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El camino de los reyes

Resumen del libro:

El camino de los reyes es el primer volumen de «El Archivo de las Tormentas», el resultado de más de una década de construcción y escritura de universos, convertido en una obra maestra de la fantasía contemporánea en diez volúmenes. Con ella, Brandon Sanderson se postula como el autor del género que más lectores está ganando en todo el mundo.

Anhelo los días previos a la Última Desolación.

Los días en que los Heraldos nos abandonaron y los Caballeros Radiantes se giraron en nuestra contra. Un tiempo en que aún había magia en el mundo y honor en el corazón de los hombres.

El mundo fue nuestro, pero lo perdimos. Probablemente no hay nada más estimulante para las almas de los hombres que la victoria.

¿O tal vez fue la victoria una ilusión durante todo ese tiempo? ¿Comprendieron nuestros enemigos que cuanto más duramente luchaban, más resistíamos nosotros? Quizá vieron que el fuego y el martillo tan solo producían mejores espadas. Pero ignoraron el acero durante el tiempo suficiente para oxidarse.

Hay cuatro personas a las que observamos. La primera es el médico, quien dejó de curar para convertirse en soldado durante la guerra más brutal de nuestro tiempo. La segunda es el asesino, un homicida que llora siempre que mata. La tercera es la mentirosa, una joven que viste un manto de erudita sobre un corazón de ladrona. Por último está el alto príncipe, un guerrero que mira al pasado mientras languidece su sed de guerra.

El mundo puede cambiar. La potenciación y el uso de las esquirlas pueden aparecer de nuevo, la magia de los días pasados puede volver a ser nuestra. Esas cuatro personas son la clave.

Una de ellas nos redimirá. Y una de ellas nos destruirá.

PRELUDIO A

EL ARCHIVO DE LAS TORMENTAS

Kalak rodeó un promontorio rocoso y se detuvo agotado ante el cuerpo de un tronador moribundo. La enorme bestia de piedra yacía de costado; las protuberancias de su pecho, parecidas a costillas, estaban rotas y agrietadas. La monstruosidad era de forma vagamente esquelética y sus miembros anormalmente largos brotaban de unos hombros de granito. Los ojos eran manchas de un rojo oscuro en la cara afilada, como creados por un fuego que ardiera en las profundidades de la piedra. Se apagaron.

Incluso después de tantos siglos, ver de cerca un tronador hizo que Kalak se estremeciera. La mano de la bestia era tan larga como alto era un hombre. Manos como esa lo habían matado antes, y no había sido agradable.

Naturalmente, morir rara vez lo era.

Rodeó a la criatura, escogiendo con cuidado su camino por el campo de batalla. La llanura estaba cubierta de piedras y rocas deformes, columnas naturales que se alzaban a su alrededor, cadáveres que regaban el terreno. Pocas plantas crecían allí.

Los riscos y montículos rocosos presentaban numerosas cicatrices. Algunos eran secciones arrasadas donde habían combatido los potenciadores. Con menos frecuencia, pasó ante huecos resquebrajados de extraña forma donde los tronadores se habían arrancado a sí mismos de la roca.

Muchos de los cuerpos que yacían alrededor de él eran humanos; otros muchos, no. Sangres diversas. Roja, anaranjada, violeta. Aunque ninguno de los cadáveres en torno a él se movía, una confusa neblina de sonidos flotaba en el aire. Gemidos de dolor, alaridos de pena. No parecían los sonidos de una victoria. El humo surgía de los pocos arbustos o de los montones de cadáveres ardientes. Incluso algunas secciones de roca humeaban. Los Portadores del Polvo habían hecho bien su trabajo.

«Pero yo he sobrevivido, he logrado sobrevivir esta vez», pensó Kalak, con la mano en el pecho mientras se apresuraba hacia el lugar de encuentro.

Eso era peligroso. Cuando moría, era enviado de vuelta, sin remisión. Cuando sobreviviera a la Desolación, se suponía que debía volver también. De vuelta al lugar que le aterrorizaba. De vuelta a aquel daño de dolor y fuego. ¿Y si decidía…, no ir?

Pensamientos comprometidos, quizá pensamientos arriesgados. Avivó el paso.

El lugar de encuentro estaba a la sombra de una gran formación rocosa, una torre que se alzaba hacia el cielo. Como siempre, ellos diez lo habían decidido antes de la batalla. Los supervivientes llegarían hasta aquí. Extrañamente, solo uno de los demás lo estaba esperando. Jezrien. ¿Habían muerto los otros ocho? Era posible. La batalla había sido demasiado cruenta esta vez, una de las peores. El enemigo se volvía cada vez más tenaz.

Pero no. Kalak frunció el ceño mientras se acercaba a la base de la torre. Allí siete magníficas espadas se alzaban orgullosas, clavadas en el suelo de piedra. Cada una de ellas era una obra de arte, elegante en su diseño, grabada con glifos y patrones. Las reconoció todas. Si sus amos hubieran muerto, las hojas se habrían desvanecido.

Estas hojas eran armas de poder superior incluso a las hojas esquirladas. Eran únicas. Preciosas. Jezrien permanecía apartado del círculo de espadas, mirando hacia el este.

—¿Jezrien?

El camino de los reyes – Brandon Sanderson

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