El estudiante de Salamanca y otros poemas
Resumen del libro: "El estudiante de Salamanca y otros poemas" de José de Espronceda
José de Espronceda, el poeta más apasionado del Romanticismo español, se erige como una figura emblemática cuya pluma desata una cascada de emociones y rebeldía. Su obra, impregnada de una riqueza métrica desbordante, se manifiesta como un torrente impetuoso, a veces incluso desaliñado, pero siempre cargado de intensidad. En “El estudiante de Salamanca y otros poemas”, Espronceda nos sumerge en un universo poético donde los personajes marginales, como el mendigo, el pirata y el verdugo, adquieren protagonismo, elevando una libertad más moral que material.
La pasión política de Espronceda resuena a lo largo de sus versos, donde se entrelazan llamados a la rebeldía social y cantos que exaltan personajes y eventos de la historia liberal. Su compromiso con la sociedad de su tiempo se manifiesta en cada línea, y su poesía se convierte en un eco ferviente de las luchas y anhelos de una época convulsa.
Para apreciar plenamente la magnitud de Espronceda, es esencial situarse en el contexto histórico que moldea sus palabras y comprender cabalmente su obra. José Fradejas Lebrero, catedrático en las universidades de Sevilla, Valladolid y en la Universidad Nacional de Educación a Distancia, aporta a esta edición una introducción que contextualiza la vida y obra del poeta. Además, enriquece la experiencia del lector con actividades sobre la lectura y un aparato de notas preciso, proporcionando las herramientas necesarias para explorar las capas profundas de la poesía esproncediana.
INTRODUCCIÓN
1. PERFILES DE LA ÉPOCA
El Romanticismo
Romanticismo y Clasicismo son eternos estilos del espíritu humano. Eugenio D’Ors los juzga como los extremos del movimiento de un péndulo, a un movimiento romántico le sigue, y contrapone, otro clásico. Son, pues, tendencias opuestas y universales.
Mientras el Clasicismo es razonador y suele superponer el arte a la sensibilidad y a la inspiración, el Romanticismo exalta la libertad del sentimiento, de la imaginación y de la creación.
El Romanticismo es, para Victor Hugo, el liberalismo en Literatura. Goethe contrapone: Clasicismo, enérgico y sano; Romanticismo, endeble y enfermizo; para otros es una extravagancia, pero para los españoles es la continuación de su historia literaria, brevemente interrumpida por un movimiento importado, el Neoclasicismo del siglo XVIII. Es, pues, el Romanticismo en España, tradicional y debería llamarse Superromanticismo, frente al Romanticismo que significa el movimiento llamado Barroco.
Tiene sus raíces en el ideario de la Enciclopedia y la Revolución francesa, pero no surge potente hasta que el ansia de libertad de los pueblos europeos, dominados por Napoleón, no se plasma en guerra feroz. Su estandarte es la libertad. «Libertad en literatura, como en las artes, como en la industria, como en el comercio, como en la conciencia. He aquí la divisa de la época» (Larra). Hasta los poetas más neoclásicos, en España J. N. Gallego —Al dos de mayo—; Quintana —A España—, se sienten atraídos por estos sucesos y lo expresan en sus poemas de una forma muy diferente a su costumbre. Y no digamos de la libertad personal —airear las propias pasiones— en que resaltan Larra y Espronceda.
El renacimiento romántico del siglo XIX exalta, en primer lugar, el Patriotismo y su triple derivación hispana, el Cristianismo que se opone —por tanto— a paganismo-clásico, frecuente por influencia francesa en el siglo XVIII; además el cristianismo —o mejor, catolicismo— es aspecto primario del alma hispana. El mismo patriotismo lleva a los románticos a buscar en el Medievalismo temas, tipos, artes —en especial, el gótico—, caracteres que sustituyan con ventaja a los clásicos y que —aún en el neoclasicismo— han estado perennes en España. Correlativo con este sentimiento está la inquietud, el amor extraordinario por lo exótico, por la tierra lejana, que será el Oriente, pero España tiene su propio Orientalismo y no necesita ir a buscarlo al Oriente Próximo nada más que esporádicamente.
El filósofo alemán Fichte ensalzó el Yo a extremos insospechados que adoptó la lírica romántica, si bien en España estuvo fuertemente matizado excepto en dos de los grandes románticos: Larra y Espronceda. Este aspecto subjetivo nos lleva de la mano a otros temas: sentimentalismo humanitario, exaltador de los tipos más bajos de la sociedad: el verdugo, el pirata, el apóstata; o los más débiles: el anciano, la huérfana, el peregrino; todo ello suele llevarles a una melancolía o saudade que, a veces, es ligero pesimismo y está mezclada con feroz ironía, sarcasmo, depresión anímica, desilusión o rebelión, que expresan generalmente a la hora en que la luna con tenue velo cubre de vaguedad y misterio las formas que se llenan de fantasmas, almas en pena e imágenes de horror.
Otro aspecto que no debemos olvidar es el fragmentarismo, frecuente entre los románticos.
La mujer es un ángel en quien se encuentran todas las perfecciones y a ella se someten vasalláticamente: podríamos decir que la devoción mariana medieval se ha laicizado encarnándola en el eterno femenino.
El hombre natural de indudable origen rusoniano, con toda su bondad, candor y sencillez, al llegar a España lo que realiza es un reencuentro de «un tema creado por ella misma, después de su viaje de ida y vuelta por Europa».
En 1765 un viajero inglés, Borwell, describe «the romantic aspect» de Córcega. Al aparecer en Europa la nueva moda literaria, la palabra va adquiriendo un sentido propio aunque con vacilaciones: romanesque, romantique. En España en 1805 se utiliza romancista y hasta 1818 se usan los vocablos romantesco, romántico, romanesco y aun románico, pero a partir de este momento ya se utiliza siempre romántico.
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José de Espronceda. (1808-1842) emerge como una figura clave del Romanticismo español. Nacido en Almendralejo, su trayectoria rebosa rebeldía y pasión. Criado en un ambiente liberal, su temprana participación en sociedades secretas refleja su compromiso político. Su exilio en Inglaterra, donde se nutre de las corrientes literarias europeas, moldea su estilo. Espronceda trasciende los límites del Romanticismo, explorando el lado oscuro del alma humana y la lucha contra la opresión social.
El legado literario de Espronceda abarca desde la poesía lírica hasta la novela histórica. Sus obras más destacadas, como "El estudiante de Salamanca" y "El diablo mundo", reflejan su visión crítica de la sociedad y su fascinación por el heroísmo romántico. Su poesía, impregnada de influencias de Lord Byron y James Macpherson, cautiva por su intensidad emocional y su compromiso con la libertad individual.
Espronceda desafía las normas establecidas con su poesía rebelde y sus ideales progresistas. Su vida tumultuosa, marcada por duelos, exilios y amores apasionados, se refleja en su obra, dotándola de una autenticidad y una fuerza inigualables. Aunque su vida se vio truncada prematuramente, su legado perdura como un símbolo de rebeldía y libertad en la historia de la literatura española.