Resumen del libro:
Enola Holmes, hermana pequeña del famoso detective Sherlock Holmes, decide viajar hasta Londres dispuesta a encontrar alguna pista que la conduzca hasta su madre, desaparecida recientemente. Sin embargo, nadie puede prepararla para lo que la espera allí. Al pisar el asfalto de la ciudad, se verá envuelta en el secuestro de un joven marqués y deberá sortear a toda costa a sus inteligentes hermanos mayores, que pretenden llevarla a un internado.
¿Podrá Enola descifrar los enigmas que le ha dejado su madre y encontrarla?
EAST END DE LONDRES
AGOSTO DE 1888, AL ANOCHECER
La única luz en la calle lucha por llegar desde unas pocas farolas todavía íntegras y de los candiles sobre los adoquines, vigilados por los viejos que venden caracoles de mar hervidos a las puertas de las tabernas. La forastera, ataviada de negro de la cabeza a los pies, se desliza entre las sombras como si fuera una sombra más, invisible a los transeúntes. Según las costumbres del lugar del que procede, es impensable que una mujer salga por la noche sin que su marido, padre o hermano la acompañe. Pero ella hará lo que sea necesario para ir en busca de quien se ha perdido.
Bajo el velo negro, sus ojos están atentos, y mientras camina, analiza, busca y observa. Ve los trozos de cristal sobre los adoquines agrietados. Ve las ratas que se pasean insolentes, arrastrando sus repugnantes colas sin pelo. Ve a niños harapientos que corretean descalzos entre las ratas y los cristales rotos. Ve a parejas, hombres con chalecos de franela roja y mujeres con bonetes de paja baratos, bamboleándose cogidos del brazo. Ve a un individuo tirado contra una pared, ebrio o dormido entre las ratas, o tal vez muerto.
Observa, pero también escucha. Desde algún lugar, un organillo entona una melodía que se eleva por el aire tiznado, y la buscadora con el velo negro oye la alegre canción. Escucha a una niñita que, a las puertas de una taberna, llama: «¿Papá? ¿Papi?». Escucha los chillidos, las risas y los gritos de los borrachos y los vendedores ambulantes que anuncian su mercadería.
—¡Ostras, ostras! ¡Con vinagre, para comerlas de un bocado! ¡Muy jugosas! ¡Cuatro por un penique!
Huele el vinagre. Huele la ginebra, el repollo hervido y las salchichas, la sal en el aire procedente del muelle cercano y el hedor del río Támesis. Huele el pescado podrido. Huele el tufo que emana de las alcantarillas.
La mujer acelera el paso. No debe detenerse: no solo busca a alguien; a ella también la acechan. La cazadora del velo negro también es la presa. Debe alejarse para que los hombres que la están persiguiendo no la encuentren.
En la siguiente farola, ve a una mujer con los labios pintados y los ojos emborronados que espera en el umbral de una puerta. Una calesa se detiene justo en frente, y de ella se apea un hombre ataviado con un frac y una brillante chistera de seda. Aunque la mujer en el umbral lleva un escotado vestido de noche que tal vez perteneció en otro tiempo a una dama de la clase social del caballero, la observadora de negro no cree que el caballero haya venido hasta allí para recoger a su pareja de baile. Ve los ojos demacrados de la prostituta, el miedo que se esconde tras ellos pese a la sonrisa en sus labios embadurnados de carmín. No hace mucho, a unas pocas calles de allí, apareció el cadáver de una de sus compañeras, abierta en canal. La buscadora de negro aparta la mirada y continúa su camino.
Un hombre sin afeitar apoyado en una pared le guiña un ojo.
—Señora, ¿qué hace usted por aquí tan solita? ¿No quiere compañía?
De tratarse de un auténtico caballero, no se hubiera dirigido a ella sin haberse presentado previamente. Lo ignora y continúa a paso acelerado. No debe hablar con nadie. No pertenece a este lugar. El hecho de reconocerlo no la incomoda, ya que jamás ha pertenecido a ninguna parte. Y, de algún modo, siempre ha estado sola. Pero su corazón se apena al inspeccionar las sombras, porque ahora no tiene hogar, porque ahora es una forastera en la ciudad más grande del mundo y no sabe siquiera dónde pasará la noche.
Y si, Dios mediante, vive hasta la mañana siguiente, solo puede tener esperanzas de encontrar al ser querido que está buscando.
Adentrándose más y más en las sombras del mísero barrio cercano a los muelles del este de Londres, sigue adelante. Sola.
…