El cantar de los Nibelungos

Resumen del libro: "El cantar de los Nibelungos" de

“El cantar de los Nibelungos” es una de las joyas más emblemáticas de la literatura épica medieval, cuyo autor permanece en el anonimato. Este poema, compuesto en torno al siglo XIII en lo que hoy es Alemania, se adentra en un mundo de heroísmo, traición y destino trágico, destacándose por su riqueza narrativa y complejidad de personajes. La obra se ha mantenido como un pilar fundamental de la cultura germánica, inspirando adaptaciones y estudios que la sitúan entre las epopeyas más importantes junto a “La Ilíada” y “La Odisea”.

La historia gira en torno a Sigfrido, un héroe legendario conocido por su valentía y destreza como cazador de dragones. Sigfrido, perteneciente a la corte de los burgundios, se convierte en una figura casi invulnerable tras bañarse en la sangre de un dragón al que ha vencido, un baño que le otorga una protección casi total, excepto en un pequeño punto de su espalda, donde una hoja de tilo impidió que la sangre tocara su piel. Este detalle aparentemente insignificante será la clave de su destino.

El relato alcanza su punto álgido cuando Sigfrido, utilizando su ingenio y fortaleza, logra casarse con la princesa Krimilda. Sin embargo, una indiscreción femenina desencadena una serie de acontecimientos fatales. Krimilda, en un arrebato de orgullo, revela el secreto de la invulnerabilidad de Sigfrido, lo que Hagen, un personaje oscuro y traicionero, no tarda en aprovechar. Hagen, movido por la envidia y la sed de poder, asesina a Sigfrido en un acto que sella su destino y da inicio a una horrorosa cadena de venganzas.

A través de sus versos, “El cantar de los Nibelungos” explora temas universales como la lealtad, la traición, el honor y la venganza. La obra no solo narra una historia épica, sino que también ofrece una profunda reflexión sobre las consecuencias de las acciones humanas y el inexorable destino que parece regir la vida de sus personajes. Es un relato que, a pesar de sus raíces en la tradición germánica, resuena con la tragedia y el heroísmo que son comunes a todas las culturas.

Este poema épico se presenta como un viaje por un mundo donde los actos de los hombres y mujeres tienen repercusiones inevitables, y donde la gloria y la ruina están indisolublemente entrelazadas. “El cantar de los Nibelungos” no es solo una crónica de batallas y hazañas, sino una meditación sobre la fragilidad del poder y la inevitabilidad de la caída, lo que lo convierte en una lectura fascinante y profundamente humana.

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INTRODUCCIÓN

De los monumentos literarios que se perpetúan a través de los siglos brotan fuentes históricas de la mayor importancia, allí resaltan las costumbres de la época en que aparecieron, nos dan a conocer las formas del lenguaje que entonces se empleaban y, como si tuvieran la limpidez del espejo, se reflejan en ellos los sentimientos que animaran a los héroes que en él se agitan, pues por embellecida que se encuentre la naturaleza por el arte, es siempre la naturaleza, y la vista deshaciendo el artificio ve sin él la ruda forma y el duro contorno. Esta sola consideración bastaría para que a pesar de la fatiga que produce, no se descansara en el estudio de los antiguos poemas y entre éstos hay que conceder un señalado lugar al que abre el ciclo épico de la literatura germánica, más nombrada que conocida, más aplaudida que estudiada.

La afición y el buen deseo, ya que no las propias fuerzas, son los móviles que nos han llevado a aceptar el encargo de hacer una versión castellana de esta obra gigantesca, y si al frente de ella ponemos breves frases, van encaminadas no a encubrir nuestra insuficiencia, sino a declararla, pues el detenido estudio que hemos hecho nos ha convencido de cuán grandes son las dificultades que la empresa ofrece y cuán agudos son los escollos en que se ha de tropezar. Cúmplenos antes de dar comienzo a la tarea, exponer el asunto de esta obra que es admiración de todos y enunciar las principales cuestiones que con respecto a ella han ocurrido. No conocemos frases que del poema den tan exacta idea, como las que el espiritual Heine le ha dedicado; el crítico mordaz que según confesión propia se había hecho un nido en la peluca de Voltaire; aquel alemán que a fuerza de vivir en Francia, consiguió desposeerse de la pesadez que a muchos críticos compatriotas suyos caracteriza, pero que por haber nacido entre las brumas del Rhin no llegó nunca a ser tan ligero como no pocos franceses acostumbran serlo, después de extrañar el furor que el conocimiento del poema despertara, declara francamente cuan poco comprensible será siempre para los hijos de esta raza latina. El lenguaje en que está escrito, dice, les será incomprensible; es una lengua de piedra y los versos son cantos rimados. Acá y allá en los intersticios se ven crecer flores hermosas rojas como la sangre, por entre las que se escapa la hiedra trepadora asemejándose a largas lenguas verdes. Menos posible es aún que podáis formaros idea de las pasiones gigantescas que en el poema se agitan. Figuraos una noche clarísima de estío, las estrellas pálidas como la plata, grandes como el sol, fulguran en el azul del cielo; todas las catedrales góticas de Europa parecen haberse dado cita en una extensa llanura, y entre aquella multitud de colosos aparecen tranquilamente el monasterio de Strasburgo, la cúpula de Colonia, el campanario de Florencia, la catedral de Rouen, la aguja de Amiens y la iglesia de Milán, que se agrupan alrededor de la bella Notre Dame de París y a la que hacen galantemente la corte. Verdad es que su marcha sería un poco pesada, que algunos se inclinarían de mala manera y muchas veces acudiría la risa a los labios al presenciar aquellos trasportes amorosos, más esta burla cesa desde el momento en que enfureciéndose se atropellan los unos sobre los otros, la sonrisa se apaga cuando Notre Dame, elevando los brazos hasta el cielo, coge repentinamente una espada y cercena la cabeza más grande de aquellos colosos. Pero ni aun así podréis formaros una idea de los principales personajes del poema de los Nibelungos; no hay torres tan altas, ni piedras tan duras como el feroz Hagen y la vengativa Crimilda.

“El cantar de los Nibelungos”

Autor cuyo nombre no es conocido o no ha sido declarado.