Resumen del libro:
Alice Walker, una de las voces más poderosas de la literatura afroamericana, nos ofrece en “El color púrpura” una narrativa conmovedora y vibrante que explora la resiliencia y el empoderamiento femenino en un contexto de opresión racial y de género. Walker, nacida en 1944 en Georgia, es conocida por su enfoque incisivo en temas de identidad, derechos civiles y feminismo, y ha recibido múltiples galardones por su contribución a la literatura, incluyendo el Premio Pulitzer por esta obra.
“El color púrpura” se centra en la vida de Celie, una mujer afroamericana en el sur de los Estados Unidos durante las primeras décadas del siglo XX. La historia se presenta a través de cartas que Celie escribe a Dios y a su hermana Nettie, revelando su cruda experiencia de abuso físico y emocional a manos de su padre y posteriormente de su esposo, conocido como “Mister”. Estas cartas se convierten en un testimonio de su sufrimiento, pero también de su increíble capacidad para resistir y encontrar esperanza en medio de la adversidad.
La narrativa de Walker es rica en personajes complejos y vibrantes. Shug Avery, una cantante de blues y amante de Mister, desempeña un papel crucial en la transformación de Celie. A través de su amistad y eventual relación amorosa, Shug ayuda a Celie a descubrir su propio valor y belleza, desafiando las normas sociales y sexuales de la época. Otros personajes, como Sofia, la combativa esposa de Harpo, y Nettie, la hermana de Celie que se convierte en misionera en África, aportan diferentes perspectivas sobre la lucha por la dignidad y la justicia.
Uno de los aspectos más notables de “El color púrpura” es su estilo epistolar, que permite una profunda introspección en la mente de Celie y una conexión íntima con sus pensamientos y sentimientos. La evolución de su lenguaje, que pasa de ser sencillo y cargado de dolor a uno más seguro y lleno de autoconfianza, refleja su crecimiento personal y su viaje hacia la emancipación.
El título de la novela, “El color púrpura”, simboliza la belleza y la espiritualidad que pueden encontrarse en los aspectos más simples y a menudo ignorados de la vida, como las flores del campo. Walker utiliza este símbolo para resaltar la importancia de reconocer y apreciar la belleza y el amor en nuestras vidas, a pesar de las dificultades.
“El color púrpura” no solo es una obra sobre el sufrimiento y la opresión, sino también sobre la redención, el amor y la fuerza interior. Alice Walker crea un universo literario que invita a la reflexión y a la empatía, ofreciendo una visión esperanzadora de la capacidad humana para superar la adversidad y encontrar la verdadera libertad.
No se lo cuentes a nadie más que a Dios.
A tu mamá podría matarla.
Querido Dios:
Tengo catorce años. Soy. He sido siempre buena. Se me ocurre que, a lo mejor, podrías hacerme alguna señal que me aclare lo que me está pasando.
La otra primavera, poco después de nacer Lucious, los oía trajinar. Él le tiraba del brazo, y ella decía: Aún es pronto, Fonso. Aún no estoy bien. Él la dejaba en paz, pero a la otra semana, vuelta a tirarle del brazo. Y ella decía: No puedo. ¿Es que no ves que estoy medio muerta? Y todas esas criaturas.
Ella se había ido a Macon, a que la viera la hermana doctora, y me dejó al cuidado de los pequeños. Él no me dijo ni una palabra amable. Sólo: Eso que tu mamá no quiere hacer vas a hacerlo tú. Y me puso en la cadera esa cosa y empezó a moverla y me agarró los pechos y me metía la cosa por abajo y, cuando yo grité, él me apretó el cuello y me dijo: Calla y empieza a acostumbrarte.
Pero no me he acostumbrado. Y ahora me pongo mala cada vez que tengo que guisar. Mi mamá anda preocupada, y no hace más que mirarme, pero ya está más contenta porque él la deja tranquila. Pero está demasiado enferma y me parece que no durará mucho.
Querido Dios:
Mi mamá ha muerto. Murió gritando y maldiciendo. Me gritaba a mí. Me maldecía a mí. Estoy preñada. Me muevo con lentitud. Antes no vuelvo del pozo, el agua ya se ha calentado. Antes no preparo la bandeja, la comida ya se ha enfriado. Antes no arreglo a los niños para ir al colegio, ya es la hora del almuerzo. Él no decía nada. Estaba sentado al lado de la cama. Le cogía la mano y lloraba y repetía: No me dejes, no te vayas.
Cuando lo del primero, ella me preguntó: ¿De quién es? Yo le dije que de Dios. No conozco a otro hombre y no supe qué decir. Cuando empezó a dolerme y a movérseme el vientre y me salió de dentro aquella criatura que se mordía el puño, me quedé pasmada.
Nadie vino a vemos.
Ella estaba peor cada día.
Un día me preguntó: ¿Dónde está?
Yo le dije: Dios se lo ha llevado.
…