El cartero de Neruda

Resumen del libro: "El cartero de Neruda" de

El cartero de Neruda es una novela del escritor chileno Antonio Skarmeta, publicada en 1985. La obra narra la historia de Mario Jiménez, un joven cartero que trabaja en la isla de Isla Negra, donde vive el famoso poeta Pablo Neruda. Mario se hace amigo de Neruda y le pide consejos para conquistar a Beatriz González, la hija de la dueña de la pensión donde se hospeda. A través de las cartas que Neruda recibe y envía, Mario aprende sobre el amor, la poesía y la política.

La novela es una mezcla de humor, romance y crítica social. Skarmeta retrata con ironía y ternura la vida cotidiana de los habitantes de Isla Negra, así como el contexto histórico de Chile en los años 70, marcado por el golpe de Estado contra Salvador Allende y la dictadura de Augusto Pinochet. El cartero de Neruda es también un homenaje a la figura y la obra de Pablo Neruda, uno de los poetas más importantes del siglo XX.

El cartero de Neruda es una novela que se lee con facilidad y que cautiva al lector desde las primeras páginas. Es una obra que combina el realismo mágico con el realismo social, y que muestra la fuerza del lenguaje y la imaginación para resistir la opresión y el olvido. Es una novela que invita a reflexionar sobre el valor de la amistad, el arte y la libertad.

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Prólogo

Entonces trabajaba yo como redactor cultural de un diario de quinta categoría. La sección a mi cargo se guiaba por el concepto de arte del director, quien, ufano de sus amistades en el ambiente, me obligaba a incurrir en entrevistas a vedettes de compañías frívolas, reseñas de libros escritos por ex detectives, notas a circos ambulantes o alabanzas desmedidas al hit de la semana que pudiera pergeñar cualquier hijo de vecino.

En las oficinas húmedas de esa redacción agonizaban cada noche mis ilusiones de ser escritor. Permanecía hasta la madrugada empezando nuevas novelas que dejaba a mitad de camino desilusionado de mi talento y mi pereza. Otros escritores de mi edad obtenían considerable éxito en el país y hasta premios en el extranjero: el de Casa de las Américas, el de la Biblioteca Breve Seix-Barral, el de Sudamericana y Primera Plana. La envidia, más que un acicate para terminar algún día una obra, operaba en mí como una ducha fiza.

Por aquellos días en que cronológicamente comienza esta historia —que como los hipotéticos lectores advertirán parte entusiasta y termina bajo el efecto de una honda depresión— el director advirtió que mi tránsito por la bohemia había perfeccionado peligrosamente mi palidez y decidió encargarme una nota a orillas del mar, que me permitiera una semana de sol, viento salino, mariscos, pescados frescos, y de paso importantes contactos para mi futuro. Se trataba de asaltar la paz costeña del poeta Pablo Neruda, y a través de entrevistas con él, lograr para los depravados lectores de nuestro pasquín algo así, palabras de mi director, «como la geografía erótica del poeta». En buenas cuentas, y en chileno, hacerle hablar del modo más gráfico posible sobre las mujeres que se había tirado.

Hospedaje en la hostería de isla Negra, viático de príncipe, auto arrendado en Hertz, préstamo de su portátil Olivetti, fueron los satánicos argumentos con que el director me convenció de llevar a cabo la innoble faena. A estas argumentaciones, y con ese idealismo de la juventud, yo agregaba otra acariciando un manuscrito interrumpido en la página 28: durante las tardes iba a escribir la crónica sobre Neruda y por las noches, oyendo el rumor del mar, avanzaría mi novela hasta terminarla. Más aún, me propuse algo que concluyó en obsesión, y que me permitió además sentir una gran afinidad con Mario Jiménez, mi héroe, conseguir que Pablo Neruda prologara mi texto. Con ese valioso trofeo golpearía las puertas de Editorial Nascimento y conseguiría ipso facto la publicación de mi libro dolorosamente postergado.

Para no hacer este prólogo eterno y evitar falsas expectativas en mis remotos lectores, concluyo aclarando desde ya algunos puntos. Primero, la novela que el lector tiene en su mano no es la que quise escribir en isla Negra ni ninguna otra que hubiera comenzado en aquella época, sino un producto lateral de mi fracasado asalto periodístico a Neruda. Segundo, a pesar de que varios escritores chilenos siguieron libando en la copa del éxito (entre otras cosas porfiases como éstas, me dijo un editor) yo permanecí —y permanezco— rigurosamente inédito. En tanto otros son maestros del relato lírico en primera persona, de la novela dentro de la novela, del metalenguaje, de la distorsión de tiempos y espacios, yo seguí adscrito a metaforones trajinados en el periodismo, lugares comunes cosechados de los criollistas, adjetivos chillantes malentendidos en Borges, y sobre todo aferrado a lo que un profesor de literatura designó con asco: un narrador omnisciente. Tercero y último, el sabroso reportaje a Neruda que con toda seguridad el lector preferiría tener en sus manos en vez de la inminente novela que lo acosa desde la próxima página y que acaso me hubiera sacado en otro rubro de mi anonimato, no fue viable debido a principios del vate y no a mi falta de impertinencia. Con una amabilidad que no merecía la bajeza de mis propósitos me dijo que su gran amor era su esposa actual Matilde Urrutia, y que no sentía ni entusiasmo ni interés por revolver ese «pálido pasado», y con una ironía que sí merecía mi audacia de pedirle un prólogo para un libro que aún no existía, me dijo poniéndome de patitas en la puerta: «con todo gusto, cuando lo escriba».

En la esperanza de hacerlo, me quedé largo tiempo en isla Negra, y para apoyar la pereza que me invadía todas las noches, tardes y mañanas frente a la página en blanco, decidí merodear la casa del poeta y de paso merodeara los que la merodeaban. Así fine como conocía los personajes de esta novela.

Sé que más de un lector impaciente se estará preguntando cómo un flojo rematado como yo pudo terminar este libro, por pequeño que sea. Una explicación plausible es que tardé catorce años en escribirlo. Si se piensa que en ese lapso, Vargas Llosa, por ejemplo, publicó Conversación en la catedral, La tía Julia y el escribidor, Pantaleón y las visitadoras y La guerra del fin del mundo, es francamente un récord del cual no me enorgullezco.

Pero también hay una explicación complementaria de índole sentimental. Beatriz González, con quien almorcé varias veces durante sus visitas a los tribunales de Santiago, quiso que yo contara para ella la historia de Mario, «no importa cuánto tardase ni cuánto inventara». Así de excusado por ella, incurrí en ambos defectos.

El cartero de Neruda: Antonio Skarmeta

Antonio Skármeta. Es uno de los escritores más reconocidos de la literatura latinoamericana y mundial. Nacido en Antofagasta, Chile, en 1940, es descendiente de croatas que llegaron a su país por el simple placer de cambiar de ambiente. Estudió Filosofía en la Universidad de Chile y luego obtuvo una maestría en la Universidad de Columbia, en Estados Unidos, donde se interesó por el teatro, el cine y la música.

Su carrera literaria comenzó con la publicación de su primer libro de cuentos, El entusiasmo, en 1967, al que le siguieron otros como Desnudo en el tejado, que le valió el premio Casa de las Américas en 1969. Su primera novela fue Soñé que la nieve ardía, publicada en 1975. Su obra abarca diversos géneros, como la novela, el cuento, el ensayo y el guion cinematográfico.

Skármeta es internacionalmente conocido por sus textos llevados al cine, como Ardiente paciencia, que inspiró dos películas: una con el mismo título, dirigida por él mismo en 1983, y otra más famosa, Il Postino (El cartero de Neruda), dirigida por Michael Radford en 1994. Esta última narra la amistad entre el poeta Pablo Neruda y un humilde cartero que le entrega su correspondencia en una isla italiana. La película fue nominada a cinco premios Óscar y ganó uno a la mejor banda sonora.

Otra novela suya que fue adaptada al cine fue El baile de la Victoria, que cuenta la historia de dos jóvenes ex presos que intentan rehacer sus vidas tras la dictadura de Augusto Pinochet. La película fue dirigida por Fernando Trueba en 2009 y fue seleccionada para representar a España en los premios Óscar. Además, su obra teatral El plebiscito sirvió de inspiración para el guion de la película No, dirigida por Pablo Larraín en 2012, que narra la campaña publicitaria que logró derrotar al régimen de Pinochet en un referéndum histórico.

Skármeta ha recibido numerosos premios y reconocimientos por su trayectoria literaria, entre los que destacan el Premio Nacional de Literatura de Chile en 2014, el Premio Planeta-Casa de América en 2006 por El baile de la Victoria, el Premio Médicis Extranjero en 1982 por Ardiente paciencia y el Premio Grinzane Cavour en 1995 por Il Postino. También ha sido embajador de Chile en Alemania entre 2000 y 2003 y ha ejercido la docencia universitaria en varios países.

Antonio Skármeta es un escritor que ha sabido retratar con humor, sensibilidad y compromiso la realidad social y política de su país y del continente latinoamericano. Sus obras son un testimonio de la historia reciente y una invitación a la esperanza y al amor por la vida.

Cine y Literatura

El cartero (y Pablo Neruda)

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