener que conversar con su suegro. Esa noche don Marius se había abalanzado sobre su esposa en un frenesí de pasión, susurrándole poesías al oído, pero tras unas pocas y torpes embestidas le sobrevino el vértigo y terminó vomitando las carnosas cerezas a medio masticar en las sábanas nupciales que Valentina había bordado con sus propias manos a lo largo de muchas semanas.

Con el paso de los meses y los años, Valentina recordaba esa noche casi con nostalgia, pues aquel acerezado ardor de Marius era el único indicio de pasión, o siquiera de interés, que había manifestado jamás por ella. Y, aunque en realidad Valentina no había hecho sino pasar de un hogar falto de amor a otro, no por ello dejaba de sentir la ausencia de dicho amor. Doña Valentina no conocía ninguna palabra aceptable con la que referirse al anhelo que sentía y, al no saber tampoco cómo aliviarlo, ocupaba sus días incordiando a sus escasos sirvientes con reprimendas continuas y vivía en un estado de insatisfacción permanente.

Precisamente por eso bajó a la cocina esa mañana, y no una sola vez, sino dos.

La cocinera estaba cada vez más distraída desde que se había hecho notoria la obsesión de su hijo con Quiteria Escárcega, la autora de comedias, así que doña Valentina se aseguraba de bajar a vigilarla todas las mañanas. Ese día, mientras descendía las escaleras y el aire se iba calentando, la recibió el olor inconfundible del pan quemado, y sintió tal placer al tener algo tangible de lo que quejarse que a punto estuvo de sufrir un desmayo.

Pero la cocinera no estaba.

Valentina tenía intención de quedarse allí, sudando bajo el calor del fuego, para así dejar hervir su ira y ensayar una larga diatriba acerca del derroche, la negligencia y, en general, el carácter de la cocinera. Pero entonces oyó que llamaban a la puerta de arriba y pensó que quizá alguien deseaba hablar con su marido acerca de sus olivares. O tal vez se tratara de una invitación; era poco probable, pero esa mera esperanza bastó para hacerla reaccionar. En casa de los Ordoño no había nadie más para abrir la puerta. Su marido había dejado muy claro que no podían permitirse más sirvientes y que Valentina tenía mucha suerte al disponer de una cocinera y una criada que la ayudaban a llevar la casa. No tuvo más remedio que dejar a un lado su rabia y subir de nuevo a grandes zancadas mientras se secaba la cara húmeda con la manga.

Cuando regresó a la cocina, con una carta de su padre guardada en el puño del vestido y sin abrir, oyó que la cocinera parloteaba con la criada, una moza rechoncha que olía a humedad y siempre deambulaba por la casa con la mirada clavada en sus torpes pies.

—Águeda —dijo Valentina nada más irrumpir en la cocina, con la voz vibrando ante la perspectiva de una buena regañina—. ¿Por qué te empecinas en derrochar mi tiempo y la hacienda de mi esposo quemando otra vez el pan?

La cocinera se volvió hacia ella despacio, con los ojos enrojecidos e hinchados de tanto llorar por el mentecato de su hijo, y se giró de nuevo hacia la mesa central de la cocina, donde el pan aguardaba en su cazuela negra.

Antes incluso de verlo, Valentina notó que se acaloraba; la inminencia de su humillación fue como una tormenta repentina. El pan, cual cojín de oro en su lecho de hierro, con su corteza morena y reluciente, estaba perfectamente inflado, perfectamente cocido.

Doña Valentina quiso examinar el pan, pincharlo con el dedo y tacharlo de embustero. Había visto ese mismo pan hacía escasos minutos, renegrido y echado a perder, con la corteza hundida por el calor. Y sabía, sabía que no se trataba de otra hogaza distinta, recién sacada del fuego, puesto que reconocía la cazuela de hierro por la pequeña abolladura que tenía en una esquina.

Era imposible. Solo se había ausentado unos minutos. «Me están engañando», pensó Valentina. «Este par de majaderas tratan de enervarme para que quede como una lerda». No iba a darles ese gusto.

—Ya has quemado el pan otras veces —dijo sin inmutarse— y a buen seguro volverás a hacerlo. Procura que el almuerzo esté en la mesa a su hora.

—¿Vendrá don Marius a cenar, señora?

Valentina estuvo a punto de abofetear a la muy arrogante.

—No creo —contestó con una sonrisa—. Pero me acompañarán dos amigas. ¿Qué vas a preparar?

—El cerdo, señora. Como pidió vuestra merced.

—No —la corrigió Valentina—. Yo te pedí las codornices. El cerdo era para mañana, naturalmente.

La cocinera volvió a mirarla con fijeza; sus ojos eran tan duros como dos pedazos de carbón.

—Naturalmente, señora.

Valentina sabía perfectamente que le había pedido que preparara el cerdo; había planificado todas las comidas de la semana con siete días de antelación, como siempre. Pero así la cocinera recordaría que aquella era la casa de Valentina y que de ella no se reía nadie.

“El familiar” de Leigh Bardugo

Leigh Bardugo. Es una escritora israelí de fantasía juvenil que ha ganado fama por sus novelas de Grishaverse. Nació en Jerusalén el 6 de abril de 1975 y creció en Los Ángeles. Se graduó en la Universidad de Yale y trabajó en publicidad, periodismo y efectos especiales antes de dedicarse a la escritura.

Bardugo es conocida por sus novelas de Grishaverse, que incluyen la bilogía Seis de Cuervos y la trilogía Sombra y Hueso, que han vendido más de dos millones de copias, al igual que Novena casa. La bilogía Seis de Cuervos sigue a un grupo de delincuentes adolescentes mientras intentan realizar un robo imposible en la ciudad de Ketterdam. La trilogía Sombra y Hueso sigue a una joven huérfana llamada Alina Starkov mientras descubre que tiene poderes mágicos y se convierte en una figura clave en la lucha contra las fuerzas oscuras que amenazan su mundo.

Bardugo también ha escrito varias novelas cortas ambientadas en el universo Grishaverse, así como una novela independiente llamada Ninth House. Actualmente vive en Hollywood y ocasionalmente canta con su banda Captain Automatic.

Además, Bardugo es conocida por su escritura envolvente y sus mundos imaginativos y detallados. Su trabajo a menudo se centra en personajes complejos y bien desarrollados que luchan por encontrar su lugar en el mundo, así como en las relaciones interpersonales complicadas y las dinámicas de poder. Bardugo también es una activista de la diversidad en la literatura y ha abogado por una mayor representación en la ficción de personajes diversos y marginados.