El enfermo imaginario
Resumen del libro: "El enfermo imaginario" de Molière
El 17 de febrero de 1673. Moliére caracterizaba a Argan, el protagonista de su obra el enfermo imaginario, cuando en la escena final le sobrevino un ataque y falleció pocas horas después. En su última obra, el dramaturgo francés presenta a ese tipo de enfermo imaginario que ha existido siempre: aquel que estando totalmente sano se siente enfermo, se cree débil y lleno de achaques y se cuida -al mismo tiempo que se hace cuidar- extremadamente para aliviar esos males que imagina. Y exige que todos los que viven junto a él giren alrededor de su enfermedad. A pesar de sus muchas escenas caricaturescas y divertidas. El enfermo imaginario es una comedia dramática. Argan, en su egoísmo, es la imagen de la incomprensión; procede injustamente, y hasta en forma perversa, con su hija, sin importarle sacrificar su felicidad. El desenlace es sencillo y natural, y las escenas finales son hábiles y cuidadosas. Todo ello y la maestría del autor para enfocar el tema central explican la vigencia actual de esta obra que tiene ya varios siglos.
Escena I
ARGANTE, solo en su alcoba y sentado a una mesa, ajusta con guitones las cuentas del boticario. Conversando consigo mismo, platica de este modo:
ARGANTE.—Tres y dos cinco, y cinco, diez, y diez más, veinte… Tres y dos cinco. «Item, el día 24, una ayuda estimulante, preparatoria y emoliente, para ablandar, humedecer y refrescar las entrañas del señor». Lo que más me agrada de Fleurant, mi boticario, es su cortesía: «Las entrañas del señor, seis reales». Pero eso no basta, amigo mío: a más de correcto, es preciso ser razonable y no desplumar a los pacientes. ¡Seis reales por una lavativa…! Ya sabéis cuánto me satisface complaceros; pero como en ocasiones anteriores me las habéis cobrado a cuatro reales, y en lenguaje de boticario cuando se dice veinte hay que entender diez, pongamos dos reales… «Item, en el mismo día, según prescripción, una buena ayuda detersiva, compuesta de catalicón doble, ruibarbo, miel rosada y otros, para barrer, lavar y dejar limpio el bajo vientre del señor, seis reales». Con su permiso, abonaremos sólo dos. «Item, en el mismo día anochecido, un jarabe hepático, soporífero y soñoliento, destinado a dormir al señor, siete reales». De esta partida no me puedo quejar, porque, en efecto, dormí a pierna suelta… «ltem, el día 25, una excelente pócima purgante, corroborante, compuesta de casis fresco, sen levantino y otros, según receta del señor Purgon, destinada a expulsar y evacuar, la bilis del señor, dieciocho reales.» ¡Ah, mi señor Fleurant, esto es ya una burla! Hay que tener consideración con los enfermos, de los cuales vivís; y como el señor Purgon no os habrá ordenado que pongáis dieciocho reales, cargaremos tan sólo doce, si no os molesta. «Item, en el mismo día, una poción anodina y astringente, para procurar reposo al señor, seis reales.» Bien… «ltem, día 26, una ayuda carminativa para expulsar las ventosidades del señor, siete reales.» Tres, señor Fleurant. «Item, la misma ayuda, repetida por la tarde, siete reales.» Tres… «ltem, el día 27, un preparado enérgico, para estimular la expulsión y limpiar de males humores al señor, doce reales.» Doce… Celebro que hayáis razonado en esta ocasión. «Item, en el día 28, una toma de suero clarificado y azucarado, para dulcificar, lenificar, atemperar y refrescar la sangre del señor, veinte.» Diez…
«Item, una poción cordial y preservativa, compuesta de doce gramos de bezoar, jarabes de limón y granada y otras hierbas, según prescripción, veinte reales.» ¡Poco a poco, señor Fleurant…! ¡Abusando de este modo, no habrá nadie que quiera estar enfermo…! Conformaos con doce reales… Tres y dos cinco, y cinco, diez, y diez, veinte… Doscientos veintitrés reales, cuarenta céntimos y treinta maravedises. Resulta, pues, que en el mes corriente he tomado… una, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho y nueve medicinas; más una, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez, once y doce lavativas; mientras que en el mes anterior fueron doce medicinas y veinte ayudas. ¡Ahora me explico por qué no me encuentro este mes tan bien como el pasado! Se lo diré a Purgon para que me regularice el tratamiento… ¡A ver! Que se lleven todo esto de aquí… ¿No hay nadie…? ¡Por más que digo, siempre me han de dejar solo…! ¡No hay manera de conseguir que estén en su puesto! (Toca una campanilla.) Ellos que no atienden, y esta campanilla que no suena bastante… (Vuelve a tocar.) ¡Nada! (Toca.) ¡Están sordos…! ¡Antonia! (Toca.) ¡Cómo si no llamara…! ¡Perros! ¡Granujas! (Toca de nuevo.) ¡Me da una rabia! (Deja la campanilla y grita.) ¡Tilín, tilín, tilín! ¡Pícaros de todos los diablos! ¿Es posible que abandonen de este modo a un pobre enfermo? ¡Tilín, tilín, tilín…! ¡Cabe nada más lastimoso! ¡Tilín, tilín, tilín! ¡Dios mío, me dejan morir solo! ¡Tilín, tilín, tilín!
…
Molière. Fue un importante dramaturgo francés nacido en París el 15 de enero de 1622 y fallecido en la misma ciudad el 17 de febrero de 1673. Es considerado como uno de los más grandes autores teatrales de la historia y padre de la Comedia Francesa. Su verdadero nombre fue Jean-Baptiste Poquelin.
Su relación con el teatro se inicia en 1643 cuando firma, junto a los Béjart, comediantes, el acta de constitución del Ilustre Teatro, que pasaría a dirigir sin mucho acierto un año más tarde. Durante cinco años, Molière deja la capital francesa para ser actor, volviendo en 1650 a hacerse cargo de la compañía. Pronto cobran fama sus farsas y obras cómicas, siendo instalados por el rey francés en el teatro de Petit-Bourbon.
Sus obras empiezan a cobrar popularidad, siguiendo la máxima de “corregir las costumbres riendo”, lo cual, junto con la protección real, hace que Molière se gane enemigos entre los que son ridiculizados en sus obras. En 1664 es nombrado responsable de las diversiones de la Corte; ese mismo año se estrena el Tartufo, obra crítica para con la hipocresía religiosa y que provocó airadas reacciones entre las clases conservadoras, que obligaron al rey a prohibir la obra durante cinco años.
Con el apoyo real, sin embargo, la compañía pasa a ser Compañía Real. Aunque su salud se va resintiendo, Molière sigue escribiendo obras inmortales como El misántropo o El médico a palos. Su última obra, El enfermo imaginario, pasó tristemente a su historia debido al ataque que el propio actor y autor tuvo en una de sus representaciones, del que no se recuperó, falleciendo.