El caballero de la espada & La doncella de la mula

Resumen del libro: "El caballero de la espada & La doncella de la mula" de

Ambas obras, “La Doncella de la Mula” y “El Caballero de la Espada,” escritas en la primera década del siglo XIII, son joyas literarias que destacan por su trama cautivadora y su enfoque en Gauvain, el sobrino del legendario rey Arturo. Estos “romans” artúricos, producto del ingenio del autor desconocido, se sumergen en la esencia de la caballería y la aventura, revelando la destreza narrativa de la época.

En “La Doncella de la Mula,” la historia se desenvuelve en la corte de Arturo de Bretaña, donde una doncella, montando una mula desbocada, desata un intrigante episodio. La trama se enriquece con la valentía de Gauvain, quien asume la misión de recuperar el freno robado. En su travesía, se enfrenta a desafíos formidables, desde serpientes y leones hasta dragones y caballeros sanguinarios. La presencia de elementos mágicos, como el castillo giratorio, añade una capa de fantasía que eleva la aventura a niveles épicos.

En contraste, “El Caballero de la Espada” presenta a Gauvain inmerso en un dilema mortal en un castillo. Su vida pende de las exigencias de un señor despótico, obligándolo a pasar la noche con la hija del dueño del castillo. La trama se intensifica con la peculiaridad de un lecho amenazado por una espada suspendida, que hiere al caballero en cada intento de aproximación amorosa, revelando la complejidad de la condición impuesta.

Ambas obras convergen en la figura de Gauvain, el caballero perfecto de la Tabla Redonda, cuya valentía, honor y destreza se ponen a prueba en escenarios llenos de peligro y magia. El autor, aunque anónimo, demuestra un dominio magistral de la narrativa artúrica, sumergiendo al lector en un mundo donde la caballería y la fantasía se entrelazan de manera fascinante.

En resumen, estas narrativas medievales trascienden el tiempo, ofreciendo a los lectores una experiencia literaria rica en aventuras, desafíos y elementos mágicos, todo enmarcado por la figura heroica de Gauvain.

Libro Impreso

PRÓLOGO

«Delante de todos los buenos caballeros, debe ir el primero Gauvain» dice Chrétien de Troyes en el Erec, reconociendo en el sobrino del rey Artús el modelo de todos los caballeros de la Tabla Redonda.

Ya como invencible guerrero y sobrino del rey aparecía en legendarios relatos galeses y, dentro de la tradición libresca que tan bien conocía Chrétien, se encuentra en la Historia de los Reyes de Britania (1136) de Godofredo de Monmouth, con las mismas características de valentía y parentesco real. Wace, en su Roman de Brut (1155) amplía e individualiza al caballero Gauvain: «Grande fue su nobleza y su mesura; no hubo en él presunción ni arrogancia; hizo más de lo que contó y dio más de lo que prometió»; y a estas cualidades de lealtad, generosidad y dominio de sí mismo, añade el escritor de la corte de los Plantagenet un rasgo que caracterizará a la nueva moda del caballero literario y que se convertirá en modelo para la sociedad: «Por la amistad y por las amigas, los caballeros realizan sus hazañas». La exquisita sensibilidad de Chrétien de Troyes recogió y perfiló la novedad que representaban estos versos en la caracterización del caballero del siglo XII, que hasta entonces sólo había sido representado literariamente como un guerrero. El novelista champañés hará, pues, de Gauvain un caballero cortés, esto es un modelo para los que viven en la corte de valentía, inteligencia, elegancia y dedicación a las damas. Sus galanteos, su atractivo personal y sus conquistas amorosas le convertirán dentro de la novelística artúrica en «… (une) sorte de don Juan cortois», como lo definió Jean Frappier.

Así pues, Chrétien de Troyes describe a Gauvain no sólo como un modelo de destreza y éxito en el combate, en el que los mejores pueden igualarle, pero nadie vencerle, sino también como brillante conversador y galán enamoradizo, pero nunca enamorado. En busca de Gauvain acudirán de todas partes doncellas desheredadas, valvasores cuyas hijas están en peligro, damas sitiadas, pues «nunca dejó de estar presto para ayudar a alguna doncella desamparada», y siempre lo encontrarán dispuesto a convertirse en su campeón, a restablecer el orden alterado y a luchar por cualquier causa digna. Y tras los combates, las justas y los torneos: diversiones arriesgadas pero vistosas y atrayentes, cuya única finalidad era conseguir algún trofeo y aumentar la fama y el mérito destacando entre los demás caballeros para deslumbrar a las damas.

Otra de las características que dio Chrétien a Gauvain es la de su inconstancia en el amor, la búsqueda de la aventura amorosa de sólo un día o de un momento, sin compromiso ni ataduras. Amor que le deje libre, que no le impida marcharse en busca de otra empresa o de otra doncella. Así pues, no está de acuerdo con el feliz matrimonio de Yvain y Laudine, por esto lo aparta de ella y casi le avergüenza y le pone en ridículo por estar enamorado de su mujer. Su arenga es tan convincente que Yvain deja a Laudine, la bella viuda con quien se acaba de desposar, para irse con Gauvain, su amigo, a hacer estas caballerías que le ha ido pintando con tan vivos y atractivos colores, que no ha podido renunciar a ellas.

En los romans de Chrétien de Troyes, Gauvain nunca será el elegido como el héroe de la aventura. Irá con Lancelot en busca de la reina Ginebra, raptada por Meleagant, pero no será él el que la libere. Querrá ir a la aventura de la Fuente, pero Yvain llegará primero. Gauvain preferirá ir en busca del atrayente y frívolo botín que propone la fea doncella de la mula a los caballeros de la Tabla Redonda, que la búsqueda solitaria y sin vistosidad del castillo del Grial que emprende Perceval. Parece que el escritor champañés no quiso dar a Gauvain un destino fijado de antemano, un ideal que le hiciera olvidarse de sí mismo, una predestinación que le hiciera casi sobrehumano, como a Lancelot o como a Perceval. A Gauvain, Chrétien de Troyes lo hizo el mejor caballero de la Tabla Redonda, el «sol de la caballería». Nada más.

Después del Perceval, donde las aventuras de Gauvain ocupan más de cuatro mil versos, y todavía dentro del periodo del roman en verso, aparece una serie de relatos compuestos con un espíritu muy parecido al que le dio Chrétien, donde el sobrino del rey Artús es el héroe.

El caballero de la espada y La doncella de la mula son dos breves romans que siguen muy de cerca las directrices de los de Chrétien de Troyes, y en los que Gauvain, el protagonista, valiente, cortés y seductor, no sale del todo airoso de sus empresas. El matiz risueño, brevemente insinuado por Chrétien en algún pasaje, quizá para mitigar la tensión y profundidad de sus novelas y dar esas notas realistas que solía introducir, aquí se acentúa y llega incluso a parecernos humorístico y paródico. Si en estos dos romans Gauvain sigue triunfando siempre en los combates, no ocurre lo mismo en sus experiencias amorosas. Sus galanteos y seducciones se convertirán en un gran chasco en El caballero de la espada y la doncella de la mula, que había prometido «un castillo, un beso y otra cosa más» a quien le recuperara el freno, no tiene para Gauvain más que unos apresurados besos ante toda la corte.

Quizá lo que los lectores querían, lo que el público esperaba, era que Gauvain siguiera siendo siempre igual, seduciendo a todas las damas y doncellas, pero nunca seducido por una sola.

El caballero de la espada es un roman compuesto por 1206 versos octosilábicos de rima pareada y consta esencialmente de una aventura principal y otras que derivan de ella.

Gauvain sale en busca de aventuras y se pierde en el bosque. Entabla conocimiento con un misterioso caballero que le ofrece hospitalidad en su castillo. Allí el huésped ofrece su hija a Gauvain con la intención de que cuando, por la noche, estén juntos en el lecho, la espada que protege la castidad de la doncella acabe con el héroe. Pero al día siguiente el huésped ve que Gauvain ha resultado ileso y le reconoce como el mejor de todos los caballeros y, por lo tanto, digno de la mano de su hija.

Así termina la historia principal, con Gauvain y la doncella con quien se acaba de desposar encaminándose a la corte del rey Artús. Lo que sería un final feliz de la aventura de amor y peligro, de la que Gauvain hubiera salido vencedor y casado, da ahora un amplio giro. La joven abandona a Gauvain por un desconocido, que luego es vencido y muerto por el sobrino del rey Artús en el combate por los perros de la doncella. Dejando sola a la desleal, Gauvain regresa a la corte, una vez más vencedor y sin compromiso con ninguna doncella.

El tema principal de este roman, el encuentro de Gauvain con un caballero que le ofrece hospitalidad forzada y la obligación de una doncella a complacerle en todo, lo que le acarreará graves contratiempos que logrará vencer, y el reconocimiento posterior de la valentía excepcional del héroe, ofrece notables coincidencias con el encuentro de Gauvain con el rey de Escavalón y su hermana, que aparece en el Perceval.

El motivo de la hospitalidad forzada se vincula con la entrada en el Otro Mundo que aparece en las leyendas célticas, donde el héroe no puede salir cuando lo desee sino que ha de permanecer allí hasta cumplir la peligrosa costumbre que los huéspedes le hayan impuesto. Yvain, tras luchar contra dos gigantescos trasgos y rechazar varias veces como esposa a la hija del señor del castillo de la Pésima Aventura, puede abandonar el recinto. En El bello desconocido vuelve a aparecer ampliamente este motivo en el episodio del castillo de Lampar.

La doncella de la mula consta de 1136 versos octosilábicos de rima pareada, y su autor es un tal Paien de Maisiéres. Comparece ante la corte del rey Artús una doncella que solicita un caballero que vaya en busca del freno de su mula que le ha sido robado; su amor y un castillo será la recompensa que dará al que se lo traiga. La mula que ella monta, guiará al caballero que asuma la aventura hasta su destino. Se ofrece el primero el senescal Keu que, después de atravesar bosques peligrosísimos y valles llenos de reptiles, retrocede ante un endeble puente sobre un río negro y turbulento, y regresa a la corte. Toma para sí la empresa Gauvain, y la doncella, como si presintiera que el sobrino del rey lograría su propósito, le concede un beso. En efecto, Gauvain, tras salvar airosamente los mismos obstáculos que Keu, logra penetrar en el castillo encantado en donde se guardaba el freno. Un villano le obliga a tomar parte en una serie de pruebas de las que resulta vencedor. Resiste a las insinuaciones de la señora del castillo, hermana de la doncella de la mula, y regresa a la corte del rey Artús con el freno. Gauvain recibe como recompensa cien besos y la doncella se va de la corte montada en su mula, que ya tiene el freno. El relato tiene cierta incoherencia y ambigüedad en su tema central. ¿Qué simboliza el freno para desear la doncella tan ansiosamente su recuperación? ¿Por qué le había robado su hermana el freno?

No sabemos cómo entendía el relato el auditorio para quien fue compuesto, pero el lector actual que se hace estas preguntas ha de acudir al texto que hacia 1220 redactó Heinrich von dem Türlin, Diu Krône, que narra, entre otras aventuras de Gauvain en busca del Grial, este mismo episodio: se trata de dos hermanas que a la muerte del padre, una de ellas se hace dueña del freno de una mula que simboliza la propiedad del patrimonio.

El tema principal de este episodio del Diu Krône sería el de la hermana desheredada, y así se comprende la importancia y el interés de la doncella en recuperar el objeto. La rivalidad entre dos hermanas por la posesión del feudo a la muerte del padre, aparece en el Yvain en el episodio de las hijas del señor de la Negra Espina, en el que también la hermana mayor se había negado a dividir el patrimonio con la menor, y el derecho de la desheredada es, como en La doncella de la mula, defendido por Gauvain (vv. 4697-937 y 5804-6440).

El episodio debía tener, pues, una fuente común para Chrétien, Paien de Maisières y Heinrich von dem Türlin, del que nuestro autor debía poseer vagas referencias y por esto no lo aclaró más; o era un tema tan conocido que, deliberadamente, sólo incluyó en su roman lo que era invención suya y este tono humorístico que no aparece ni un solo momento en los pasajes del Yvain y del Diu Króne relativos a este episodio. Dentro de este tema central aparece, entre otros, un motivo de gran espectacularidad: el de la prueba de la decapitación.

Gauvain en busca del freno llega a un castillo en donde un villano gigantesco le acoge amablemente y le dice que no podrá recuperarlo hasta que no pase por terribles pruebas. Le invita a participar en un «juego»: si Gauvain le corta la cabeza de un hachazo aquella misma noche, él, al día siguiente, le cortará la suya. Gauvain corta de un solo golpe la cabeza del villano, que rueda por el suelo; éste la recoge y desaparece. Al día siguiente Gauvain acude a la cita y acepta la prueba; sin vacilar pone la cabeza sobre el tronco, pero el villano detiene el hacha sin descargarla sobre el caballero y elogia su valentía.

La prueba de la decapitación es, pues, un prueba sobrenatural, y para Gauvain de valentía al querer entrar en el juego peligroso de lo mágico.

El tema de la decapitación mágica aparece en poemas épicos irlandeses en los que el guerrero decapitado recogía su cabeza y se ponía a hablar y a provocar a sus adversarios. En las aventuras de Cuchulain y de Curoi la cabeza que caía al suelo devolvía a la tierra la fertilidad perdida y restablecía al rey en su reino. En la novelística de la materia de Bretaña en lengua francesa también se recoge este motivo, en el Caradoc inserto en la Primera Continuación del Perceval, en el Perlesvaus, en Hunbaut, y en inglés en Sir Gawain y el caballero verde.

El caballero de la espada y La doncella de la mula se conservan juntos en un solo manuscrito en la Biblioteca Bongars de Berna (Nr. 354) que contiene, además, el Perceval de Chrétien de Troyes, la Folie Tristan, los Siete sabios de Roma y algunos fabliaux, entre otros textos. El manuscrito es de finales del siglo XIII o de los primeros años del XIV, y la caligrafía es cuidada y correcta. Ambos textos parece que fueron compuestos en los últimos años del siglo XII o en los primeros del XIII, es decir, contemporáneos o muy poco posteriores del inacabado Perceval.

Los dos romans presentan unas características lingüísticas muy similares que reflejan que tuvieron su origen en una misma área, probablemente la Champaña. Esto no quiere decir que ésta fuera la lengua materna del autor o autores, sino que el prestigio del francien a partir de los romans de Chrétien de Troyes, hizo que se dejaran de lado los demás dialectos y se utilizara para la composición de la narrativa de la materia de Bretaña la langue françoise del escritor champañés, que en la novelística de los siglos XIII y XIII se adjudicaba a la corte del rey Artús.

No sólo la lengua y el período en que se debieron componer, sino la similitud en la organización de la materia y el profundo conocimiento de la obra e incluso de las fuentes de Chrétien de Troyes, ha hecho que algunos críticos aventuren la posibilidad de que El caballero de la espada y La doncella de la mula pudieran haber sido escritos por el mismo Chrétien o quizá por alguno de sus discípulos que tuviera la idea de querer imitar al maestro.

Fue en el siglo XVI cuando se añadió al margen, a la altura del verso 18 de El caballero de la espada, el nombre chrestien de troyes, y por esto le fue adjudicada la paternidad de la obra por algunos escritores y críticos al escritor champañés.

En La doncella de la mula aparece como autor en el verso 14, un tal Paien de Maisières, nombre que tiene muchas posibilidades de ser un seudónimo jugando con el nombre de Chrétien de Troyes, utilizado por él mismo o por otro escritor, aunque podría haber existido un escritor que se llamara así.

Tanto en el caso de El caballero de la espada como en el de La doncella de la mula lo más sensato es suponer que son obra de un escritor anónimo, admirador y hábil imitador de Chrétien de Troyes.

La semejanza del Gauvain del Perceval con el de estos dos romans es evidente en casi todos los episodios: el sobrino del rey Artús también se ve mezclado en una serie de enredos femeninos y trances desconcertantes que le hacen actuar a veces de manera que desmienten su elevada conducta caballeresca. También como en el Perceval se encuentra en estos dos romans, pasado por momentos difíciles e incluso humillantes, como el de resignarse a la hospitalidad forzada (El caballero de la espada y La doncella de la mula) y a no lograr hacer el amor con la doncella (El caballero de la espada); no recibir la recompensa prometida por conseguir el freno (La doncella de la mula); ver que su «mujer» le abandona por un extraño (El caballero de la espada); ir cabalgando sobre una mula (La doncella de la mula); tomar como empresa la búsqueda del freno de una mula, cuando otros caballeros de la Tabla Redonda, y él mismo, habían salido de la corte en busca de la reina Ginebra o el Grial (La doncella de la mula). Sin embargo, como luchador no es jamás vencido ni por caballeros ni por animales salvajes, éstos se arrodillan a su paso «por amor y por reconocimiento» (La doncella de la mula); libera a una ciudad y a sus habitantes de la ferocidad de unos terribles leones (La doncella de la mula), es el elegido por la espada como el mejor caballero (El caballero de la espada); participa valientemente en la prueba de la decapitación (La doncella de la mula); rechaza el regalo de un castillo (El caballero de la espada y La doncella de la mula) y rehusa el matrimonio con la señora de treinta y ocho castillos (La doncella de la mula); atraviesa arriesgadamente el endeble puentecillo (La doncella de la mula), y continúa sin tener la relación permanente y estable, que tanto aborrece, con una mujer.

Viendo los dos romans como textos aislados no son destacadas obras literarias ni parece que fueron escritas para esto. Abundan los temas y tópicos de la novelística de la materia de Bretaña y son fruto de una época en que los préstamos y las influencias entre los autores es una práctica habitual. No es pues de extrañar que no se buscara en ellos, como en tantos otros relatos de los siglos XII y XIII, la novedad en episodios ni en personajes, y que existiera el mismo estrecho parentesco entre argumento y estilo que encontramos en los romans de Chrétien de Troyes. En El caballero de la espada y en La doncella de la mula se emplean las mismas convenciones para describir un castillo, un río, un combate a caballo y el rostro de una doncella o para expresar el amor y el odio que aparecen en la narrativa de esta época. Frases rápidas y cortas que rompen el pareado y dan más vivacidad al relato, así como indicaciones al público para que siga prestando atención, y la profusión de frases y comentarios proverbiales, que debían ser conocidos por todos, indican la lectura en voz alta que establecía esta comunicación entre el autor/lector y su auditorio que le había pedido que les contara la «primera aventura» de Gauvain o quién logró recuperar el freno de la doncella.

Si no hemos encontrado ninguna novedad en determinados episodios de ambos romans, pues derivan de otros relatos más antiguos, el espíritu que los anima es moderno. La pugna entre los viejos pero bellos caminos y los nuevos, de que habla Paien de Maisières, anima al escritor a recrear lo antiguo pero sin otorgarle la trascendencia y el simbolismo que quizá ya no se comprenderían demasiado por estar muy gastados, y dar en cambio a los nuevos relatos un aire humorístico, alegre y diferente, sobre todo en la manera de tratar a la mujer. Las doncellas de estos dos relatos están muy lejos de parecerse a Enide, a Fenice o a alguna de las delicadas jóvenes de los romans de Chrétien; sus modales desenvueltos y su inconstancia les hace acercarse más a las protagonistas de algún fabliaux.

Aunque El caballero de la espada y La doncella de la mula han sobrevivido en un solo manuscrito, debieron de haber sido bastante más difundidos en la edad media, e incluso transmitidos juntos. En el Diu Króne de Heinrich von dem Türlin aparecen temas de los dos, y también en El caballero de las dos espadasLa Venganza de Radiguel, en las Continuaciones del Perceval, e incluso en la Queste del Saint Graal, con lo que estos dos breves y sencillos romans siguieron generando episodios para divertir durante unos cuantos siglos a gran cantidad de lectores, no sólo de Francia.

Pero fue a finales del siglo XIV cuando apareció la más brillante versión de las aventuras de Gauvain, obra de un autor anónimo inglés, que dejó el más bello poema artúrico, joya de la literatura inglesa de la edad media, Sir Gawain y el caballero verde, donde se conjugan armoniosamente antiguas tradiciones con elementos nuevos, por parte de un poeta excepcional que supo rejuvenecer unos temas que tenían más de doscientos años de vida fecunda.

La traducción de El caballero de la espada ha sido realizada únicamente a partir del texto original francés de la edición de Johnston y Owen. En La doncella de la mula, que también se ha realizado a partir de la edición de Johnston y Owen, he tenido siempre en cuenta la de Orlowsky. Procurando ser lo más literal que permite la corrección idiomática, he intentado conservar en la traducción el tono del relato del siglo XII.

Isabel de Riquer
Barcelona, agosto de 1984

“La Doncella de la Mula” y “El Caballero de la Espada”

Autor cuyo nombre no es conocido o no ha sido declarado.